jueves, 24 de marzo de 2011

Golpe a golpe

Y sí... un mar de dudas, aún ya acercándose al destino. Silvia razona, autoevalúa sus impulsos, considera su conciencia moral, pero está lejos de reconocerlo todo para afrontar las alegrías, la culpabilidad o el castigo.
Hacia el sur, un 22/3/76, en el tren, con su poncho, con sus maletas y con sus libros, con sus expectativas, con título "bajo el brazo", partió ella a conquistar el mundo, como ella se proponía. La frente alta, las esperanzas enraizadas en sus propias capacidades, sin un dios para encomendarse, sin estampitas para rezar, sólo ella para forjar su destino.

-Mañana llega la flaca -le decía Martín al ingeniero Marcenack -Y se va a quedar conmigo.

Y la flaca llegó el 24/3/76, pero no era flaca. Era un tamborcito tapado con su poncho marrón, regalo de su mamá, luego de un viaje a Salta. Mirada cargada de nuevos escenarios, sonrisa amplia y enormes expectativas.
Dos días de viaje en tren. Dos días en que habían desaparecido las noticias, lo que estaba sucediendo en el país. Aunque persistía el dolor por la desaparición de Elda.
-Se la chuparon. Se la llevaron de su casa en Alto Verde -por teléfono le había dicho Marina.
-¡Cállense, hijas de puta! -una voz autoritaria y despectiva había ordenado del otro lado de la línea.
-Estela, tenemos que hacer desaparecer diarios, libros, panfletos, pasquines, boletines mimeografiados. Todo lo que nos comprometa. Dejaremos los apuntes de geografía física, los de latín, las recetas de Doña Petron, los "Corín Tellado", los "Patoruzú" -Silvia le había dicho a su compañera - Sí, quemaremos también "Para leer al Pato Donald", por las dudas.
-Van a venir a allanar acá...
Y la montaña de libros, revistas, volantes, documentos de historia y de arte, todo fue transformándose en humo y cenizas en la terraza de la pensión de la calle Paraguay, frente al parque Garay. Era agosto de 1975. Pasear por ese parque ya no era placentero.
-Se llevaron la agenda de Elda y están todos sus contactos. Nos van a caer en cualquier momento -las compañeras de cuarto habían expresado sus sospechas.

Los recuerdos se iban esfumando y la lluvia furiosa, ahora, en la Patagonia, terminaba por sepultar antiguos episodios, que en sepia, se iban apagando en los daguerrotipos de la memoria.

-¡Llegaste, al fin! -Martín la recibía con toda su pasión, parado al borde del andén .-¿No hubo incidentes durante el viaje?
Una rara sensación en el ambiente no terminaba de definirse. Rostros tristes o desconfiados, miradas de soslayo, premuras y urgencias. No sólo por la lluvia, sino por el verde oliva tiñendo de uniforme monotonía la estación.

Ellos no estaban juntos allí para comentar en voz baja los sucesos políticos. Silvia y Martín estaban para celebrar el amor y el encuentro. No importaban las goteras en la pieza de hotel, ni las desconfianzas por la forastera, ni lo que vendría después.
Así, golpe a golpe, comenzó su vida en la Patagonia. Golpe de Estado, golpes al corazón y temores, que también son golpes; necesitan tiempo, para restañar heridas, para superar obstáculos, para concretar desafíos, para vivir el amor.

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