Al palparla es rugosa en los
relieves.
Nervaduras claras y profundos
canalones oscuros,
debajo.
No puede saberse qué hay dentro.
Quizás, sólo vemos abstracciones,
metáforas encriptadas,
confusas relaciones semánticas
que se esconden,
como se ocultan las culpas,
disfrazadas para engalararse
en el falso carnaval y
bailan una danza pérfida.
En esa perversión,
en esa infidelidad,
algún día serán más traidoras y
se enquistarán, como las plantas parásitas,
en alguna parte del cuerpo,
para seguir riendo esa risa procaz y
pecaminosa carcajada.