jueves, 24 de marzo de 2011

Hace 35 años. Balada en prosa de una huída (en dos entregas)

-Ahora entro a la Patagonia, solita y mi alma -Silvia piensa mientras mira por la ventanilla del coche Nº 5, clase turista.
Una lluvia mansa va transformándose, por momentos, en nevisca y va cubriendo los pastos duros del desierto.
Lejos quedan las llanuras verdes. Trigales meciéndose con la brisa suave. Rojez de los campos de sorgo. Altos girasoles sinriéndole al sol. Lagos celestes de lino.
Allá, por los años setenta, ésos eran los colores de la pampa húmeda. Aún no era el monótono verdear de la soja, que invade todos los espacios cultivables hasta tapar los carteles de chapa, colgados de los alambrados,  anunciando cosechas abundantes y rindes sorprendentes.
-Ojo, esos paisajes te traen nostalgias, te hacen dudar? ¿Tu conducta será aprobada o habrá reproches? -el superyo de Silvia comienza a manifestarse.
A este relato le están faltando antagonistas.
Un paisaje extraño comienza a vestirse de blanco. Suaviza la aspereza de los neneos, redondea las espinas del jarillal, aplaca los volantes cardo-rusos, o somete el filo de las cortaderas.
Algunas flores amarillas -sabrá después su nombre, melosas, de olor acre y pegajoso néctar amargo -aún se yerguen al reparo de los socavones.
A lo lejos, unos cerros oscuros custodian el entorno repujado de coirones agrestes.
-Aquel se llama Cerro Policía -comenta una lugareña sentada frente a Silvia, mientras saborean unos amargos calentitos y compartidos. El vagón está frío a esa hora temprana del mediodía; no logra entibiarse todavía.
Una energía psíquica, deseos y pulsiones primitivas la impulsan y su mente se adelanta, como apurando el ritmo del viaje.
-Parece que el dios Eros y tu libido reprimida quiere placer ahora, ya, con gratificación inmediata -Ello-Silvia le comenta al oído, mientras ella se hace la distraída bebiéndose el paisaje que se graba en su retina.
-Un paisaje nuevo que, en una vuelta de página, me albergará -trata de convencerse- Porque me espera otra vida y nuevos desafíos, una etapa diferente y un amor apasionado.
Otras veces, su inconsciente navega hacia la popa de los recuerdos.
-Tu hermana sí que tiene huevos. Ella sí que se jugó como mujer. No cualquiera toma las decisiones con tanta convicción -le decía Marcos a Roberto.
Vuelven a su mente las imágenes de los preparativos para el viaje hacia el sur.
-Me voy al sur, me contrataron. O venís conmigo, o se acaban las cartitas de amor -le había comunicado-intimado Martín, un mes atrás.
-Tampoco llegarán como cada semana, los poemas y los regalos en cajitas de encomienda -recordaba Silvia.
-¡Cartero! -y su corazón daba un vuelco, mientras corría escaleras abajo para recibir la carta tan esperada.
Contrabando "hormiga" de libros, de enciclopedias, de apuntes, de diccionarios. La faena diaria se concretaba hacia la casa de su amiga, la turca compinche, preparando el equipaje.
-Yo te voy a llevar a la estación de Santa Fe -confirmaba Raúl, el veneno, su amigo de trapisondas de la infancia y la adolescencia.

"Cuando lean ésta, ya estaré lejos, en viaje" -decía Silvia en la carta que había dejado a sus padres debajo de la almohada - Ya no soy una nena a la que hay que proteger. Me transformé en una mujer capaz de desenvolverse sola" -continuaba.

-¿Ya superaste el Edipo, nena? ¿Ya te animás a desafiar las imposiciones paternas, y te burlás de las moralinas pueblerinas? -Ello-Silvia nuevamente aparece para develar los impulsos irracionales que están en pugna. Inevitable.
Es el dios del amor, Eros, que lucha y se enfrenta con Thanatos. Si no es la muerte, ¿será la agresividad y la destrucción?
Mabel y Miguel, sus amigos de la adolescencia y la juventud, la esperaban para despedirla. No estaban muy convencidos, pero la apoyaban, la acompañaban en su decisión.
-No quiero que sigas con ese tipo, es muy mayor para vos -decía su padre.
-Martín parece un hombre bueno, que te quiere. Pero, catorce años de diferencia ...es mucho -decía su madre.

"Los hijos no son para tenerlos toda la vida. Si se les tiene confianza, hay que darles alas y dejarlos volar. Es una actitud egoísta pretender retenerlos siempre..."

-¿Te copiaste de Khalil Gibrán, el profeta?- se burla su superyo.

"Ustedes ahora no me comprenden, se angustiarán, sentirán tanto dolor como el que yo siento, pero más tarde, luego de las reflexiones, vendrá la calma, y lo aceptarán..."

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