Girar y girar
las mismas vueltas,
las siempre vueltas.
Las huellas del silencio
andan por ahí desgarrando
sonrisas, tristezas,
venturas
y quedan rastros
de la insulsa duermevela.
Antes descorría las
cortinas del sarcasmo,
sostenía la mirada como
amonestando
con la insolencia de una
bofetada.
Hoy, las arrugas de la
nostalgia
me ven como un pájaro
enjaulado
por las rejas del dolor,
así como se oxida al
viento
la manzana mordida.
Hay silencios que queman
cuando saco de la hibernación
al maltrecho corazón.
Quiero abrir la celda de
la monotonía
y volar, pero sólo camino
sin sueños.
Entonces, se dibuja una
pieza teatral de enredos,
donde los sibaritas
degustan
la ensalada de ira,
miedo, culpas y vergüenzas.
Con paciencia y tiempo,
la vida se cuece a fuego
lento.
Arranco jirones de esta
piel antigua.
Mi gato se agazapa en más
silencios.