sábado, 21 de mayo de 2022

EL LARGAVISTAS ROJO

 

 

Si fuera un alumno que debe hacer la tarea que le pidió el profe (descripción para marcianos) no sabría cómo empezar. En principio diría que soy un artefacto de plástico rojo que sirve para mirar … mejor, observar con atención, si el que me usa, colgado al cuello por una cuerda, adecua la visión poniéndolo sobre sus ojos para ver de cerca o a distancia.

Recuerdo a una nena que caminaba de la mano de su padre con su pollerita tableada, por los jardines del zoológico. Me eligió señalando con su dedito explorador, entre tantos otros juguetes. Globos de colores, molinillos para soplar, burbujeros para brillar, pajaritos silbadores, libros infantiles…

No sé por qué razón sería, pero puedo intuir que la niña de ojitos soñadores, quiere (ahora ya en el presente), acaparar en su retina todos los colores de sus sueños, como cuando pintaba montañas nevadas y un tren que bufaba, imitando la tapa de la caja de veinticuatro colores. Supe que sería un implemento imprescindible para atrapar todo el universo.

Veía las plumas tornasol de la cacatúa, los ojos atigrados tras la reja, la mirada orgullosa de la jirafa, las travesuras de los monos… Hoy ya no, los animales están libres.

Ya observa desde el faro Querandí el horizonte donde asoma el sol y quiere volar con las gaviotas; desde el mangrullo patagónico, observa la polvareda de la caballada de la Campaña del Desierto; en la proa de un barco ve saltar a los delfines juguetones y sonríe, hasta le parece ver a un tal Daniel persiguiendo a las sirenas.

En el balcón, la niña Jazmín, ya una mujercita apasionada y poeta, se coloca en la oreja derecha su flor perfumada y ve a las sevillanas paseando por el puente del Guadalquivir, con todo su gracejo, yendo hacia Triana, la Feria de Abril. O quizás ve a “Un tal Ernesto” también con su jazmín en la oreja, caminando paralelo a las vías en los suburbios, en busca de su verdad.

Esta tarde ya no hay vendedores de fantasías en el parque, sólo vislumbra una especie de zombies encapuchados y con mochila, con la cabeza gacha chequeando las redes, esquivando jeringas y preservativos anudados y arrojados después entre las matas. Un tal Sam pasa azorado, o tal vez avergonzado, rápido para no perderse el programa de divertimentos de los sábados en la tele. Los rateros no roban ni libros, ni poemas que cuelgan al viento.

Sólo sé que hay miradas, que endulzan el agua de los colibríes, abrasadoras, que abrazan sin mesura, profundas, que silencian el jolgorio de los pájaros y el ruido citadino, que se pegan en la piel para mitigar el dolor, insolentes y perversas que hacen temblar las hojas en la escarcha, que se achican en sospechas, que acarician las membranas en suave terciopelo, que estallan en un instante furibundo…

Hay señales que son quimeras.

ACUARELA MECANICA III

 

 

Enmarcaría las expresiones de aquella vez en una etapa adulta. Es que los zapatos dejan huellas escondidas; sobre el borde del camino, una piedra nos hace frente. Tiemblan en cada pisada y quieren prenderse a los rayos fugaces de la fantasía.

Había dicho:

-La contundencia de las pancartas o el punto final de un relato.

-Marcha pesada e informe de los manifestantes.

-Grito uniforme de los prisioneros al paso de los uniformados.

-El contrapelo del puercoespín.

-La revuelta de los reclusos.

-La resaca de los apestados.

-El grotesco retrato de un guignol.

-La callada voz de los incautos.

-Las agrias voces de los resentidos.

Es que cuesta abajo, se iban secando las azucenas. Una historia de amor concluía, porque emigraba. Pancartas y paro en el comedor universitario. La bohemia de los estudiantes, un café y un poema en la servilleta. Teléfono pinchado, quemazón de libros, revistas y folletos que era complicado tener y la huida, siempre hacia el sur. ¿Por amor o por miedo? Hay peligro de ser eliminados en la partida; un gambito sacrifica al peón, un salto en diagonal sobre el tablero, una torre por donde espiar el afuera. Un payaso maldito en el laberinto del terror.

No dejé escapar el tren. Por la ventanita veía cambiar la profusión de verdes campos al amarillo paisaje patagónico y frío. Una paloma se posa para mirarnos. El tiempo nos enseña a valorar la vida. Vago en los pliegues del recuerdo y veo un gorrión asustado. Un gusano silencioso nos corroe, como esa carcoma de la madera vieja. La ventanita es el límite. Una paloma con el ala rota se refriega en el alféizar. Un zorzal me mira y parece comprender mi soledad. Un gorrión se limpia las plumas y emprende el vuelo.

