martes, 29 de noviembre de 2022

LUNFARDEANDO

 

 

Chapo la pluma y el pelpa y te escribo un poema lunfa.

Voy a chamuyarte un poco. No soy versero. Tengo un berretín.

Escribo al vesre pa los chochamu.

Lo gomía no saben niente pa’enamorar a las namis.

Escriben paroles cachuzas, y las percantas le dan el raje a escobazos.  Me dan unas chirolas, o unos buenos morlacos, que es guita, ¿eh! Pa’ mí, esto es un yeite.

Terminé de morfar. Me tiré en la catrera no  pa’apoliyar. Pa’ pensar nomá. Y mi jermu, que no está. Menefrega.

Más tarde prendo un faso, me calzo los lompas rayados, me aliso las crenchas y me voy pa’ la yeca.

-No seas gilún, me dicen, que la cheno está finiquitando.

 Los cafiolos se yevan a las namis por el cayejon y me junan  con desconfianza.

Me duele el marote y se escucha un tango compadrón al salir del cabaré. Me tomo un feca y ya me voy.

CORTEZAS DE ARRAYÁN, DE PLÁTANO, DE ABEDUL

 

 Volvía de un largo viaje y quise ver en qué condiciones se hallaba mi amiga Silvia. Ya acercándome la vi, aunque ella no a mí. Sólo alcanzó a ver mi globo rojo que se quedó enganchado en la copa del arrayán. Ella estaba meditando al lado del árbol florecido, y pensé: “Otra vez está depresiva”. La distraje por un instante y supuse que con la cercanía, apreciaría con nitidez sus pensamientos. Parecía que lo logré; oficié de “oreja” para que Silvia descargara sus penurias y las expusiera a su terapeuta.

 

Sacar la cáscara seca de los plátanos para ver la lisura verde claro que renacía debajo en primavera, era mi obsesión. De chica, niña traviesa, también me divertía al sacar las cascaritas de la rodilla magullada o de los brazos lastimados, para ver la sangre que manaba. Qué placer chuparla, y al día siguiente ver la nueva piel renovada, como una nueva protección.

-¿Otra vez te lastimaste, Silvita? ¿Qué manía es ésa?

 Los trapos humeantes, fomentos embebidos en té de malva, insistencias de mi mamá, daban buenos resultados.

 

Donde vivo no hay plátanos, pero sí hay un arrayán frente a mi ventana y un abedul en mi jardín. Me entretengo y mientras pienso, rasgo las cortezas anaranjadas canelas., al final del verano, cuando sus florecitas blancas ya se están marchitando. Y disfruto quitando la cáscara blancuzca y deshilachada del abedul, mientras el polen amarillo vibrante se esparce volando y se deposita blandamente sobre todas las superficies y hace estornudar a los alérgicos, sin parar.

“La cáscara guarda el palo”, dicho popular, que como un escudo nos defiende, ¿de qué?  ¿las agresiones externas? ¿los amores egoístas? Las varias capas del corazón también protegen al latido intenso, impulso vital. Sístole, se contrae. Diástole, se relaja.

Y la aurícula izquierda, lo aprendí, alberga las emociones, los pudores, el optimismo, lo más preciado.

Cada vez que desprendo una cáscara, una piel, una corteza, es como intentar develar lo más recóndito y exponer sentimientos “a corazón abierto”… pero queda sólo en el intento.

 

¿Qué antigua remembranza me viene hoy a la cabeza, quién sabe?

-Esta es el alma y cada raya, es un pecado, hasta que el alma se pondrá negra -decía la monja en catequesis, mientras dibujaba un corazón que poco a poco iba tapándose de rayas –Y ahora, a confesarse!!!

-Los pecados son costras que recubren las heridas –pontificaba con siete ingenuos años.

-Hay una pulsión constante entre el hemisferio derecho y el izquierdo –Gabriela me decía hace unos días.

-Sí, otra capa más arriba, superpuesta, una cicatriz, no deja salir todo lo que se siente y eso cuesta lágrimas y dolor, acá, en el costado, que se agarrota como un puño –le digo- y el corazón ya no es un terciopelo suave; es una tela ajada por tantos rasguños eternos, para descubrir las entretelas del alma..

