sábado, 12 de marzo de 2011

Una masa de mármol caliente.

-¡No!, me impresiona, mejor en este brazo.
Me quedaron los moretones durante largas semanas, violetas, luego verdes, después amarillo, como un viejo semáforo borroneado por el tiempo y el polvo de los caminos, en un cruce semipoblado, donde no hacen falta semáforos.
¿Todo esto me pasa por ser sanguínea? ¿Por qué no seré flemática, como los ingleses, con ese humor fino, tan británico, o como los mapuche de mi Patagonia adoptiva, tan "pachorrientos", como decía mi abuelo Emilio.
"Non calentarum, largum vivirum" En ese burdo latín vulgar, dicen las lenguas experimentadas. Y yo me enervo, no me quedo quieta, aún sin respetar la prescripción de reposo. "Culinquieta" me decía mi tía Amalia, acariciando mi cabeza testaruda. ¡Bah! y me lo dicen hoy mis amigas y colegas. Sólo Juan, en cambio, me transmite paz, y eso me hace tanto bien...

Ahoira les contaré por qué lo de la heparina y la anticoagulación.
Me hicieron un eco-doppler, luego de embadurnarme con ese gel frío, la ingle derecha y la pantorrilla. El aparatito, como un mouse, estaba puesto a todo volumen y me recorría concienzudamente. Se oía el retumbar de la sangre en todo el ambiente. Ese borboteo me asustó y me impresionó. Blanca, me puse, como las blancas paredes del consultorio.
-¿Ve? Mire -señalando la pantalla del monitor- Acá se produjo la trombosis. Esto fue hace una semana.
Y mi pierna palpitaba, y la piel parecía reventar; la sangre iba a estallar y manchar la blanca camilla, las paredes y el guardapolvo, pulcrísimo, del especialista en diagnóstico por imágenes. Y yo, muda.
-Ahora le doy la copia de este informe.
-Trombosis venosa profunda -sentenciaba el diagnóstico.
Mi hija Magdalena, la que no se asustaba, ni se asusta con la sangre, me acompañaba y se asesoraba sobre los pasos a seguir.
-Tendremos que internarla, en observación -informaba el médico de guardia.
-Esa sigla TVP, es trombosis venosa profunda?
-Sí, la trombosis de hace unos meses fue superficial -aclaró. Ahora tendrán que dirigirse a la administración para resolver el tema administrativo-financiero.
-¿Por qué? -al unísono, Magdalena y yo.
-Por el tema de la obra social, formas de pago y demás papelerío -nos dijo- Mientras, voy preparando la derivación.
-Mi carnet está a punto de vencer -pensé.
Esperábamos en la sala, tan aséptica, tan impersonal, tan inhumana, porque los pacientes, en las clínicas, no son pacientes, son números, son clientes.
-La obra social docente está cortada ahora -le dije a mi hija, pensando en otras circunstancias en que necesitamos atención médica y hubo que pagar de manera particular, sin chistar.
-Hola, Silvia -saludó Hortensia, pálida, ojerosa y cansada -Acá tampoco atienden si no pagás, y yo estoy recorriendo otras clínicas, y nada. Iré al hospital zonal, creo.
-Me parece que allí nos encontraremos, más tarde -le contesté.
-Paciente -pensé -significa enfermo.
-Quedarse quieta, -me dijo mi hija, como adivinando mis reflexiones.
-Claro, todo lo contrario a activo -razonaba, mientras mi pierna parecía estallar, latía, palpitaba, y la sangre bullía, ruidosa, adentro.
-Tuvo Ud. algún embarazo interrumpido? -me preguntaba el profesional.
-Sí, perdí un embarazo de cuatro meses -respondía- hace algunos años.
-Claro, es una de las causas más añejas de estas patologías -me informaba.

-Elongar ayuda a distender los músculos -recordaba a la profesora de pilates, mientras extendía en toda su longitud la masa de mármol granítica y caliente de mi pierna derecha, y nada!!!.

Unas últimas brazadas, hasta llegar al borde.
-¿Y si un coágulo se hubiese ido a los pulmones?
-¿O se hubiera escapado al corazón?
-¿O al cerebro?
Me salvé. Ahora tengo que pensar en mí, sólo en mí.

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