martes, 9 de abril de 2024

Fantasmas hambrientos

 

 

 

Un alma ultrajada en sombras deambula entre las penumbras de la noche profunda.

Susurros invisibles llenan el aire y llevan y traen historias ancestrales.

En las fronteras entre lo real y lo sobrenatural, los espectros disputan verdades a medias o medias mentiras.

Cicatrices que la mente desorienta, como fantasmas hambrientos.

Las velas parpadean en un rincón olvidado.

Hay sed de venganza y una maldición pende sobre la mansión derruida.

 

 

Desde la ultratumba

Indiscretos fisgones, a partir de un sortilegio pierden la razón y la cordura. El misterio de lo desconocido es tentación para los audaces.

El silbido del viento rechifla en las chapas, golpetea las ventanas, hace crujir las maderas. El miedo no los amilana, aunque a ellos le castañeteen los dientes y les tiemblen las rodillas. El frío les socava las fuerzas.

-Busquemos allá, donde aparece esa mancha de humedad. Dame el martillo.

-Yo lo soñé, y éste es el lugar. -El solterón, el ermitaño,  era tacaño (valga la rima y la cacofonía). En todo el pueblo decían que guardaba una fortuna que nunca compartió. Cuando murió, el olor a cadáver podrido, delató el suceso. Revolvieron todo, y nada; se llevaron muebles, canillas, recuerdos… y nada.

Robertito y Alina no habían probado en el cementerio, en la fosa común, donde van a parar los indocumentados. Tenían que hallar la ocasión para salir de noche y con linternas.

Bajo la mesada, una gran mancha de humedad y unos ladrillos flojos, les indicaron que ahí tenían que romper, y allá, donde alguna vez una vela titilaba; todavía puede verse el chorrete de cera.

-Dale, yo saco unas baldosas por acá, y vos, metele con la masa.

Pese al miedo y el frío, ella sonríe recordando. -Vamos a la casa abandonada. -Está en las lindes del pueblo. Alina lleva de la mano a Robertito. -¿Me mostrás tu pilín? -¿Te bajás la bombachita? – Sí, primero nos observamos, y después, a lo que vinimos…

De un parante podrido asoma un gusano gordo que parece burlarse de su inocencia. -Pero yo leí que la aparición de gusanos en una casa indica que son guardianes de tesoros terrenales. -Alina está entusiasmadísima.

-Yo lo soñé. – Robertito trata de hilar la secuencia de ese sueño, pero las imágenes se esfuman. Él ya es Roberto, con el que Alina soñó siempre.

Curiosamente, como antenas telepáticas, él recuerda lo mismo y martilla con tenacidad, afiebrado y sudoroso.

Un silencio sofocante se apoderó del ambiente cuando apareció una lápida desdibujada por el tiempo y el óxido. Alcanzaron a ver un mensaje de ultratumba:

“Los monstruos de la noche los guiarán”.

La luna de abril iluminaba la fosa, cuando una mano huesuda atrapó a Roberto y lo sumergió en las profundidades de la tierra removida.

-Mamá, ¿cómo murió papá? – Alina no supo responder al misterio.

Pinceladas patagónicas

 

 