 

Escena enésima del teatro del taller de educadores.

Una coordinadora como asistente de dirección.

Una observadora como asistente de iluminación (de las ideas)

En círculo, los participantes asumen cada uno un rol diferenciado.

Cada vez, Silvia, siempre adopta el perfil de los que se tiran a la pileta para exponer una problemática educativa y tentar al análisis pedagógico. Una exposición a medias, que no termina de involucrarla en su interioridad, en su persona, en su ser docente.

Los otros, como oyentes pasivos, sólo atinan a argumentar, teorizar y promover deducciones, inferencias, inducciones y transferencias.

Todos, al fin, simulacros en cada acto, que resguardan la endodermis de los sentimientos, lo que no se dice con hechos. Sólo el hemisferio izquierdo se pone en evidencia, lo conciente, el raciocinio, la lógica. Corazón frío. Pecho caliente.

 

Una mano tibia sobre la mano del otro. Una mirada en lo profundo de los ojos del otro. Una caricia suave sobre la corteza fría y rugosa de un pecho que no late.

Un palpitar acompasado junto al otro corazón.

Pecho frío. Corazón caliente.

 

Esa nuez, el cerebro duro es una corteza rígida  que hay que despejar para ver todas esas circunvoluciones e intersticios que no dejan expresar las sensaciones, el inconsciente, las intuiciones. El lado derecho se resiste, se tapona, no fluye. ¡Hay que buscar una salida!!!

 

La sangre no circula, las arterias se taponan y una trombosis indica ¡Basta!

-Stress -le dicen.

Antes, una vez la sangre sí corrió y el embarazo quedó interrumpido y no hubo el hermano esperado para las hijas.

Después, mucho después, hubo mucha sangre, cuando Martín la expulsó en un balde y yo, al borde del desmayo, me arremangué y lo quise hacer incorporar, pero no pude, y pedí ayuda al vecino de la vuelta de la esquina. Parece mentira cuando uno necesita una mano no hay nadie. Era un día soleado, de esos luminosos que invitan al paseo. A dentro, todo era oscuro con olor a enfermedad, son sudor frío de sufrimiento. Y la muerte, mucho más tarde

 

Hoy, los anticoagulantes ayudan a que la sangre, mi savia, fluya. Ironías de la vida, como carcajadas burlonas.

Dos amores, irreconciliables, de momento, me espolean. Un amor filial, familiar, de la sangre, y un amor intenso, amante, tardío.

 

A Tupac Amaru quisieron desmembrarlo los españoles. De piernas y brazos tironearon los caballos. No lo consiguieron y optaron por cortarle la cabeza.

 

Una ráfaga ascendente y el calor me elevó otra vez y me fui pensando en la estrategia más apropiada para que las personas como Silvia, superen sus angustias, sin químicos, ni ideas desesperadas.

sábado, 19 de noviembre de 2022

DELITO DE ENCUBRIMIENTO

 

 

Hay un pueblo chiquito, perdido en el interior profundo, que es mágico y asombroso. Donde antes andaban los carros trasladando los vicios o los turcos trapichando jabón jaboneta veine veineta, allí se ha formado un cañadón que divide ambas partes del pueblo angosto. Poco a poco, fue creciendo la urbanidad y sus normas.

Sin mediar acontecimiento meteorológico, ni que un burro rebuzne como rezando, ni que desde la mezquita se invite a la oración, un hecho inusitado despertó la somnolencia del poblado. Apareció por la calle, un hombre encuerado con la naturalidad que la naturaleza le dio. Valga la redundancia. Teodoro Calvo, que no era lampiño caminó con indiferencia. Me contó mi abuela que se dirigía hasta la orilla del arroyo, que por esos días de tanto calor, era un hilito melindroso que se lamentaba por tanta sequía. Él, seguramente quería aclarar sus ideas.

-¿Está en pedo? -decían las comadres, mientras barrían la vereda.

