domingo, 22 de septiembre de 2024

Etherline

 

ETHERLINE

 

Mamushka la apodaron y qué bien le queda ese nombre con la plasticidad de la ternura de una gota de rocío en las mañanas de invierno. ¡Tan menuda, pero tan grande en su nobleza! Porque ella es una madre que alberga en su interior tantas otras mamushkas, como las que abraza con su corazón tierno de unión y calor de hogar, al percibir los perfumes silvestres que trae el viento árido de la estepa y la brisa de los valles.

Ella es puro brillo con esa mirada protectora y dulce que invita a confidencias, con esa sonrisa amplia y prometedora que hace surgir las esperanzas como también desnudar las desdichas. Da consejos de ser a ser, de poeta a poeta, como el agua transparente que fluye y espuma un poco en su cauce.

Ella tiene la dureza de una geoda, que al resquebrajarse, muestra toda la belleza de las cristalizaciones de roca. Como el cristal traslúcido es, sin embargo, frágil y vulnerable, que puede, en un instante, cuartearse con apenas un roce de alas de mariposa. Así surge la poesía de su alma sensible y es guerrera de la palabra.

Cito: Solo unge el quejido en la laguna reseca y desolada… Los lobos feroces buscan más caperucitas… Sin permiso, la hiena acecha… Un pedófilo anda suelto … violó el secreto de la inocencia…Hasta que llega a un canto de esperanza que sale de sus entrañas para construir diques renovados. Nos ha nacido una mujer nueva, dice.

Como una madre salvaje que defiende a sus cachorros, despliega sus versos para hacer volar los peluquines de los funcionarios, el maquillaje de los jueces y la cosmética de los discursos. Y sigue su trayectoria sin prisa, degusta el día en mínimos pasos; bebe el vino en traguitos lentos, vibra como siempre, ante el asombro, defiende las cumbres alcanzadas, sabe de sus siembras y sus recompensas e iza la bandera de los sueños.

Así la vemos, bailando su propia danza, perdonando y olvidando olvidos, firme en su caminata, allá sigue andando Etherline. Nos regala todo su amor y lo agradecemos, como se reconoce a una madre, Mamushka.  

sábado, 10 de agosto de 2024

Rastros

 El viejo arcón había transitado el gran océano allá por 1925 desde la vieja Europa a la nueva América. Originalmente había sido de roble macizo, pero había sufrido restauraciones varias, después de acabar tirado en el fondo del terreno, allá por el bajo de Olivos.

Hubo que cambiar el entablonado de la base y reemplazarlo por tablas de pino. El primo soltero lo había pedido para decorar una boutique que inauguraba en Belgrano. De roble claro pasó a ser negro mate, como para resaltar su calidad de añejo. Mucho tiempo después, cuando volvió a sus manos, lo volvía a su color natural. Los herrajes eran originales, como la cerradura, pero las llaves se habían perdido.

Al lijar, fue apareciendo, en el interior, la palabra Amérika (con k) y raspando más, un mensaje con los deseos de felicidad para la joven pareja que emigraba desde Alemania. Esquirlas del pasado. Retazos de memoria.

Hoy, el baúl contiene otros secretos. Fotos amarillentas y desgastadas que recobran instantes de otros tiempos; personas que desconocemos, pero que con seguridad, han cimentado este presente. Cartas atadas primorosamente, guardadas en una bolsita de broderie, perfumadas con semillas de lavanda. La "cartolina" con deseos de "Buon Natale"; otra tarjeta bordada en delicadas líneas, en la que el abuelo piamontés le declaraba su amor a la abuela Marguerita; un camafeo donde se ve la foto del día del casamiento.

Hay otros objetos que vienen del pasado más recóndito, hallados en Patagonia durante las excursiones arqueológicas "a mateur": rústicas geodas con cristalizaciones de roca, un trozo de madera petrificada, una cola de serpiente disecada, una pluma de caburé, para la suerte, una pluma de ñandú, recogida en el paraje "Las Plumas", una caja pequeña con varios "dolares de mar", que son anémonas petrificadas de la costa de la Península de Valdés, un nudo de coihue, una pezuña de chancho jabalí, puntas de flechas y raspadores, un botón de chapa del uniforme de un milico de la Campaña del Desierto, un colgante mapuche con piedrecitas de colores... Y y más cerca en el tiemp, las medallas de natación, obtenidas en varias competencias. Mis nietas, que tambien son nadadoras, se sorprenden. ¿Me las regalás?  

jueves, 18 de julio de 2024

Huellas

 Hay secretos escondidos en los signos, en los sitios y en las personas. Tienen rastros, como arañazos, muescas, incisiones, protuberancias, hendiduras y paréntesis en lapsos de cada historia que vivimos o que observamos como testigos del tiempo. 

