Blanca tiene la tez pálida, como
un cúmulo nuboso en los cielos de verano, cuando se espera la lluvia. En los
días brillantes de sol, sus ojos son azules. Azul lavanda, diría, como si ese
color y ese aroma le diera la calma que tanto necesita.
De mirada huidiza, el azul se
torna gris, cuando anticipa la tempestad que seguro vendrá. Hasta puede
vaticinar rayos y relámpagos en medio de los truenos.
¿Vieron que hay gente que se
queda quieta y se paraliza cuando el humo de los pensamientos comienzan a
desarmonizarla? Es preciso, entonces, descolgar del tendedero los vestidos del
miedo. Por el contrario, otros miran a los ojos, y sonríen más que con la boca,
con los ojos. Son los que buscan comunicación y socializan aún con
desconocidos.
Pero la mujercita en cuestión, camina mirando
el suelo, sólo ve zapatos de transeúntes apurados; nunca viste ropas
llamativas, como para atraer a las mariposas. Un rostro opaco, así jamás será
motivo de encuentros, ni siquiera con los pocos recuerdos felices. Tampoco hallará alivio. Por las noches, casi
siempre, los demonios la acechan y no le dan respiro para alcanzar el sosiego.
-Tenés que hacer trabajo físico,
gimnasia, no sé, para dejar el cuerpo cansado y vas a ver que dormirás como
tronco.
-Vamos a seguir un tratamiento
con psicofármacos, Blanca, para ahuyentar a esos fantasmas.
_¿Y si te centraras en una
introspección? Autoconocimiento, le dicen.
-Dejate de joder con tantas
vueltas, No te empastilles más…
-¿Y si ves a un a curandera o una
bruja?
-Probé con todo ya. Medicina
tradicional, Medicina alternativa. Y lo único que tranquiliza mi angustia, son
las tisanas de hipericum, que se hace con hojas y flores… Pero, de nuevo, en
mitad de la noche, y aún con el velador prendido, veo sombras, vuelven esos
malditos y sufro cada vez más.
Un sujeto muy entrometido que
escuchó esa última conversación, se animó a aconsejarla.
-Señorita, perdón por la
intromisión, oí todo y no puedo contenerme. Para sus males, lo mejor es poner
entre la funda y la almohada, una bolsita de semillas, flores y hojas de
lavanda. Verá que podrá dormir ocho horas seguidas sin complicaciones.
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Ahora sí, en secreto, está
presente aquí, en nuestra tertulia, el último personaje de este relato. Se
llama Oscar. Lo invito a deleitarnos con su conversación, al momento de abrir
el micrófono. Gracias.