sábado, 19 de marzo de 2011

Antenas telepáticas.

En verdad pienso muchas cosas al mismo tiempo que dan vueltas y vueltas...
Vos también sos como nube de pampero, que apenas llega, ya se fue. Te deja un chaparrón para que recuerdes su frescura y "adío". Chau Bordolino.

Te mandé unas antenas, pero parece que nuestras cualidades telepáticas no funcan. Pero igual pienso en vos.
Capaz que un día de estos me agarra el reviro y te visito. Porque tengo espíritu viajero, o será un poco escaparme de mí mismo? ¿Qué pensás?
O capaz que te llame por teléfono.
O capaz que no hago nada y dejo pasar la vida mirando nomás, como se miran esas hojas que la corriente lleva en los mansos arroyos de nuestras pampas.

¿Por qué me desmenuzás cual pizza en sábado por la noche? Me das golpes por todos lados. ¡Como bolsa de arena quedé!
En vez de ser una dulce y sutil lejana prienda, más bien parecés una retobada potranca. ¡Qué joder!

Hoy es domingo. Afuera, sol. Yo estoy, tal vez, una vez en este domingo que no es domingo, sino una falaz mentira, como esas mentiras que nos avasallan todas las mañanas de bruma, de feroces dinosaurios que con recónditas colas golpean el tambor de mi pecho.

Estuve ordenando mi correspondencia y releí todas tus cartas. Tiré los sobres, ya que hacían tamaño bulto, tanto, que tuve alquilar una buhardilla para depósito.
Un día de estos voy a verte, para Navidad o Año Nuevo. ¿Estarás ahí, o allá?
Me disfrazo de Papá Noel y listo. Barba ya tengo, y bastante tordilla se está poniendo la muy desgraciada!

Pasan los colectivos y no hay nadie a quien esperar. La avenida Panamericana, recta, infinita, con puentes y carteles sin significado.
La soledad, entre todos, de un Sr. que ahora mide su tiempo con un nuevo calendario: antes y después de Silvia.

La madurez es algo extraño. Hay personas jóvenes y muy maduras, y hay otras muy viejas y muy inmaduras.
Lo que pasa es que la madurez, se entiende generalmente, como sinónimo de aburrido, de sistemático, de falto de impulso y de imaginación, y de todo lo insulso que caracteriza a las personas "maduras".
Espero que no madures nunca, porque en las dos o tres horas que hablé con vos, noté, un notable (valga la redundancia) halo de frescura de las cosas auténticas.

Estoy en mi cuarto de hotel. Una lamparita prendida; por la ventana, un cielo gris. Abajo, se oyen las voces monótonas de la dueña con algún visitante dominguero. ¡Qué bodrio!

Eres como la flor de Irupé, casquivana. Corrés con tus fantasías por la orilla del Paraná, pero nunca tirás el brazalete a la corriente, que yo espero, corriente abajo, que corriendo va callada y sin noticias...

Siempre hice lo que sentía, y si tengo, en este momento, que arrastrar la carreta cargada con mi vida, no te lo oculté, creo.
P.D.: Te extraño.
Va carta enana anterior.
Fue hace unos días carta super corta.

Me peleé en un boliche y me dieron una piña. ¡Bien hecho!

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