Recuerdo que una vez tuvo que vérselas con alumnos pandilleros, esos de "armas llevar", que en el ambiente orillero de la escuela secundaria, se firmaban el garabato en la cara o en el pecho, como aquel "un tal Jacinto Chiclana", y no fue en Balvanera, ni por donde merodeaba el chileno Suárez, por los pagos del arroyo Maldonado.
No. El hecho sucedió a la salida de clases. Uno de la patota "Los gorritas", que "se la tenía jurada" al gordito Toro, de un solo puntazo se vengó. Eso ocurrió en el alto de Bariloche.
Y Silvia, directora reciente, no reaccionó porque se paralizó al ver tanta sangre que manaba del brazo izquierdo de ese adolescente. Las atenciones primarias fueron brindadas por otros valientes. Toalla, torniquete, ¡manos a la obra!, a cargarlo rapidito al viejo Renault 12 del profesor de geografía (que quedó manchado de sangre indeleble), rumbo al hospital.
A ella la reacción no tardó en llegarle: un flemón en la mejilla derecha le desfiguró la cara, en la sala de espera. Cinco horas de ansiedad para salvarle el brazo a Torito. ¡Y lo salvaron, nomás!
Llegaron después las reuniones con la comunidad educativa, con el cuerpo docente, con los padres...
-Hay que echar a los patoteros.
-Voy a pedir el pase a otra escuela del centro.
-Ése, el cuchillero había quedado libre, por mafioso.
-Acá los alumnos son todos unos delincuentes.
-No podemos garantizar una guardia permanente a la salida de clases.
-Yo no trabajo más en esta escuela, aunque me quede sin trabajo.
-No hay patrulleros a disposición.
-A mi hija la amenazaron con un arma blanca a la salida del gimnasio.
-No tenemos combustible y falta personal.
-Hay que hacer reuniones con los responsables de la Junta Vecinal.
-Tenemos que organizarnos para apoyar a la salita de salud del barrio, porque el hospital queda muy lejos.
-Y reunirnos con el personal de la salita...
-Hay que organizar talleres de prevención de adicciones.
-Vamos a preparar torneos de futbol intercursos.
-Propongo jornadas sobre la no violencia.
-Podemos hacer entrenamiento en mediación escolar.
-El diálogo es la mejor manera para llegar a acuerdos sin agresiones.
Todos opinaban, pero la solución no aparecía.
-Pedro, por favor, revise a Medina de 3º1º. Cachéelo en el baño, dicen que anda con una navaja.
-No, Sra. Yo vivo en el barrio. Si me agarra la patota, me liquida -contestó el portero.
-Muy bien. Entronces, me encargo yo -afirmó Silvia, y llegando con un estruendoso taconeo, interrumpió la clase de Inglés en 3º1º.
-Medina, dicen que tenés una navaja. ¿Me la das?
-No. No tengo -y amagando bajar el cierre del jean, la provocó -revíseme, si quiere -y también provocó la hilaridad de todos.
-No te voy a cachear. Vení conmigo a la Dirección.
-Dale, flaco, andá que te va a tocar la dire. Andá.
-Si no me das el arma, tenés que ir sabiendo que acá, en la escuela, todos te vamos a tener en la mira -A Silvia le saltaba el corazón debajo de la blusa, pero disimulaba. Y sus ojos rasgados lanzaban destellos de furia.
-Y si querés reventarte en la calle, hacé lo que quieras... pero acá, no jodás. Vas a marchar derechito -le dijo- Si vos sos patotero, yo soy patotera y media -replicó.
-Sí, Sra. -Medina dijo avergonzado, bajando la mirada.
-¡Sra Silvia! -Lucía, la portera, intempestivamente, la llamó -Venga, mire lo que escribieron en el baño de varones.
"La gringa se la banca" en los azulejos blancos con aerosol negro.
Y la gringa era la directora, rubia, ojos azules, tez blanca; todo delataba su descendencia y la tozudez de su carácter.
-No, déjelo por unos días. Es chapa para mí. Significa que he ganado una batalla contra Medina, contra el agresor de Toro, y contra "Los gorritas".
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