Sofríe las cebollas, mientras se restriega los ojos que lloran; ya la carne
para el estofado ha sido sellada y apartada. Los hongos están en remojo a la
espera de ser incorporados a la salsa. Recuerda momentos gratificantes al
recorrer el bosque. ¡Uy!, ahí está la frente pelada de los champignones. –¡Yo
los vi primero! –y se zambullen los chiquitos debajo de las ramas de pino entre
los abrojos. Al lado, las hojas amarillentas de un manzano y el toc-toc de un
pájaro carpintero. Esos instantes no se olvidan jamás.
En la mesa enharinada reposan los ñoquis del 29, que en realidad son los
ñocones alemanes que la suegra Catherine le enseñó a preparar y que tanto
disfrutamos todos. ¿Alcazarán para
tantos comensales?
Revuelve la salsa y prueba. Mmm, un poquito más de sal, muele pimienta y
compara los sabores que aprendió a cocinar junto a su esposo, quien traía ritos
culinarios de sus ancestros. Nunca pudo cocinar fideos con ciruelas negras, las
Reina Claudia.
Hay festejo familiar porque el nieto mayor se ha graduado de ingeniero. Ya
de niño trabajaba en el fondo del taller.
--Mirá abuela, éste es mi laboratorio. Con orgullo le mostraba los frascos
de diferentes colores con líquidos de dudosa procedencia. Es que, imitaba a su
madre, quien de pequeña los fabricaba aplastando hojas, hongos, trufas y frutos
silvestres que para ella eran pociones mágicas de bruja.
Con sorpresa ve las bellotas que
habían recogido debajo del roble gigante. --¡Podemos hacer aceite esencial o
algún producto de cosmética. –y le vienen a la mente las imágenes de las
semillas que cubrían el césped y que ella había inventado para que Joaquín le
ayudara a sacarlas de ahí. --¡Ya conseguí la picadora de carne! –carne del
bosque decía Catherine. Es maravilloso fomentar la curiosidad de los niños para
explorar y aprender más.
Escucha ahora a Atahualpa y el alazán la lleva a galopar por los senderos
de la memoria, mientras prepara la mesa. Por la orillita del arroyo que va
hacia el lago, recorrían el camino. Una liebre asustada, frutillas silvestres y
rosa mosqueta que recogían por ahí, para hacer mermeladas. Ya no pueden hacerse
esos paseos porque las construcciones van acompañando la urbanización del
barrio.
--Estamos haciendo tareas de campo. –Dicen Candela y Agustina que registran
en su cuadernito. –No se llama clorofila, es fotosíntesis, me dijo Joaquín. El
muérdago va creciendo en el fondo del jardín.
El aroma que sale de la cacerola de hierro está despertando el apetito. Se
acerca la hora. Agrega un chorrito de vino tinto para destacar los sabores.
Ahora, a rallar queso. El abuelo Martín mira desde su retrato y sabe que estará
felicitando a su nieto, flamante Agrónomo.
Llega Lucía y familia, trayendo los postres. Una tarta de ciruelas rojas
(sveche kuchen) que bien sabe preparar Candela y una gran torta para el postre.
Luego, Cecilia y familia, traen una tarta de crema con sauco. Todo se ve
delicioso. Y los yernos, las bebidas, para brindar. ¡Salud!
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