Dejaron huellas.

Los compañeros de aventuras y picardías.

--¿A qué no te animás? -Y montaba en la bici o en el lomo de la burra Catalina, propiedad del gitano Rubén.

Las profesoras del secundario. 

--Tu inglés va a servirte en el futuro.

--Tenés pasta para las letras. 

--Una obra profunda, de gran vuelo poético. No es literatura feminista, con todos los clichés en torno al tema. Es literatura, sin más, para sentir y disfrutar. --Mi mentora comentó.

--A ver, leé en voz alta los titulares... y ahora resolvé este problema. --Mi padre fue mi primer maestro.

--Tenés que ser maestra. Yo no pude estudiar, porque las mujeres tienen que casarse. --Me decía la tía Amalia. --Y poeta, como yo. --Y me leía sus poemas de amor. Fui transgresora, como ella, cuando me fui del pueblo tras un amor. 

--Vi da li ta...--Punteaba en la guitarra. --La vestido celeste...--Cantaba para mostrarle mis aptitudes al tío Genaro. Las marcas indelebles fueron la persecusión de lo óptimo, un legado que no siempre valoré.

--Con estos lápices vas a pintar tus sueños. --El padrino me regaló una caja de 24 colores y yo pintaba montañas nevadas y un tren bufando en las alturas.

--Las llamo las 3C. --Dijo la profe de Higiene y Puericultura. --Comer, hacer el amor y defecar.

--O te venís conmigo al sur, o se acabó el romance. --Me dijo quien fuera después el padre de mis hijas, aquí, en Patagonia.

--¿Te lamentás por todo lo que viviste? --No me arrepiento de nada. --Dije al mejor estilo Edith Piaff. 

martes, 16 de julio de 2024

Ella es música

 Gime como una armónica.

Se angustia como un saxo.

Implora como una guitarra.

Se rebela como una batería.

Solloza como un arpa.

No es un blues del desamor,

aunque haya silencios que queman,

aunque las pérdidas y las ausencias

aromen de lavanda y 

en los corales del olvida,

pinten la soledad.

Hay un pálpito de brisa.

Un susurro secreto la impulsa

en la retórica de lo cotidiano,

para beber el agua de la dicha y

abanicarse en un aire danzarín.

Hay vientos de esperanza.

Ella tiene el coraje de una amazona

y la ternura de una madre,

en un vértigo circular, indefinidamente. 

Chispazos de vida

 Una guerrera sigue haciendo pie,

da color a la sangre.

Como si una melodía de flauta dulce

le insuflara aire fresco de renovada vida.

Como si silbara un canto de amor y

de sabiduría, es ensueño de libertad.

Es latido con la intrepidez de la razón y

con la osadía de los atrevidos.

Explora el bosque del tiempo

en el pozo del sosiego

y en las huellas del silencio.

Dulces gotas de emoción

pentragraman una cadencia lenta y

un ritmo sincopado

en su remozado sentir.

Entonces, en ágil acrobacia,

apantalla las tristexas,

llena los huecos de la nostalgia y

recrea el vuelo de las mariposas.

Baila el vals de las libélulas

y en un cándido temblor de alas,

vuela rumbo al arcoiris. 

sábado, 6 de julio de 2024

Libélulas

 Una libélula que irradia su luz tornasol, aún en la quietud de la noche, con su vanidad a cuestas, coquetea en mi balcón. Compite con una libélula negra de fotogramas olvidados. 

Hay una naturaleza que se extingue. El aparato la está aplastando con plantígrado desdén; pretende manipularla con aviesas intenciones y seduce con flúor aleteo de fantasías. 

Pauso y desvío la vista hacia la ventana. Ahora la libélula presuntuosa va ganando la batalla, ocupando todo el espacio. Apago el televisor y ella me saluda con cándido temblor de alas libres. 

jueves, 4 de julio de 2024

Cortezas del alma

 Era mi obsesión

sacar la cáscara seca de los plátanos

y descubrir la lisura verde claro en primavera

para tallar un nombre y un te quiero.

