Antes, en la madrugada, un zorzal cantaba en mi ventana y me anunciaba un nuevo día para comenzar con alegría la jornada. ¡Siempre hay tantas cosas para hacer! Algunas son difíciles de resolver, y otras, se deslizan suaves, como en un tobogán.
Ya no me despiertan más desde el viejo roble, porque hay otros árboles más
allá. Un notro florido que rojea, una lluvia de oro que amarillea más aún
cuando ilumina el sol, un nogal y un maitén verdean con toda su majestuosidad.
Un sueño profundo que duró un segundo me inquietó esta mañana. Sonó el
timbre, que no hay en casa. Núñez, se oyó, a la pregunta ¿quién es? Abrí sin
anteojos, pero no distinguí a los dos tipos. Corrí a buscar los lentes. Dijeron
ser Núñez y Vargas, que venían a cortar el pasto en la vereda, pero esos no
tenían pinta de ser jardineros. Fuimos después a conversar al bungalow
desocupado; ellos ofrecieron mates y facturas. Quise abrir la ventana del
dormitorio, y la hoja vidriada cayó hacia afuera, sin romperse. -Ud. no tiene que
trabajar tanto, señora. -- Habían dicho, porque me veían podar el cerco de
retamas con la tijera desafilada. Irrumpió inesperadamente mi madre, que murió
hace años, y siguiéndola, mi padre, que también murió poco tiempo después. Sin
intervenir, se sentaron a escuchar la charla, en actitud pasiva, al contrario
de la habilidad proactiva de mi padre y el acompañamiento sumiso de mi madre.
Se oyó ruido de máquinas trabajando al lado, aunque más bien fue un golpe seco,
que me despertó.
¿Por qué los padres aparecieron en ese ambiente actual, con los roles
cambiados? Indago acerca de la interpretación de los sueños y veo tres opciones
que me atormentan. Se avecinan tiempos problemáticos y negativos. Advertencia o
consejo: dejar de hacer lo que está mal. Mensaje de tiempos calmos y plena
felicidad. ¿Con cuál de ellas me quedo?
En esas elucubraciones andaba, cuando un golpe en la ventana me alertó. Era
un zorzal que chocó y cayó muerto en el jardín. Ayer había lavado los vidrios y
eso está bien. Era necesario, después de tanto viento y lluvia. ¿Qué cosas
estaré haciendo mal? El gato del vecino Jorge, siempre alerta, terminó con el
pobre cuerpecito, dejando un desparramo de plumas sobre el césped. Estoy con el
corazón en la boca. Grandes dudas e incertidumbre ensombrecen mi día. ¿Habrá
que dejar de hacerle caso a la intuición y ser más racional? ¡Ay, qué cabecita
de chorlito! ¿Qué futuro me estará esperando?
Ahora, un colibrí revolotea entre las flores de michay. La paz vuelve al
cuerpo, porque esa imagen anuncia que mis muertos están bien y me auguran
tiempos mejores.
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