domingo, 24 de abril de 2011

Estos días azules y este sol...

A todo lo ancho del flanco izquierdo, en la cuarta fila, nos acomodamos y le hacemos lugar a Alicia, que se arrima tímidamente.
-¡Qué señora, tan aseñorada!
Alicia conserva todavía su estilo. Siempre como observadora, a la retaguardia, sumiéndose en el país de sus propias fantasías. Ya no más el pelo lacio y prolijo, de hebillas plateadas. Ahora, un corte de pelo formal, acorde a la edad.
-¡Coya!, callate, que va a empezar el acto.
-Es que por allá está el profesor de gimnasia. ¿Vamos a saludarlo?

Sé que sólo yo veo entre la gente esa silueta volátil, casi etérea, que va acercándose envuelta en una túnica blanca.
Los grandes ojos verdes me sonríen.
La larga cabellera negra, enmarca un rostro dulce de amplia boca risueña, como si el dolor ya no la atormentara.

-Ahora, para dar comienzo al acto, recibiremos a nuestra bandera de ceremonias...
-¿Se acuerdan de la Pepa, la de Inglés? Está allá, en la segunda fila -y los aplausos tapan las conversaciones y las risas.
-Ahí viene la flaca . Graciela no está tan flaca, hasta tiene papada...
-Hagámosle un lugar -me dice Abel, por lo bajo.

La túnica blanca, frágil y silenciosa, como una rosa que nace en el rocío de la mañana, se ubica sin provocar trastorno alguno. Aunque, confieso, la presencia de Gloria me sobresalta y me trastorna un poco.

Mientras se escucha el discurso de un miembro de la comisión de ex alumnos, me acuerdo cómo Graciela exhibía con honores las muestras de efusiva pasión en su cuello y en su nuca, último escalón al que le permitía acceder al afiebrado novio, candidato a marido.
Me río y escondo las carcajadas, y los nervios, porque la ocasión no amerita reírse justo en esos momentos tan solemnes. Mabel, en ese preciso instante, contagiándose, no para de reírse, hasta las lágrimas, como solíamos hacer en el secundario.
En el baño de mujeres, la flaca mostraba, para envidia de las demás, sus lívidos trofeos desanudando el pañuelo que, aún cuando el calor apretaba, abrigaba su cuello. Los chicos, cuando la veían envuelta en el famoso pañuelo rojo, la corrían para desatárselo y descubrir, finalmente las marcas borravino, indelebles en su cuello.
Mabel, como adivinando mis pensamientos, no para de reír, un poco exultante, un poco por la alegría del reencuentro.
-¡Eh, Uds. dos! No cambian más.
Es el momento en que el oportuno codazo de Abel nos hace callar.
Un escozor me recorre también.
Aunque la mirada penetrante y certera de las dos señoras de adelante nos piden silencio, no puedo evitar que lejanas imágenes se presenten en ese inoportuno instante.

El intendente municipal se muestra contundente y sensible para disimular las formalidades del cargo. Él es también un ex alumno.
-Mi hermano, qué elegante, qué sobrio, qué seguro de sí mismo -me cuchichea ella al oído. Otro estremecimiento me conmueve y algún zumbido me apacigua.

-El Bicho no va a venir, estoy casi seguro.
Víctor se llama el Bicho, tan feo era. Lo recuerdo.  Con sus groserías pretendía contribuir a ser el centro de atención, especialmente en la clase de Matemática. Él estaba enamorado de la profesora, pero como respuesta, recibía, indefectiblemente, severos llamados de atención.

Los discursos y evocaciones continúan a la par de mis recuerdos.
Otras, como las dos Glorias ( Gloria C y la otra Gloria), Alicia, Nelly y yo, nos esforzábamos en el coqueteo con el primo de uno, con el vecino de la otra, o con el flaco Héctor, que se incorporó al grupo en tercero. Él nos seducía alternativamente, aunque no conseguía jamás, sus lascivos objetivos, eso creo, porque nosotras estábamos recién ingresando a la adolescencia.
-¿Me manché el guardapolvo? -preguntaban las mayorcitas.
Y como yo seguía en calidad de niña, no de señorita, para hacerme la mayor, me escondía en el baño a fumar un cigarrillo compartido con las de tercero.
Transgresiones, picardías y hojas de ligustrina mascada con devoción para quitar el olor, antes de entrar a la próxima clase.

Ahora, con gran soltura y desenvolvimiento habla un recatado ex alumno de la promoción 75, mientras los de atrás comentan que él tiene dos hijas y una mujer que se fue con un psicólogo el año pasado. Chismes que no puedo evitar escuchar.

Me pierdo en evocaciones del 5º año.
El negrito y yo, como grandes expertos en la materia, accedimos a dar clases de Educación Sexual a los cursos inferiores, mostrando fríos gráficos que no alcanzaban a expllicar lo que ni el negrito, ni yo, sabíamos de la vida. Sobre láminas prolijamente diseñadas, las trompas de Falopio, el recorrido de los espermatozoides, el método Oggino Knous y la anticoncepción, eran descriptos con absoluta responsabilidad.
Por el compromiso con que encaramos la misión, nos ganamos el respeto de los más chicos. Lo sabíamos.
-Tres cosas hay en la vida, las más placenteras: hacer el amor, comer y defecar -nos decía la gorda, profesora de Higiene y Puericultura. Y yo la recordaba. Ya no está entre nosotros.
Mi compañero hoy es un médico de reconocida trayectoria.
-Nos vamos a EL Cairo con mi mujer el mes próximo -nos había dicho antes de empezar el acto -y después a París, a un congreso de medicina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gustaría conocer sus opiniones, percepciones y comentarios de las páginas de mi blog.