Me llamo Perla como el nombre del centro de detención de Neuquén la cuestión es que llegué a la Patagonia  justo el 24/3/76 dos días seguidos viajé en tren me había acostumbrado al paisaje amarillento de comienzos de otoño y los ojos azules se tornaban en grises como cuando cambia el tiempo y sí las nubes cubrían casi todo el entorno y sólo se veían esas pertinaces flores amarillas que crecen entre el canto rodado y en las grietas de las piedras como si fuera la última exhalación de ésas que son para mirar porque emanan un fuerte olor acre sacudidas por el viento y si las tocás te ponen las manos pegajosas porque no se deben cortar ojo! de improviso la estación se había teñido de verde militar nada entendía porque durante el trayecto mi mente estaba ocupada con la huida y la carta dejada a los viejos que ya a esas alturas se habían enterado y estarían sufriendo porque había elegido vivir un horizonte de amor o realmente escapaba … la chuparon a Elda cállense hijas de puta  por el teléfono… y una vida profesional traía en el equipaje el flamante título y las esperanzas  y vinieron los cacheos cuando el soldado vio el documento y mi nombre me auscultó con desconfianza y tiró al tacho de basura para ser quemado el único libro que llevaba el que recomendaba cómo leer al Pato Donald y yo no sabía que también estaba prohibido y la revisión exhaustiva de los bártulos y las miradas sospechosas mientras los pobladores me observaban con la exasperante pasividad que da la calma y la aridez del paisaje ¡Ah! lo que más extrañé era no ver el verde de la llanura y el fluir de las aguas corriendo mansas allá pero acá el viento constante todo lo secaba y los cardo rusos rodaban a merced del viento… un tratamiento facial hacía el arenado en seco sobre la piel y para proteger los ojos unas gruesas antiparras y la nariz cubierta con un pañuelo parecía una terrorista chiíta cuando iba a trabajar a la escuela agarrada de las paredes para que el viento ululante exasperante no me estampara una vez o correr hasta la vereda de enfrente la de la estación de tren de Plaza Huincul para que no me degollara el cartel metálico de chapa y pintura que se bamboleaba peligrosamente terminé de cruzar y cayó primero uno y después los otros álamos uno a uno cuando había logrado adelantarme y los gatos petroleros seguían impasibles subiendo y bajando y una podía pensar que abajo muy abajo fluían ríos de petróleo negro espeso mientras circulaban las camionetas petroleras y los obreros del gas con sus mamelucos engrasados ahora me acuerdo de las profesoras de la escuela técnica esposas de los directivos me observaban desde sus hombros altaneros la ropa que llevaba que no era lujosas como la de ellas y nunca acepté tomar el té a sus casas porque había escuchado cómo criticaban en la sala de profesores al día siguiente el mantel y la vajilla con la que servían el té en la casa de la anfitriona las tacitas cachadas viste y las servilletas que no hacían juego con el mantel ¡ah! me acuerdo que cuando tomábamos exámenes de Lengua llenaba sólo con mis iniciales mi nombre los otros renglones los ocupaban ellas con sus dobles apellidos de rancia estirpe ya me había acostumbrado a usar el disfraz de profesora trajecito oscuro de pollera y blazer nunca pantalones porque también estaba prohibido y después correr a ponerme cómoda e ir hasta el predio del hogar de niños para ver el único chorrito de agua que chorreaba a borbotones con olor a azufre ahí es cuando más añoraba los ríos de mi litoral y el verdor de sus campos y los gatos seguían subiendo y bajando había también otros gatos en los prostíbulos de la ciudad petrolero que maullaban llorando y compadeciéndose de la vida que les tocó y las lágrimas de cocodrilo les corrían el maquillaje grotesco después oía en la madrugada gritos frenazos alaridos y botellazos por la Av. Del Trabajo cuando estaba terminando la batahola los ingenieros borrachos volvían al Hotel Alfa para descansar unas pocas horas antes de sacudirse la resaca y reiniciar la dura tarea en la construcción del acueducto o las quinientas viviendas, o en los campos petroleros… y el viento el viento que todo lo arrasaba hasta la juventud se ajaba en los rostros curtidos que ocultaban quién sabe qué vida anterior y el chofer de la empresa no podía superar las pesadillas cada noche volvían y se despertaba gritando sudoroso porque volvía a oír los aullidos de los cuerpos amarrados con piedras grandes que eran arrojados al lago San Roque cuando él hacía la colimba… un regalo de la vida fue el nacimiento de mi hija en la foto de presentación en sociedad se ve la barba frondosa y la pipa del papá y yo jovencísima atrás el Pozo Nº 1 y el Citroën azul constrastando con el panorama gris y otra foto del zanjón que quedó después del aluvión y la soldad la Pasto Verde y ahora me acuerdo de la primera estampida social y Teresa Rodriguez … y yo tenía miedo que me robaran a la beba o que se quedara sin madre…por aquellos tiempos soñaba con aguas turbulentas y cenagosas ahora son aguas cristalinas y hago la plancha y veo el cielo azul y soleado y las montañas con toda la lujuria de colores y hablando de agua tengo mucha sed porque tengo la garganta seca. Un vaso de agua, por favor.