Como en un ritual de sonámbulos, se huele el aroma de los impulsos vividos y la inercia; flota entre la bruma y el viento, una sonrisa agradecida por lo que fue. ¡Qué pueden saber los otros, si no amaron como nosotros? ¡A volar, mi amor!
Rojo clavel encendido. Amor, sosiego, memoria, risas. Cantan las mariposas
etéreas. Porque la libertad es un corazón sin cadenas, una luz que relaja.
Sabrás del origen y sabrás del destino. Hoy dices gracias; quizás mañana dirás “lo
siento”. También perdón, digo. El corazón ardido le pide ayuda a la cabeza
atribulada A veces, la razón prima sobre las emociones. Siéntate, alma,
acariciada por el corazón. Siéntate, corazón, acariciado por el alma.
Supura hoy la nostalgia entre las grietas; una, por donde pasó la luz y la
otra, por donde salen las penas. Amoríos fugaces de corazones traidores. Has
abandonado el refugio, sin siquiera el sonido del adiós. Pero guárdate en mí
por siempre. Un instante único y completo del pasado errante y un futuro
incierto, mitad cuento sin final: el amor perdido, el amor presente.
Grito, aún sabiendo que es una alegría. Hoy recito el credo de los deshauciados
y tarareo la balada de los abandonados. ¡Vamos a duelar, mi amor!
Al regreso iré despacio, en puntillas y en silencio, a ver el día para ser
yo en soledad y en compañía de los recuerdos. Me sacaré el corpiño, arrojaré
los tacones, alejaré todo lo que me hace daño y comeré sushi un sábado a la
noche, mirando una peli de terror.
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