lunes, 25 de abril de 2011

La túnica blanca, sola y traslúcida ( última parte)

Las mesas están dispuestas en toda la extensión de la cancha de volley, y la de basquet y en el antiguo frontón de pelota a paleta.
1970 - indica el cartelito reservando nuestros lugares.
Nos vamos acomodando mientras descubrimes a un Sr. de bigotes canosos, alto y robusto, casi obeso que, desorientado y bamboleándose, se acerca.
-Es el flaco Héctor!
Una señora elegante y de pelo corto cenizoso, con trensitas en lo alto de su cabeza, también se encamina por la izquierda.
-Viniste, Nelly, al fin! -sus ojos son inconfundibles, aunque ya no luzca su cabellera rubia, como cascada da trigales de enero mecidos por el viento.

Risas y voces altisonantes intentan sobreponerse al altoparlante y a la música:
-Soy abogada.
-Yo también.
-Me separé y tengo una hija hermosa.
-Yo no, pero creo que a mi regreso voy a encontrar el bolsito con mis pilchas en la vereda.
-Que te salven tus hijos, de la futura catástrofe.
-Pronto me jubilo.
-A mí me faltan tres años, todavía.
-Si mi mujer se hace unas trencitas como la de Nelly, la echo de la casa.
Un estruendo de risas, bocaditos, brindis y flashes para atesorar recuerdos.
-Sigo con la orquesta, el jazz y los blues.
-Siempre tan sensual vos, con el saxo...
-Quedé viuda hace tres años.
-Yo también, hace mucho. Uds. lo saben.
-¿Y?, siguen solas?, qué desperdicio!

-¿Estamos todos ahora?

-No me ven, pero yo estoy con Uds. eh? -Otro susurro alcanzo a percibir, mientras evito que manchen con salsa golf la túnica blanca, junto a mí.

-A Raquel la largaron, pero su marido fue un desaparecido.
-Yo me tuve que exiliar en España por esos años.
-El colorado está trabajando en la esclusa 14 del Canal de Panamá.
-Y Claudio es ingeniero en una multinacional, en Chicago.
-¡Cómo le hubiese gustado a Gloria organizar este reencuentro!
-Igual colaboré, porque sugerí, di ideas, propuse, sin que lo advirtieran -escucho su voz, como un arrullo.
-La acompañé hasta los últimos momentos a hacer los tratamientos, pero no hubo caso- la voz de Abel se quiebra y sus ojos se nublan por un instante.

-Dame una pechuga -el gordo Héctor, el ex flaco, se sirve por segunda vez, sin ningún recato, y devora.
-Es el stress -dice, engullendo a la vez.

Las más jóvenes, las de las últimas promociones, transpiran y saltan en el centro de la pista con la música electrónica, como desaforadas en su propio ritual, mientras los chicos las rodean. El pogo no ha comenzado todavía.

¡Promoción 1970!, al living para la foto -nos llaman por micrófono.
Arracimados en el amplio sillón, todos.
Treinta y tres. Whisky.!
No la ven, pero yo sé que entre Abel y yo está Gloria.

Mientras bailamos al ritmo de Bill Halley y sus cometas, con Charly, con Elvis, con la Mona y los cuartetos, Gloria es el centro del grupo. Más aún cuando las cumbias se repiten... "Era un bikini, amarillo, a lunares, diminuto..."

La túnica blanca baila y baila, sola y traslúcida, mientras hacemos el brindis final.

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