lunes, 19 de septiembre de 2022

HECHIZOS DE TURQUÍA

 

 

Cuando descubro muchas maravillas nuevas, siento deseos de contarlas. Así fue cuando conocí Turquía, multifacética, multicultural, mística y mitológica.

Confieso que no escribiré un folleto turístico, ni una crónica de viajes, ni poseo franquicia con agencias, ni me dedico a campañas publicitarias. Soy un periodista e investigador que se prepara para una presentación académica, concentrándome, un poco de poeta, un poco de marino, un poco de pirata, para llevar mis sueños por un barquito de papel. ¿Mar de Mármara?, ¿Mar Egeo?, ¿Quién sabrá? Menos aún, ahora que estoy bebiendo raki para añadir un poquito más de pasión en la noche turca con los ritmos sensuales de las odaliscas.

Los efluvios etílicos están haciendo efecto y aplaudo con excitación, cuando hombres y mujeres pasan a la pista para dejar billetes en sus breteles, en sus senos indiscretos, entre sus sedas y tules sugerentes. Tamboriles con incrustaciones de nácar, crótalos, como castañuelas, flauta, oboe, clarinetes, una especie de laúd, de cítara y una guitarra de tres cuerdas, van in crescendo, mientras el caderín se sacude en sinuosos movimientos y temblor de hombros en vaivén incesante. ¡Buena pasta ha recogido la bailarina, una Sheherezade contemporánea!

Imágenes de embrujo se suceden por el Estrecho de Dardanelos, cuando voy recorriendo Anatolia. Me asoleo con calor sofocante caminando por las ruinas del teatro romano. Hoy son aprovechadas para ofrecer espectáculos de ópera al aire libre, cuando se oculta el sol. Todos los restos de antiguas civilizaciones se explotan para ofrecer al turista, como el templo griego de Apolo y el de Artemisa, frente al mar Egeo. Hasta la Biblioteca de Celsius se prepara para ofrecer fiestas espectaculares o casamientos.

Artemisa, diosa griega de la fertilidad, o Diana, romana, y Cibeles (y pensar que la fuente de Cibelles estaba sólo en Madrid), también diosa de la fertilidad, una huella dejada por los judíos sefarditas expulsados de España. La fe en un dios, en Rea o en Gaia, como la Pachamama por nuestros lares.

Ahí veo el busto de Heráclito, custodiando las tradiciones de los hititas, cultores del arte ceramista en terracota y cuarzo.  Y de los frigios, que castraban a los sacerdotes, para no pecar. Y a Homero, el poeta griego que vivió en Ezmirna y describió la guerra de Troya, donde hoy pueden verse ruinas. Se dice que significa “Miedo de Dios” y que allí se realizó el funeral del mongol Gengis Khan, el más despiadado y sanguinario conquistador de la historia, que se autoproclamaba “Soberano poderosísimo”. Lo cierto es que se superponen historias y mitos, como el de Teseo, el Minotauro y Ariadna, así como las religiones que quieren justificar las guerras de antaño.

Sí, judíos, musulmanes y cristianos conviven en esta Turquía mágica, aunque la religión preponderante es el Islamismo. En Bursa está la casa de Mahoma, en la medina, y se dice que fue la primera mezquita que se construyó. El llamado Joya invita a la oración en la mezquita verde, previo lavado de rostro, manos y pies en las pilas para abluciones.

En Konia vi el Centro Cultural Mevlana, en honor al primer filósofo turco y al poeta sufí, Jalal Rumí, el creador de la orden de los derviches (significan mendigos) , los danzantes giróvagos llegados desde Armenia, que visten túnicas blancas y bonete blanco, girando en círculo buscando la unidad del hombre con Dios, mediante la elevación del alma en trance.

Luego de tanta espiritualidad, eºs hora de reponer energías con sopa de lentejas, kebab de cordero y musaka griega, acompañada de zumo de granada.

DE MEZQUITAS, GALLOS Y MINARETES

 

 

Si en nuestra región nos despierta el quiriqueo de los gallos, en Turquía a las 5.20 de la mañana nos sobresalta la invitación a orar en las mezquitas. Un rezo lastimoso se oye desde los parlantes de los minaretes que apuntan hacia los cuatro puntos cardinales.

Como un quejío al-andaluz, se asemeja a un dolor profundo. ¿Qué pena será? ¿O es un agradecimiento a Dios por la vida? Cinco veces al día se reiteran los llamados. En el interín el gulu gulu gulu de los pavos, es como si dijeran Gülé Gülé, el saludo de despedída de los turcos.

Circulan las mujeres tapadas con sus atuendos negros para rezar; otros portan sus alfombras para orar donde los sorprenda el llamado, en plazas, parques o jardines. Ameritan las ofrendas.

La mezquita de Suleimán, el Magnífico se construyó entre 1551 y 1557 y contiene un edificio funerario con siete tumbas para gobernadores y funcionarios. A su lado, el sultán hizo construir el baño turco dedicado a su amante favorita, Roxelana, una de las tantas que tuvo en su harém durante la dominación otomana.

Un hamman  limpia el cuerpo, la mente y el espíritu, y ¡lo necesito tanto! Voy hacia el Palacio de Topkapi, donde actualmente viven las herederas de las amantes, quienes no sólo tienen trabajo como prostitutas, sino como cocineras, tejedoras, o artesanas. Se dice que vivián las concubinas del harem, sirvientas, esclavas y los eunucos . Un sultanato de mujeres , aunque el harem fue el último símbolo de poder del sultán.

¿Antecedente del feminismo? El poder mayor lo tenían las valide sultán, quienes habían dado a luz a sus hijos; incluso influyeron en las conquistas imperiales. ¿Matriarcado? Una rara mezcla de tradiciones donde conviven judíos, moros y cristianos, que adoran a un mismo dios.

Desde tiempos inmemoriales las mujeres han deseado escapar de la prisión, como la historia de Aziyadé, concubina de un harem, que, enamorada de un joven oficial francés se aventuró a una historia de adulterio.

Los ojos verdes de la muchacha desde los barrotes del harem terminaron cautivándolo, cuando se adentró en los barrios musulmanes de la rada de Salónica. Por brevísimo tiempo, pudo tocar sus brazos a través de los barrotes y besar sus blancas manos, orladas de sortijas de Oriente. Con la ayuda de un barquero y de tres viejas judías, vestido a la turca, túnica dorada, cinturón con tres puñales damasquinados de oro y coral y fez rojo, se produjo el embrujo. Escapaba ella de la presencia del marido y de los hierros de las ventanas, hacia el cementerio de ruinas y tumbas de mármol y las noches de amor eran un canto de libertad.

Son muchas las Aziyadé que buscan emanciparse de cualquier manera. Aún deambulan por los garitos de los judíos en Turquía, que beben raki, hasta embriagarse.

Hoy, las mujeres jóvenes reniegan de las tradiciones, ya no rezan, se occidentalizaron. No usan la vestimenta exigida, sino fez y kaftan muy caros, a cara descubierta, luciendo sus bellos ojos seductores en las fiestas de las noches turcas, bajo la mirada autoritaria de los esposos.

Miro al cielo y agradezco la libertad que hoy tengo.