lunes, 25 de abril de 2011

Nuevas evocaciones (3º parte)

Es el momento de homenajear a los primeros profesores que trabajaron "ad honorem" al iniciarse la escuela -anuncian y van pasando a recibir un recordatorio.
El Dr. Aletti, profesor de historia y presidente del club, un rato antes, cuando me había acercado, me reconoció y tomándome de las manos, me despidió con un "Dios te bendiga, hija".

Salvo algunos sobresaltos por sonoros aplausos, vuelvo a pasajes del secundario, que me hacen sonreir.
-¿Te acordás cuando...? -Un nuevo susurro gelatinoso y sutil. Nadie escucha, ni advierte su presencia.

Las chicas siempre aprobábamos Contabilidad. Hacia finales del trimestre, hacíamos alarde de nuestras contorneadas piernas; las cruzábamos y descruzábamos, desde las minifaldas, debajo del guardapolvo. Lográbamos suspiros, sudores y "aprobados" por parte del profesor; contrastaba todo, más tarde, con los reproches de los chicos y los chistes muy apropiados de Julio César en el tiempo oportuno. Fin de trimestre

La actual directora de la escuela, hace uso de la palabra.

Aunque hubiese querido, tuve que abstenerme de comentarle a Gloria, en secreto, lo que en esos momentos  recordaba.

La otra Gloria y yo abusábamos de la Profesora de Lengua y de la de Inglés, porque en esa mímesis que da la amistad, nos peinábamos igual, copiábamos los mismos gestos, vestíamos parecido, o nos intercambiábamos la ropa.
Como antenas telepáticas, desde la silla intermedia, la flaca me dice:
-¿Te acordás cuando vos pasabas a dar lección de Literatura por Gloria C.?
-Sí, y ella pasaba al frente por mí, en Inglés.
-¿Por qué no vino Gloria C.?
-Está muy medicada y de tanto en tanto, cae en profundos pozos depresivos.
-No va a venir, dijo por teléfono.
En secreto con Gloria, nos miramos furtivamente y con complicidad. Ella sí estaba ahí, con su túnica blanca y su larga cabellera.

Es el turno de la representante del Ministerio de Educación, quien pasa a descubrir una placa recordatoria, que brilla, flamante, frente a la Dirección.

-¡Qué horrible tortura, hacer los libros contables con caligrafía inglesa o redondilla! -pensaba y agradecía a alguna compañera que hoy no está, porque hacía la tarea por mí; para ella, era un gusto incomparable.
-O los balances. Debe/Haber/Saldo.
-A mí me hacía los libros mi hermana, que ya había terminado el secundario -como en comunión, nuestros pensamientos recorren los mismos recovecos de la evocación. Siento que Gloria está ahí, presente, y por momentos se aleja como una exhalación.

Un cerrado aplauso me hizo concentrarme nuevamente en el acto, que concluía.

La cena de los 50 años de la escuela nos esperaba en el club social.

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