viernes, 15 de abril de 2011

Y yo marqué a Pelé. (en dos entregas)

Esto nos dijo el maestro Guido, D.T. de Alas Argentinas en sus tiempos mozos.
Iban llegando los veteranos, las glorias del futbol barilochense. Así los llamó el partido político organizador del encuentro, en homenaje al futbol de todos los tiempos.
-¡Eh, maestro! ¡Qué gusto verlo!! -el Jabalí, de amplia sonrisa despareja y mirada salvaje, lo había reconocido.
-¿Se acuerda, maestro, de éste? -El caballo loco, Varguitas, el más memorioso y fisonomista, iba anunciando a los recién llegados.
-No lo reconozco ... tantos años ya pasaron- por lo bajo y desconcertado.
-Tatú, acercate -entre abrazos, saludó a Varguitas.
-El D.T., pero qué bien que está, "maestro"!! -el Tatú, encorvado, casi metiéndose en la cueva, y un poco tímido, lo saludó reverenciándolo.
-Y también jugué en Colón de Santa Fe -decía a quien quisiera escucharlo -¡Qué años ésos, che! -el semblante firme y la emoción en los labios.
En esos momentos, me sentí más cómoda entre ese grupo de hombres valerosos. Porque era "sapo de otro pozo", orillera del río.
-Y yo soy sabalera y santafesina- comenté. Pude percibir que se instalaba una sintonía entre el maestro y yo. No sé, quizás, el amor por el deporte y las nostalgias.
-Profe Juan, acá estamos -un grupo desparejo en años y en sentimientos, dicharacheros y vocingleros gritó -Vinimos a alentarlos, eh!! -Se trataba del grupo de alienados y desmanicomializados que juegan al futbol con Juan dirigiéndolos.
Ahora le dicen "profe", pero la jerarquía de "maestro" es mayor, por trayectoria, por autoridad bien ganada y por experiencia -pensé.
Una secuencia de imágenes, recuerdos de contiendas, de partidos bien peleados, pasaban como ramalazos de agua fresca por la mente del "Maestro", así, con mayúscula. Sé que no iba a corregirlos pidiendo que lo llamen Juan Carlos, porque el apodo, sabía, lo ponía más que orgulloso, casi arrogante en su humildad.
Las chicas de la organización, por ser jóvenes, entre desconcertadas y confundidas, iban haciendo pasar a mujeres, chicos, jóvenes madres con sus bebés en cochecitos, familias enteras, abuelos arrastrando a sus nietos, y curiosos.
De pronto, una panza redonda y oronda se acercaba. Entraba también un canoso asomándose, tras sus anteojos negros, retacón y compadrito. Era el Pony Alvarado.
También estaba ingresando, intrigado por no saber qué iba a pasar, quiénes estarían y cómo se iban a organizar, el Perro Moncada. Sus belfos, su nariz recia de perro de caza y su mirada torva, interrogaban.
-¿Quién es ése, "Maestro"? -le preguntaban.
-El Perro Moncada, sin dudas -Un apretón de manos y un abrazo -Pero estás panzón, viejo! -exclamaba.
Las piernas del Maestro hacían un gran esfuerzo para sostenerlo altivo. El evento con las glorias del fútbol desde hace treinta años, debía conmocionar hasta al más macho.
¿De qué iban a hablar? 
Y... de fútbol, las anécdotas, los encuentros difíciles, los viajes a Ingeniero Jacobacci, o a Los Menucos, las victorias, las derrotas, las peleas con el canchero y con la prensa...
-Y entonces fui a la cabina y le quité el micrófono para que deje de decir pavadas -recordaba J.C. Guido, entre eufórico y exasperado.
-Y la remató con un par de piñas! -me acuerdo. Los ojos del Perro se habían avispado un poco.
Se sucedieron anécdotas de partidos frente a Huahuel Niyeo, el club Boca Juniors, Estudiantes, Independiente... y más. Los tres chuecos, perros de la calle, también rondaban por ahí. El Chimango Knell llegó apurado y disculpándose.
-En pocos minutos daremos comienzo al primer partido -anunció la propaladora, mientras recomendaba los choripanes, "allá donde sale humo", y las gaseosas.
El olorcito a chori auspiciaba sabrosura en el encuentro. Infaltable en una cancha esos nutrientes, que sumaban más energía a la ya existente en los pequeños grupos que iban armándose.
Por su parte, el zoológico estaba casi completo. Sólo faltó el monito Castañeda, por qué será?
-¿Qué vamos a hacer?
-¿Cómo formamos?
-¿Los más viejos contra los jóvenes?
-Los de Alas contra Independiente -propuso con decisión un cincuentón aguerrido y panzón.
Las chicas de la entrada no sabían.
El canchero actual no sabía.
El canchero veterano no sabía.
El masajista jubilado no sabía.
El único concejal no sabía.
El choripanero no sabía.
El aguatero no sabía.
Los "lineman" no sabían.
Los árbitros no sabían.
-Dale, Varguitas. Vos sabés, organizalo. Estos no son del palo! -propuso un pelado, al que le brillaba la cabeza al sol del mediodía.
Todos se alejaron hacia los vestuarios, confiando más en los nombres de la libretita, que en su propia memoria.
Me distraje, por un rato, observando a los teros que, en la copa de los pinos, junto al arco derecho, chillaban frenéticamente, no sé si por proteger a sus crías, o por adherir al alboroto desorganizado.
Los chimangos, por su parte, custodiaban la parrilla desde el árbol más cercano, intentando "choricearse" algún chorizo desorientado.
La pasión, el trabajo en equipo, de años, y esa incansable sensación de correr tras la redonda hasta dejar la vida, los unía.
Recordé que la radio, esa mañana, presagiaba caídas, esguinces, cambio de jugadores cada 5' por torceduras, por falta de aire, por magulladuras. ¡Uy!, qué desafío!
-El primer partido está por comenzar entre Los tiburones y Los colorados -anunciaron al fin.
Mis simpatías estaban por Los Tiburones, no por ser los reyes del mar, sino porque aún son capaces de "comerte la boca", como dice la canción.
-Deberían llamarse "Los dinosaurios", porque eran los más veteranos, o "El zoológico", porque había bichos de toda calaña -me reía sola, disponiéndome a ver el espectáculo.
La mayoría había tirado los botines, o los guardaba celosamente, como trofeo; unos pocos, aún jugaban una vez por semana.
Al entrar a la cancha con sus camisetas bordó, la hidalguía los hacía brillar.
Los colorados eran veteranos, pero más jóvenes. Hicieron su aparición con casaca roja, por supuesto. En la espalda decía algo así como Luelmo o Lueiro, pero no supe descifrarlo, porque me faltaban las gafas de lejos, y el movimiento no me ayudó.
Era un auspicio de una farmacia, o de un partido político, creo.
Cosas de la edad. La elección de los colores, rojo y bordó, resultaría un problema para los daltónicos, pensé. No se había previsto el tema de las camisetas, claro.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gustaría conocer sus opiniones, percepciones y comentarios de las páginas de mi blog.