domingo, 10 de abril de 2011

De lunas, nombres y destinos. (en dos entregas)

Este texto no pretende constituirse en un ensayo, ni en una investigación metodológica, ni en una práctica de escritura con recomendaciones de Van Dijk, o Bajtin, o de nuestra Maite Alvarado.
Sí, es una reflexión sobre cómo el transcurso de las nueve lunas durante el embarazo, tendrá una relación directa con el sexo del recién nacido, y qué influencia adquirirá el nombre elegido, en su destino.

-Nació Rodrigo, 3,200Kg., todo bien. El msj se multiplicó en todas direcciones. La abuela, portando ropas y adminículos celestes, lo comunicaba, orgullosa, a sus conocidos y allegados.
-¡Ah!, entonces, en julio, en pleno invierno barilochense -calculaba la suegra, retrocediendo nueve meses con sus dedos. -La turra lo engañó a mi hijito!
-La quiere llenar de hijos -decía la otra bruja.
-No podemos hacer cesárea, por la operación que tuvo mientras había quedado embarazada- opinaba una médica.
-La fecha precisa de la concepción no puede determinarse -afirmaba otra doctora- por lo tanto, no hay fecha probable de parto.
-El bebé o la beba, nacerá cuando deba ser -aseguraba con el índice enhiesto, la jefa de Neonatología, vieja y experimentada -y en forma natural -afirmaba -y sin inducción, ni cesárea.
-No te preocupes, Andrea. Te hacemos cesárea y luego determinamos la fecha -tranquilizaba el par de residentes, al ritmo de la canción de Calamaro.
La joven e inexperta Andrea trajinaba de consulta en consulta, entre dudas y miedos lógicos.
-Será varón -única certeza que indicaba la ecografía. Luego, la consecuente búsqueda de ropa, accesorios y juguetes apropiados.
-Sí, voy a tener la parejita -comentaba el padre en rueda de amigos, mientras brindaban con abundante cerveza.

En los pasillos del hospital, los familiares esperan, ojo avizor, hacia la puerta de Neo.
Padres nerviosos, abuelas impacientes tropiezan para consultar a enfermeras que salen y entran presurosas. Un revoltijo de carteras, tacones, ayes, disculpas y suspiros.
-¿Viste que podés jugar a las muñecas con tu hermanita? -una enfermera acarició la cabeza de Agustina. Con evidentes signos de angustia, la nena corrió hacia los brazos de la abuela Mirta.
-Pero, cómo? Si nació Rodrigo!. No quiero nena, quiero un hermanito -berrincheaba la chiquita, limpiándose mocos y lágrimas, al para que zapateaba ruidosamente.
A esta altura, toda la parentela, en su máxima efervescencia, está llegando al punto culminante de una crisis nerviosa, casi histérica. El escenario perfecto para una peli de Almodóvar.
-Linda nena, todo bien -El neonatólogo, sacándose el barbijo, anunció al padre boquiabierto.
-Pero si nació varón!, ¿Y Rodrigo? -el padre ya no obtuvo respuesta.
Más tarde, desde el hondo pasillo aparece en silla de ruedas, la flamante madre.
-No lo vi, me lo sacaron, lo llevaron a la incubadora. Al final, era nena, y tiene problemas respiratorios -dijo, ya al borde del llanto.
-¿Y qué nombre le pondremos? -una madre siempre admite uno u otro sexo, ahora su preocupación era otra.

Una primera digresión.
Se recordará el lector las anécdotas en el campo cuando nacían los hijos.
-Ponele Bartolo -indicaba la madre al pie del malacara, cuando el niño ya tenía casi un año - Así decía el Santoral, acordate, Remigio.
El paisano Barbosa iniciaba el largo trayecto entre la neblina matinal con su flete, hacia la comuna o el juzgado. Previamente, y como indica la tradición, una parada en el almacén de ramos generales, o el boliche, por un poco de ginebra. Resultaban ser más de una, casi siempre.
Al llegar a destino, operaba la nublazón de la mente alcoholizada. Ya se había levantado la neblinas entonces el Remigio, nada recordaba.
-Póngale Neblino, porque es bien macho m'hijo! -afirmaba con voz pastosa y mirada turbia.

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