miércoles, 30 de marzo de 2011

Hay que lanzar una soga...

Se concretó la entrevista con la profesional del ETAP.aunque poco pudo obtenerse como conclusión.
-Yo no estoy loca para hablar con una psicóloga. No quiero -fue cortante.
"Puedo observar una gran angustia, antigua, de la que no pudieron develarse los motivos, ya que la alumna se mostró reticente al diálogo. Su actitud y postura corporal denotan serios problemas de relación interpersonal. Su ensimismamiento parece patológico.
Ante esta circunstancia, recomiendo citar a la Sra. madre de la alumna para una entrevista con la directora, técnica psico-pedagoga y mi intervención, a la brevedad posible.
                                                    Atte.
                                       Lic. Silvana Humboldt
                                          Técnica Psicóloga
Como una suave brisa, la mañana del viernes, Estefanía se dirigía hacia su curso, era casi etérea. Hasta su aspecto general era agradable, y todos los compañeros lo advirtieron, también su preceptora y el profesor de matemática, quien notó en ella, mayor concentración en la resolución de los ejercicios propuestos.
Hasta se animaría a mirar y sonreírle a Gustavo, ese chico que se sentaba dos bancos más allá del suyo, porque en el medio estaba su compañera Analía, linda, simpática y muy inteligente. Él era el chistoso del aula, que la hacía reír por lo bajo y que le transmitía tanta ternura.
A su vez, percibía que estaba a punto de pertenecer a ese grupo de la escuela; en su familia no se sentía incluida, y en el barrio, menos.
Esa mañana, a las 12 estaba citada la Sra. Esther y su hija se sentía aliviada, porque valoraba que desde la escuela se interesen y se preocupen para ayudarla. De distitntas maneras, estaba pidiendo que le arrojen una soga para salvarse, porque la cigüeña, hace rato que no se presentaba. Estaba segura que su mamá podría contar todo aquello que a ella la humillaba tanto, tanto...
-Hoy me voy a animar -decía para sí- Hoy estoy linda para él, porque no lloré. Creo que él siempre se dirige a mí, aunque yo lo mire de reojo.
Este era un día -lo presentía- en que los fantasmas de su pesadilla, esos oscuros personajes que no distinguía con claridad, pero que la llevaban por un pasillo tenebroso, se irían para transformarse en sueños. Porque ella, Estefanía, tenía sueños, sólo que no se permitía vivirlos, hacerlos realidad. Estaban abollados, como ese bollo que recién Dany tiró a los pies de la profesora de Historia, y ella ni se dio cuenta.

Puntualmente, doña Esther se presentó a la entrevista. Estefanía era la imagen de su madre, su misma presencia, sin prestancia, reconcentrada en sus pensamientos, cauta en el hablar y una expresión plana, sin matices, sin relieves.
Su voz, casi inaudible. Cuando, al fin, emitió algún monosílabo, pareció ser el resultado de un esfuerzo para librarse de esos labios finos y apretados. No tendría más de 35 años, pero aparentaba ser una mujer sumisa y ajada, de 50 o más.
Costó para que entre todas, comience a decir lo que les pasaba a las dos, pero cuando inició, fue una revelación.
Una vez superada la vergüenza, apretándose las manos callosas, un río de palabras entrecortadas fue como un delta con islotes inconexos, que hubo que recomponer para deducir.
"el concubino... electricista  ..Erwin.. insultos... mal llevado... azotes... mi chiquita... tan asustada... y yo.. también.., trabaja en la construcción...y la plata no alcanza...
Hasta que ese río de palabras, con sus meandros, y siguiendo su cauce, se desplomó en una catarata potente y sonora.
"El Erwin no es el papá de la Estefanía pero, no sé por qué, los días que no trabaja, porque ahora escasea, o los fines de semana ...-comenzó a sollozar convulsionada y apretó sus ojos, como para espantar imágenes que en ese preciso momento se hicieron nítidas -nos obliga a las dos a que nos dejemos, y a la nena, desde los ocho que empezó, y a mí me exige que mire todo lo que le hace, y ella grita, y entonces la sacude y entonces enchufa los cables que tiene preparados y le da electricidad, y ella se queda quietita hasta que termina... Yo siempre rezo y le pido al pastor de la Iglesia Pentecostal que me ayude. Ayer, en el oficio, canté muy fuerte los cánticos y lloré, pero no me sirvió de nada... Y al rato empieza de nuevo, y me persigue a mí con esa cosa llena de cables, y yo no me dejo, y rezo fuerte, pero las descargas... y la nena tiene que ver todo, y no podemos gritar, porque sino ese aparato nos da unos sacudones...
A veces, el Erwin está borracho y no puede, ¿vio? Y más se enoja y entonces nos pega a las dos... Siempre es lo mismo. Y me animo a contarles porque no aguanto más, y la Estefanía tampoco, y no sé cómo les conté todo esto, pero sé que Uds. nos van a ayudar -ahora sí sus ojos miraron a los ojos atónitos de las docentes, y sus hombros, su espalda y sus manos parecieron haber dejado esa carga que tanto le pesaba y la atormentaba.
Más tarde, la asistente social fue la encargada de asesorarla sobre los pasos a seguir, para defender sus derechos y los de su hija: vivir otra clase de vida, la que se merecían.

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