domingo, 2 de febrero de 2025

Epístolas desleídas

 ¿Acaso las epístolas son para no leer?

¡Orale, mi compa!

Voy a escribirte un corrido… No sé si saldrá. Pasa que estoy viendo la serie “La reina del sur” (sobre la obra que leí de Pérez Reverte) y se me pegan las expresiones de los cuates de Sinaloa.

Y aquí estoy, barilocheando, ¡Ay, Diosito!, qué frío. Miro por la ventana la lluvia, o la nieve, a ratos, y entonces viajo leyendo o viendo por la pantalla los colores de tu México lindo, o el calor de Andalucía y de las playas de Algeciras o Melilla. Y veo el Peñón de Gibraltar y sueño, como la Molly Bloom de Joyce, frente al mar. ¿Viste qué escuelada stoi? Pero, qué va, me despeñé y caí de la cama, somnolienta. Flor de chichón tengo, pero qué se le va a hacer.

Mejor escribo lunfardeando o dantemedinisqueando. Te chamuyo un poco. Dizque estás desbordado… Tranqui, chavón, relas que tal vez te haga sombra un lindo árbol a tu izquierda (¿o a tu derecha?) y venga la inspiración.

Estoy preparando una charla-debate para octubre, sobre la lectura y los nuevos contextos… y releí tu ponencia “Basta ya de decir, hay que leer”.

Tenemos que inventar algo por estos lares. Hay muchos árboles inspiradores. Te ponés a la izquierda, o a la derecha y listo. Y venís a mi Patagonia otra vez.

Abrazozote, que tengo que poner hielo al chichón, ¡ja!

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