sábado, 16 de abril de 2011

Salvar la dignidad

Ya se movió el balón y ... a correr tras él!
La pelota tiene alma y vida; va hacia algún jugador, según la urgencia del llamado, como por ondas telepáticas. Ríe a carcajadas, cuando escapa entre las piernas y los botines, o llora cuando recibe un golpe fuerte; a veces se aburre y se va del perímetro, coqueteando, para que la vayan a buscar.
Mi experiencia futbolera se limitó a acompañar a mi papá a la cancha, cuando tenía cinco años, y después, no más. Pero supe, enseguida, que había una estrategia, una táctica planeada de antemano en el vestuario, o simplemente, dejar que el ritmo del partido dicte las jugadas.
-Profe Juan, ponete las pilas! -gritaban las chicas desde la tribuna.
El "Maestro", desde un lateral, de vez en cuando gritaba alguna indicación, ahuecando sus manos como megáfono.
-Ti-bu-ro-nes!!! Ti-bu-ro-nes!!! -alentaban los alumnos del profe.
Terminó el primer tiempo ganando 2 a 0 los Colorados. Claro, los más activos!.
En el segundo tiempo Los Tiburones salvaron su dignidad con un gol. Y brillaron con el sol de diciembre, como sus frentes y sus ojos.
Entre algarabía, saludos, sudor y risas se retiraron de la cancha.
Mientras se preparaba el otro partido, pensaba cómo el deporte, el juego en equipo y la actividad física mantienen las mentes lúcidas, y la salud, la solidaridad, los afectos, aunque ahora se diga "elongar", y antes, "precalentamiento". No podía dejar de analizar tampoco, cómo el futbol profesional y la compra de jugadores les sacan la camiseta de "sus amores" como "bombacha veloz". Cómo se cambia tan fácil el potrero, la canchita de barrio o el club, por un superestadio, donde impera el dinero, la fama y las botineras. Elucubraciones y nostalgias que aparecen de vez en cuando, y de cuando en vez.
Dos canales de televisión filmaban los entretelones y las entrevistas al D.T.: Guido, al capitán de Los Tiburones, el Pony Alvarado y al goleador de Los Colorados, Emir Basabez, una "bestia", aunque sea parte de la fauna del equipo contrario.
Luego, llegaron los premios por la participación, el recuerdo por los que ya no están, algún "quiebre" del locutor, fotos, abrazos y promesas de convocarse nuevamente el año próximo. Pero, eso sí, con entrenamiento previo y más organización.
El cielo seguía diáfano y ese sol, tan intenso, proponía mayor brillo a la jornada, a los jugadores, a la hinchada y, por supuesto, al "Maestro" marcador de Pelé, y sabalero.

Un poco aburrida, a la hora de la siesta, en la cama del hospital, recorrí las anotaciones hechas en la libretita roja, aquella vez que me senté en la tribuna del Club Estudiantes para ver el encuentro, homenaje de "las glorias del futbol barilochense".
¿Faltará mucho para el horario de visitas? Juan estaría, sin falta, para brindarme paz, para cuidarme, para que me reponga pronto.

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