-Es un pecado de Dios. Nunca viene a misa. -Proclamaba el cura párroco.

-¿Será una nueva modalidad de protesta? -Se preguntaba el Comisionado Comunal.

-¡Cuánto pelo tiene el Calvo! -Comentaban las monjas que llevaban a las pupilas de paseo dominguero. Se tapaban los ojos, pero espiaban entre los dedos, a la vez que acallaban el alboroto de las adolescentes.

-Qué desfachatado! -Gritaron enojados los parroquianos que desayunaban frente al prostíbulo.

En los pueblos petroleros abundan los hombres solos, ingenieros, maquinistas, capataces, obreros. Todos forasteros e infieles. En el cruce de la actual Avenida del Trabajo y Roca, era típico ver a la Tiburcia, la loca de amor, como le decían. Ella se paraba en la esquina para dirigir el tránsito con las ropas andrajosas y en la cabeza, ostentaba un calzoncillo, propiedad de quien le había regalado  la noche lujuriosa de los sábados.

Las vecinas espiaban desde las persianas para ver el color del calzoncillo y averiguar quién había sido el infiel, porque tanto locales como foráneos acudían al prostíbulo y a ella para saciar sus deseos incontenibles. Como siempre pasa en ocasiones parecidas, los casados también iban para obtener un poco de diversión. Sus esposas aburridas y quejosas eran unas matronas gordas y con ruleros.

-No es el calzoncillo del Toto. Un alivio. -se decía la Yoli.

-¡Ése es el calzón blanquiceleste de mi marido con la leyenda “Fuerza, que ya la tenés”! Lo voy a matar, justo anoche no volvió.

En la calle lateral se reunían las mujeres para las compras en el Almacén de Ramos Generales. El Cedro del Líbano, así se llamaba. Aprovechaban ellas a desenvolver los chismes de la semana, a sacar el cuero. Lenguas filosas y viperinas.  Una, con un ojo negro, porque dijo que se chocó con el ropero; la Mirta, que hace rato tiene sospechas y la tuerta Gómez, que no usa antifaz de pirata. Las tres armaron un plan.

Los hombres que apoyaban la iniciativa del Teodoro, pero no se animaban, ni mareados de alcohol barato, también comenzaron a buscar una estrategia, una especie de paro contra sus mujeres. Ellos se reunían en El empecinao. Como estaban transitando la Ley Seca, pedían sus bebidas que eran servidas en una taza y le reclamaban al mozo: Tapa, tío. Les decían los tapatíos.

Justo enfrente, en el Café bar “Los querubines” se hallaban los melindrosos, los chupacirios, los tirifilos, los indignados por tanta inmoralidad, el Juez de Paz, el Director de la Escuela, el Comisario… y otros del mismo palo.

Un revuelo sucedió en el mismo día. El profesor de Ética y Moral, por primera vez, fogoneó una sentada en apoyo al Teodoro, el corajudo. Quedaron las ropas tiradas en la puerta de la escuela y como si fuera un desfile cívico, salieron. Una rateada masiva. Los siguieron el Director y los otros maestros. Todos, rumbo al arroyo.

El monaguillo, beodo de tanto chupar el vino de la Sacristía, también salió encuerado, frente a los ojos absortos del cura. Lo siguieron las beatas mostrando su desnudez y porfía. El gomero, que le decían el rajao por mostrar medio traste y sin vergüenza, se cansó de regalar cubiertas viejas para los cortes de ruta, y partió.

En solidaridad con la kiosquera, a la que había quemado cuando tiró por la ventana el agua de los fideos (se dice que fue una venganza por haberla hecho cornuda con su esposo adúltero), también salió sin ropas, sin importarle las tetas caídas y su culo laxo. Nalgasflojas, su apodo.

Ya desde chiquita, la abuela se burlaba de las mujeres que, al escuchar las campanadas de la iglesia, acudían a misa. Sin saber razones, sólo por travesura, desde el plátano alto de la vereda, les lanzaba las borlitas llenas de semillas, que quedaban prendidas en sus mantillas negras o blancas.

