La testigo, Ana Inés Corte, DNI XXXX, frente al tribunal de justicia, se presenta. El oficial pertinente lee a la imputada el delito por lo que se la acusa: Homicidio culposo, agravado con alevosía.
Preguntada para que diga su nombre y domicilio y si le corresponden las
generales de la ley, responde.
--Sí.
--¿Entiende Ud. Que deberá decir la verdad y solamente la verdad, so pena
de prisión por falso testimonio?
--Sí.
--¿En qué circunstancia conoció al occiso, Arturo Raúl Mendizábal?
--Lo conocí en un bar de la Avenida San Martín de esta ciudad, donde vamos
las chicas solas. –De frente y con decisión, contesta.
--¿Es asidua concurrente a ese sitio?
--Sí. –Nuevamente con firmeza dice.
--¿Lo había visto antes en otra ocasión?
--No, por ese motivo me llamó la atención su estilo extravagante y
descontracturado en el vestir, su sonrisa seductora y su mirada cariñosa.
Parecía un turista. –Brinda más detalles.
--¿Qué sucedió después? ¿Bebieron?
--Sí, bebimos varios tragos, de los recomendados por el bartender.
--¿Consumieron otras sustancias?
--No. –Con mirada fija afirma.
--Interrumpo, Sr. Juez, porque entiendo que la última pregunta no es
atinente en este momento, por condicionar una respuesta. –El fiscal solicita la
interrupción.
--Concedido. Pueden acercarse ambos, defensor y querellante, para continuar
luego con el interrogatorio.
--Damos un intermedio de 15’.
--Retomamos, ¿qué sucedió después?
--Tomamos un taxi y fuimos a mi departamento, cito en calle Taiken 286 del
Barrio Las Margaritas. –El público advierte enseguida su nerviosismo.
--Continúe. – La acusada, con evidentes signos de perturbación, llora y
grita. Se oye como un aullido de dolor.
--Al momento de ingresar mostró su calidad de macho bravío, diferente al
perfil que había visto en el bar. Me arrastró de las mechas hasta mi
dormitorio. Me ató al respaldar de la cama, utilizando unos implementos que no
había visto que traía, y sin mediar palabras, intentó violarme. ¡Puta!, me
gritó cuando se dio cuenta que no podía llevar a cabo su cometido, violación
con sadomasoquismo. –Tras un largo suspiro confesó. –No sé cómo hice para
desatarme y le di una fuerte patada en los testículos. Aproveché que
convulsionaba y vomitaba sobre el almohadón. ¡Qué asco! Me saqué la cinta que
me amordazaba y le dije: --¿No entendés que yo quería un príncipe azul? Ahora
vas a ponerte azul y lo apreté tanto tanto, que finalmente se puso azul, como
yo quería, mientras pataleaba. Se
desplomó sobre la alfombra, inmóvil, donde lo encontró la Policía científica.
--He dicho mi verdad. –Completó ya totalmente aliviada.
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