domingo, 2 de febrero de 2025

Transmutarse

 

En su juventud él creyó a ciegas, como se dice, “a pie juntillas” en tres pilares para una vida saludable,ylo intentó, de verdad. Bregar por la salud física, porque así la mente y las emociones pueden mantenerse en forma al espíritu, más lo social, como manera de interactuar con los pares.

La juventud ya quedó atrás, como un animal más, necesita un cambio antes de que sea demasiado tarde. Transformar su apariencia y su carácter. ¿Será muy presuntuoso querer reformularse en los tiempos que corren?

Desde un rincón oscuro observa la silueta de los danzantes afiebrados al son de la música estridente, cruzada de luces de colores brillantes que bailan entre esos hologramas.  Antes, en el salón de música tecno, también él había saltado enloquecido, pero se aturdió tanto que se vio obligado a emborracharse para poder olvidar esos desencuentros, esos tantos fracasos amorosos, el desdén del padre, la manipulación de la madre, el dolor ante la indiferencia de sus compañeros.

Él buscaba respuestas a sus preguntas como un delirante que se enfrenta al mundo que lo oprime y borra toda diferencia entre su propia originalidad y la masificación que se impone en estos tiempos. Sí, delirante, digo, como buscando entre el lado luminoso de la vida y esa fuerza externa que lo ata, algo o alguien que estuviera controlándolo. Sabe que un dispositivo, o varios tan extraños, lo están manipulando.

No dejó palabras sin pronunciar, tampoco de pedir perdón a quienes pudo haber afectado.

–Perdón, madre, por no haber reconocido tus consejos y tu abnegación para velar mis noches de llanto y fiebre.

--Papá, no supe distinguir entre tus exigencias de ser óptimo en todo y tu desilusión al comprobar mi mediocridad.

--No dije “te quiero” al no animarme, Alicia, por temor a sufrir tu rechazo.

--¡Ahí va el traga! –Se burlaban en la escuela, hasta que me planté firme y a puñetazos, exigiendo el respeto que me merecía.

Esa noche, como una revelación, a fuerza de alcohol, pastillas y sniff-sniff de la dama blanca, pudo descubrir que este presente que le quema, estaba necesitando un viaje liberador. ¿Un viaje? ¿Cómo estará mañana, luego de pasar la resaca y un sueño desproporcionado e inquietante? Una amenaza pende sobre la tierra. ¿Los Transformers vencerán?

Alguien había dicho que el presente es hoy, que vale la pena agradecer la vida cada mañana, y arriesgarse ante los desafíos, no sucumbir ante las decepciones. ¿”Quién te quita lo bailado”? Dice el refrán. No arrepentirse por haber hecho el intento, ni quedarse sin vivir los riesgos. Eso es valerse de la libertad. Ni sumisión, ni “a rajatabla” de las convenciones sociales.

Ya había leído libros de autoayuda, y los horóscopos. Había seguido el mensaje de los ángeles y las advertencias que refieren al Apocalipsis. “Soy tu ángel custodio que te ayudará a comunicarte con los allegados y te augurará consolidación de los vínculos”. Hasta el tarot consultó, siempre con la esperanza de lograr cambios que le hagan más agradable la vida.

¿Valió todo eso? Siguen las dudas, sin embargo. Dejó de aventurarse por miedo al fracaso.

Aunque, no se quedó inerte esperando el mañana, “porque la vida es hoy y se vive una sola vez”, se repetía.

Desempaña el espejo, borra el vapor después del baño para verse. Lo asusta esa cara estragada. Tengo que retomar las actividades físicas, como antes, especialmente nadar, porque debajo del agua puedo abstraerme del mundo que me irrita. Un pinchazo en las dorsales le recuerda que olvidó tomar la medicación, así que se reclina en la cama fría y desolada, junto a la carta que ella le había dejado cuando decidió abandonarlo. Duerme ahora un sueño atormentado e inquietante.

Unos mutantes, como superhombres, quieren derribarlo del plátano de descascarada corteza. Quita esas láminas de oro mohoso, así como rasca las cascaritas de sus rodillas magulladas.

--¿Nene, por qué no estás en la escuela?

--Porque mi mamá está triste. Mi papá se murió en un accidente en la Panamericana.—Escucha, entre tanto, la charla de las vecinas chismosas: Eran dos cuerpos aplastados, el de él y el de su amante.

--No querés aprender a hacer asado. ¡Claro, si sos un blando! Hacer asados es de hombres.

--¿Por qué no imitás a tu hermana, que gana todas las competencias de natación, que se saca 10 en Literatura? –Sigue torturándolo el padre. – Y vos, apenas aprobás, y además, siempre en el banco de suplentes, de ahí no pasás. Dale, andá a llorarle a tu mamá.

Bajo el pabellón de hojas grandes se transparenta el sol; de su espalda brotan dos alas, las del arcángel Gabriel, el que ahuyenta la falsedad. Quiere volar. Sus dedos se convierten en garras de ave de rapiña y su boca es ya un pico voraz; las piernas van cubriéndose de escamas de pez espada, hasta que sus pies descalzos van mutando en membranas de piel entre los dedos sucios. Quiere nadar. Se aferra a las ramas para mantenerse en equilibro, hasta que finalmente se descuelga y va hacia el rumor de las piedrecitas que el mar acaricia. Cae su celular y un libro con los mejores relatos de la literatura universal. Es ya un anfibio.

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