Los del Empecinao que eran pocos, se unieron a la caravana, así, como vinieron al mundo, entre risotadas y chanzas. Los grafiteros desnudos estaban expresándose frente a la puerta del único cine, contra la prohibición de proyectar películas Triple A.

-¡Má, sí, vamos nosotros también!- El comisario y su escudero tiraron los uniformes y los birretes y salieron de “Los Querubines”.

-Si no tengo ley para propiciar la paz…- El Dr Aljarafe salió detrás.

La enfermera y el Dr. Medina dejaron la salita de primeros auxilios vacía y salieron encuerados de la manito.

Era tal el barullo provocado esa mañana, que las brasileras contratadas por el cabaret, madrugaron o más bien, extendieron su vigilia y se desnudaron para protestar contra la Tiburcia, que les quitaba los clientes. Los camioneros, obligados a plantar droga en los campos de soja, salieron mostrando toda su humanidad, y sus panzas.

-¡Qué lomos! ¡Qué fuerza! -decían las muchachas con todas las hormonas alborotadas. Los niños espiaban tras las celosías, porque tenían prohibición de salir.

No hay crónicas de la época, ni fotos de ese día memorable, ni siquiera quedó la estatua de Teodoro Calvo, ridiculizado con su miembro en baja, escondido entre el pelaje de orangután. La placa rezaba: En homenaje a la primera pueblada contra la hipocresía. Obra donada por el único bohemio del pueblo, Don Cáceres Alcatraz.  Dicen las malas lenguas que años después, mientras la ciudad crecía, cuando trabajaban en la cloaca mayor, las máquinas cavaron el arroyo sin nombre, subterráneo, y la estatua cayó para nunca más ser vista.

Todo esto me lo contó mi abuela, que en paz descanse. -¡Sé libre, pero digna, muchacha! -Una adelantada la viejita.

-Estoy leyendo apuntes de Introducción a la Psicología, donde aparecen teorías reivindicando la libertad sexual de las mujeres, y el derecho al placer en todas sus formas, la masturbación, inclusive. Dado que tengo que rendir Sociología I, en el oral contaré la historia del pueblo para argumentar respecto de los roles sociales, el liderazgo, y coaching proactivo. Una reforma última en el Código Civil plantea el delito de encueramiento. Tengo pendiente esta lectura. ¿O será encubrimiento?

VISTA ALEGHRE. AGUA DE FUEGO

 

 

 

Esta llanura rajada de grietas y arroyos secos…

                                                                                       Pero sí, hay un pueblo…Se oye que ladran los  

                                                                                       perros (Juan Rulfo. "Nos han dado la tierra"                 

                                                                                  Un río manso bordeado de enhiestos álamos y sauces que no lloran. Manzanas rojas y jugosas peras. Las manzaneras cosecheras, de cachetes rojos, rebosantes, subyugan a los trabajadores golondrina. Hay cerezos adormecidos de belleza. Los campos florecen en los labios de la mañana y las vides, pletóricas de uvas blancas, negras y rosadas.

Aromas de sidra, champán y vino, desde las fábricas. Aromas de mermeladas y chicha, desde las casitas humildes. Acequias rumorosas y la voz ronca del viento juega entre los frutales. Placidez y calma en el paisaje pastoril, como una égloga, dan sosiego al espíritu. Allá, junto a las bardas rojizas, ramonean las cabras. Vista Alegre le llamaban a la villa tranquila.

Hoy la mirada hace remolinos en la memoria. La bestia ha mordido al hombre. La tierra silente huele a brea y a cemento. Palabras nuevas: Expropiación. Oro negro. Crisis y políticas energéticas. Calentamiento global. Economías regionales. fondos estatales. Fondos privados. Globalización…

Todo vestigio vegetal arrasado. Sólo desierto. Desde los huecos se esconden las plegarias. Piedras y más piedras. Jarillas, coirones, palo piche y cardo ruso ruedan con el rugir del viento. Han huido las mariposas y la esencia efímera de la esperanza.