Parece que la vida, esa frágil circunstancia, nos pone a prueba y nos tantea. Algunas veces va iluminando espacios, y en tantísimas ocasiones, va oscureciendo zonas de luz. Finalmente, la vida dispone sin pedirnos permiso, aunque cada cual puede decidir su rumbo. Y la luz, de sagrada belleza enmudeció al sol. La iridiscente placidez me hizo tomar una decisión.

-Me doy de alta. -Le dije- Serán momentos de fantasía.

“Lleva de sombrero un origami azul que le cubre la cara; los pies están sumergidos en el agua transparente del lago. Se esfuerza por aflojar las piedras que lo sujetan a la orilla. Insufla el aire frío. El viento le quita el sombrero. Se prepara con esmero, porque tiene agallas y es ahora un superhombre vengador y anfibio, que al final, se libera. Sus pies no son pies, son aletas de un gran pez que se zambulle y nada en dirección al dinosaurio orgulloso que flota asomando su cabezota para otear el horizonte. Lo llaman Nahuelito.”

 -Si usted lo decide, así será. -Me dijo.

ACUARELA MECANICA II

 

 

Sabía que el profesional iba a llevarme hacia el pasado para reconstruirme en este presente. Me adelanté.

Podía reconocer cada una de las expresiones que pronuncié aquella vez, porque concuerdan con un tiempo feliz. La inocencia, el asombro, los deseos y las ganas de ascender la cumbre para transformar las piedras pinchudas en el canto rodado de la vida por transcurrir.

Dije tiempo, y qué es sino una etapa que sucede demasiado rápido y que es preciso atrapar y guardarla en la cajita de los recuerdos, como ese enorme ramo de rosas, violetas y azucenas que le regalé a mamá, y que había hurtado del jardín de la vecina.

Vago en el corcel de los sueños. El sol y el viento cálido acarician. Me detengo a observar el caminito de babas de los caracoles del jardín. Hago burbujas de jabón que brillan en su ascenso, persigo mariposas con la red. Me mancho el vestidito blanco con el néctar de las frutillas (más adelante, mi boca se convertiría en fresa para el amor). Una luz corre por el atardecer, una estrella cae. Pido un deseo, mientras asoma una sonrisa cómplice entre las nubes. Ya es de noche y juego a guardar en un frasco los bichitos de luz. Más tarde, oiré a los lobos aullándole a la luna. No quiero despertar.

Hay otros tiempos en que las horas pasan lentas, como cuando estamos en una situación tediosa, gris de los días y las noches silenciosas, siempre iguales. Pero éste no es el caso.

Supe después que el de la pipa no iba analizar ese pasado. Soy yo quien debe interpretarlo.

En la próxima sesión será.

ACUARELA MECANICA I

 

 

Era un Robocop que intimida, pero sin ser vengativo. Como si fuera un dinosaurio pigmeo, que extiende sus extremidades, insufla aire a su pecho, deja ver las membranas del alma, y hace un gesto de triunfo, sin violencia. Sólo con la persuasión de la palabra.

-Una biblioteca tiene como función primordial, ser agente de difusión de la información y de la cultura, un lugar de encuentro con la memoria de los pueblos y un lugar para la formación del juicio crítico de los ciudadanos, con respeto a la diversidad de opiniones. – Así habló la bibliotecaria.

Pensaba en la serie de expresiones que fui desgranando frente al terapeuta. ¿Por qué me había salido así, como viniendo del interior de mi corazón?

-El arte efímero colorea con acrílico en las aguas que fluyen.

-Los engranajes tienen la precisión de los relojes.

-La caricia suave del lomo de mi gata.

-La candidez de las calandrias.

-La lisura del canto rodado.

-El lavado rostro de la mañana.

-La dulzura meliflua del pez que se escapa entre los dedos.

-El escarpado sendero que asciende hasta los acantilados.

-La poética de los graffitis en los paredones urbanos.

-El estupor de los murciélagos.

 

-Mmm…-dijo el profesional. -En la próxima sesión trataré de interpretarla para continuar.

Salí airosa. Recordé en ese preciso momento, el cuadro que había pintado con papá, “Acuarela Mecánica”, de colores vibrantes, y en los dichos de la bibliotecaria.  Me sentía un Robocop, que todavía no han asesinado. Mis escritos siguen fluyendo.