domingo, 4 de mayo de 2014

Tiempos de espera

Ya está. Está entregado el petitorio. La empleada de la mesa de entradas de la "Honorable Cámara I en lo Criminal" recibió la nota y selló la copia.
Greta ha vuelto a la ciudad de montaña, tan lejana de su Dinamarca natal y ahora se sienta a descansar en un banco del parque frente al lago. Seca el sudor frío de sus manos y su frente y busca calor en el vientre hinchado de una preñez avanzada, aunque sea ya una mujer más que madura para la maternidad.
Tal vez sea una niña, tan rubia como su hermana melliza y tal vez tenga esas pecas sobre la nariz y las mejillas, única seña que la diferenciaba de Úrsula. Si fuera niña la llamará como su hermana muerta, sería una manera de recuperarla. Quizás tenga la piel blanca y prístina como la nieve en la madrugada, pero los cabellos renegridos y los ojos oscuros. Y si es varón, lo llamará Daniel, como su padre.
En reverberación del agua calma le aparecen imágenes de aquellos tiempos. ¿Cuántos años pasaron? Le cuesta manejarse con los números, lo que sí tiene claro es que ha tenido que someterse a tratamientos prolongados y complejos para obtener un hijo de ese hombre que desde siempre deseó. Las mellizas lo conocieron en un tugurio del centro, un subsuelo de sexo, drogas y rock and roll. Él había elegido a Úrsula y Greta envidiaba a su hermana por eso. Siempre fue una atracción irresistible ese muchacho díscolo, de risa fácil, de picardía en los ojos, con una vida tan opuesta a la de ellas, que hacía inconcebible esa relación. Casi un "homeless" que supo apañarse para compartir con extranjeros una vida de fantasía. Un indigente, pero audaz muchacho, e inteligente, al fin, sabedor de sus encantos ante la concurrencia femenina, que lo halagaba.
Ahora, una brisa cada vez más fuerte desde el oeste, ha encrespado el lago y como pantallazos, ella ve la cabaña de troncos que alquilaban las hermanas años ha, en medio del bosque y de la naturaleza virgen. Habían tomado unas largas vacaciones para esquiar en el centro invernal. Supo después que ese sitio se transformó en el Barrio Pájaro Azul, con casitas sencillas pero entrañables, de un encanto particular.
Otra ola que rompe sobre el espigón le hace ver la imagen de la puerta del baño con tres impactos de bala. Úrsula no se hallaba. Estaba Daniel en un estado calamitoso... una borrachera padre, no le dejaba emitir palabra, sólo sonidos incongruentes y llanto. Greta sabía de sobra qué es lo que pasaba cuando bebía en exceso. Era cíclico. Alcohol, violencia; sustancias y más violencia: más alcohol y luego, en la cúspide de las alteraciones emocionales, los golpes a quien más quería. A Úrsula. Recuerda que una vez llegó arrastrándose y le propinó a su hermana una paliza descomunal, luego de regalarle un sombrero que había robado en el centro para ella.
Las olas embravecen y el viento arrecia. Es hora de partir. Habrá que esperar la resolución: informe de la situación procesal del condenado, en uso del derecho de libertad condicional y conocimiento de la fecha de extinción de la condena.
Greta huyó aquella vez y no volvió más a la cabaña del bosque. Supo por la prensa que él había asesinado a Úrsula, que la policía lo detuvo, luego de las averiguaciones de rigor. Un manojo de cabellos rubios junto al hogar, unas manchas de sangre que no había podido quitar y las declaraciones de la dueña de la cabaña, que no había concurrido para atestiguar, sino que había ido a cobrar el alquiler adeudado. Se pudo constatar que el cuerpo se hallaba escondido en el botinero que a la vez, oficiaba de sillón-cama, junto al ventanal. Daniel fue apresado mientras caminaba tambaleante y delirando, por las inmediaciones del lugar.
Ahora la mujer también mira por el ventanal cómo cae la lluvia mansa sobre al cordillera, mientras los recuerdos se suceden. Unas cortas pataditas en su vientre la sustraen y la retrotraer otra vez a los pasos que dio durante aquellos años. No regresó a Dinamarca, fue a visitar a Daniel a la cárcel donde estaba alojado por su condena. Delito de "homicidio calificado, agravado por el vínculo". Más que recriminarlo, ella quiso reiterar la escena que había vivido en la cabaña una sola vez, aquella tarde frío, cuando su hermana se había quedado dormida, luego de haber ingerido alcohol y drogas. Recuerda que ha´bia llegado él en completa sobriedad, que ella no pudo contenerse. Fuego y pasión. Lo sedujo y se entregó a Daniel en la alfombra frente al hogar encendido. Nunca se arrepintió, porque quería conocer qué se sentía al estar en brazos de aquel hombre; su hermana había tenido esa dicha, pero ella no, hasta ese momento.
En la cárcel no fue lo mismo, porque eran "visitas higiénicas"permitidas en un cuartucho deslucido y entre barrotes. Y fueron muchas, hasta que Greta no regresó. Estuvo en Holanda y sólo volvió, meses atrás, para visitarlo y amarlo en el domicilio donde gozaba de libertad condicional. Cuando el reo obtuvo ese beneficio, estudió leyes y se graduó como abogado. En el petitorio que acaba de entregar, Daniel, abogado, argumenta que, "habiendo sido condenado antes de la Ley Blumberg, podría haber cumplido la condena en 2012, sin perjuicios de alguna conmutación de pena".
Habrá que esperar, así como ella espera un hijo de Daniel y la libertad, confía en los avances científicos, y en la justicia. Será justicia.