Gatos, extractores de petróleo, como antiguos dinosaurios se divisan en el horizonte. Por las noches ya no hay luciérnagas, son los venteos de gas que borran las huellas de la desidia con su fuego. Rojo infierno.

Portentosos motores, vehículos como monstruos, grúas y máquinas, horadan la tierra de noche y de día, sin permiso.

-Un lugar que oprime las costillas y sofoca la garganta. -Al chacarero lo ha alcanzado la melancolía y la tristeza. Con mirada absorta retiene y traga toda la arena del desierto, hasta el último grano de arena.

Meseta árida, cuarteada, reseca, rescoldos, humaredas, osamentas y cenizas, donde los esqueletos deambulan sin norte, llevando un espino entre las falanges.  Con voz nativa la llaman “Agua de fuego” y ahí está la evocación de “La Pasto Verde”, que en medio de la Campaña del Desierto, con terquedad de mujer, con decisión y coraje, quiso crear un paraíso verde, escarbando el ombligo de la tierra.

Una construcción baja, de chapas de zinc, donde el viento arrasa, recibió a la soldadesca para saciar sus ansias. Ellos le arrebataron el destino de las muchachas. La soledad les agujereó los sueños, penetró el alma y les arrebató la esperanza.

Más tarde, muchos años más tarde, desde las cumbres más altas vino el aluvión de agua y barro y sepultó definitivamente todas las ilusiones, como un castigo a las mujeres fáciles.

Así se va transformando la vida que era antes. Si el follaje verde de los árboles abre las cerraduras de la vida, la rueda de los engranajes de hierro,  muelen las alas rotas de los sueños.

TENGO DOS CASAS

 


Bueh, yo no. Una es de mi papá, que vive con Ely y con los dos hermanitos nuevos, y la otra es de mi mamá que está con su nuevo marido; todavía no me regalaron ni un hermanito. Así que algunos días estoy en una casa, y otros días, en la otra.

¿Dónde me gusta más estar? En las dos, porque hago cosas distintas; lo que más me molesta es escuchar siempre los chillidos de los chicos, uno porque quiere teta, y el otro, porque quiere upa… dicen que tiene fiebre.

En la casa de mi mamá me dejan estar todo el día con la compu, pero a veces me aburro. Andá a jugar, me dicen, pero ¿con quién? No vayas a la calle, que es peligroso, me gritan. Entonces pido que me lleven a la otra casa.

Enfrente vive Azul, que sí la dejan salir. Siempre anda cantando y cortando los tulipanes del jardín en mi casa. Agarramos manzanas verdes del árbol de la vecina y desde arriba, jugamos a embocarle a los autos que pasan… total no nos dicen nada. Ellos están atendiendo a los bebés que gritan. Entro y cuando no me ven, le pego un pellizcón al de dos y así grita más… el bebé que gatea está más tranquilo. Se ríe cuando se mete en la boca las hojitas de la planta de Ely, que está en un rincón; tiene los cachetes bien enchastrados de mocos y dulce de leche.

Mejor me voy afuera, es más divertido. Azul trajo unas pinturitas y pintamos la pared del fondo. Ella dibuja una flor y empieza a escribir PUT… pero sale mi papá y nos ve. ¿Por qué arruinás la pared? Esto es arte… en mi familia somos todos artistas. Mi tío de Alicante toca la guitarra y se gana su plata a la gorra, también pinta graffities. Y se va haciendo una seña que me parece conocida; junta los dedos y levanta el dedo del medio. ¡Pendeja de mierda!, dice. Y ahora vas a rasquetear la pared y limpiar, me dice ¿Por qué yo, si no hice nada? Entonces, ustedes limpien la pared blanca del living que está toda rayada con crayones.

Me subo al triciclo de plástico que está tirado afuera, y se lo aplasto. Pateo la pelota hacia el patio de la vecina, que me echa porque le di al perro que está siempre ladrando. Me voy y le hago esa seña que me enseñó Abril, con el dedo del medio hacia arriba.

Pero no importa, total pronto nos mudamos a otra casa. Voy a ver cómo me divierto en el otro barrio.