lunes, 7 de marzo de 2011

Tiempo de floraciones y de azahares.

María Alicia, nos había confesado que se encontraba muy perturbada, y que ningún yuyo había dado resultado ante esa situación tan embarazosa.
-Norma, no me vino! -le había confesado a su preceptora.
-¿Ni el té de perejil te sirvió?
-¡Y las pastillas que me dieron en el hospital, tampoco!! -había afirmado.
Ella había conocido a Jonás, el trapecista del circo que había llegado a la ciudad por aquellos días.

Quién sabe qué fuerza poderosa la atrajo. ¿Su belleza, su cuerpo atlético, moreno y plástico, o la irracionalidad del amor?
Dicen que la falta de amor es como la muerte. Ella, entonces, se aferró a la vida, a cualquier precio.
"Me entregué tan gustosamente al placer y al desenfado..." -sus ojos decían lo que su boca no contaba.
Iba todos los días, sin faltar, a ver el espectáculo con su amiga Susy.
Una, se deleitaba con el lanzador de cuchillos, la atraía su valentía y su cuerpo joven.
La otra, no vio al tragafuegos, ni al equilibrista, ni a los malabaristas, sólo se enamoró cuando, al finalizar la función, el trapecista la invitó a pasear por los alrededores del circo, en el parque de diversiones.
Probaron suerte con el tumbalatas, él le convidó un gran algodón rosado de azúcar y fue mirar a los elefantes, a los leones, al mago y al arlequín, y sentir que su corazón se enternecía y galopaba por las praderas del paraíso.
Y la música de la calesita y el oso cachetón que Jonás le obsequió entre beso y beso, la marearon como un vino añejo y dulzón.
Las luces de colores de los juegos y las manos fuertes del muchacho, se transformaron en su adicción.

-Silvia, ¿podría citar a mis padres? -me pidió con semblante  preocupado.
-¿Por qué? - le pregunté.
-Porque estoy embarazada, y quiero que Ud. esté presente cuando les cuente - dijo -¡Me van a matar!. El padre es el trapecista del circo que ya se fue.

La caravana de Jonás se había alejado para siempre.

María Alicia había sido capaz de transformarse en árbol, en una larga caricia de savia y vida. Había abierto sus pétalos en el estremecimiento de las hojas por la brisa: en esas tardecitas de parque y circo, se había asomado al amor.
Había pasado el tiempo de las floraciones y de los azahares. En la delicada arquitectura de su cuerpo, ya era tiempo de frutos. Era el calendario de la vida en el ciclo de otros atardeceres.

Una niña rozagante y risueña me fue presentada.
El prodigio de la vida había triunfado, una vez más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gustaría conocer sus opiniones, percepciones y comentarios de las páginas de mi blog.