Sacar la cascarita seca de la rodilla magullada,

chupar la sangre nueva que manaba

y poner fomentos de algodón y té de malva,

para cicatrizar.


Hoy, en otra geografía, ya no hay plátanos.

Tengo frente a mi ventana, un arrayán.

Me sorprendí cuando fui a desprender

la piel fría, canela y naranja. 


¿Se curan las heridas?

Había que explorar debajo de las cortezas

y encontrar un tesoro,

llenar los huecos de la nostalgia.


Voy hacia el abedul del fondo

y le quito la cáscara blanduzca y deshilachada.

El polen amarillo se esparce volando y se deposita

blandamente, hasta hacerme estornudar y lagrimear. 

No es alergia. No quiero embustes. 


Desprendo una piel, una corteza.

Develar lo más recóndito.

Una cicatriz superpuesta

no deja salir la savia del corazón.

Se agarrota como un puño.

Ya no es terciopelo suave.

Es una tela ajada por tantos rasguños,

tantos engaños

que no deja descubrir las entretelas del alma. 

Toda la luz

 Hubo un tiempo en que él se sumergía en remolinos turbios; se abrazaba las rodillas para darse calor; el frío condenaba hasta los carámbanos.

Ni un torbellino incipiente de polvo pudo cubrir su irreverente desnudez; ni las pesadillas repetidas y monótonas calmaron el temblor y el miedo.

La epopeya ensordecedora estaba concluyendo. Un mito indescifrable comenzaba a aliviarlo. 

-¡143! Sígame.

El llamado lo sobresaltó, a la vez que interrumpía el silencio musical del aire... el aire ya no estaba contaminado, cuando se limitó a beber la fragancia de todo lo vivo, a tragar bocanadas y expulsarlas laxamente.

Y la luz, de sagrada belleza enmudeció al sol; la iridiscente placidez llegaba hasta herirle las pupilas. Dejaba atrás, al fin, el dolor y el encierro. Hasta el hielo de los barrotes se estaba derritiendo.

Se oían los ladridos de los perros. El crujido de la nieve helada en cada pisada, estaba dando testimonio. No era magia, era una contuntente verdad, su libertad. 

En la víspera

 Dos opciones me dieron como libro que no se vende: guillotina o maple de huevos.

Le habían preguntado a su progenitor, pero fue tal la desolación, que se suicidó en las aguas contaminadas del Riachuelo, donde van a parar las cosas inservibles. Así que tengo la responsabilidad de dicidir.

¿Dónde van los pájaros para morir? Los árboles mueren de pie, ¿y los libros? Una vez, viajando por las rutas patagónicas, detuve el coche y ¿qué encontré en la doble línea amarilla de la carretera? ¡Un Martín Fierro! Me tranquilicé. ¿También los clásicos se arrojan sin vergüenza?

Estamos en la era de la "despapelización" como si fuera una inquisición contemporánea: la destrucción de libros por razones ideológicas o por pérdidas económicas.

En las ferias del libro que se celebran anualmente, sólo se presentan los nuevos títulos. ¿Alguien ha pensado dónde queda el alma del autor cuando dicen como un eufemismo: "No se destruyen, se reciclan"? ¿Será una situación tan traumática que los autores prefieren suicidarse?

Es la era del "fast food" y el libro, como alimento del espíritu se destruye, por estar deteriorado, roto, con humedad, o picado por los insectos, junto a tantos otros, abarrotados en grandes depósitos o contenedores.

La guillotina de Robespierre o la máquina picapapeles que elimina las evidencias de los delitos, son procedimientos muy crueles. Así que, en la víspera, un shock emocional menor sería reciclarme en un maple de huevos, al menos, me ahogaría suavemente en aguas claras y tibias. 

Libélula

Desde la quietud del escaparate,

miradas libidinosas

la atraparon en garrar hirientes

de apetitos voraces.

No quiso más ser mercancía del pecado.

Recreó, en ágil acrobacia,

el vuelo de las mariposas

y bailó el vals de las libélulas.

La veo cómo ondula su cuerpo.

Sus cabellos volátiles

resplandecen mis deseos.

Sus labios susurran,

me envuelve en sus alas y

allá vamos, rumbo al arco iris.  

sábado, 8 de junio de 2024

Lagartija

 Después de una pila de años

cargando una bolsa llena de soledad,

ahora que lo encontré, saldré a buscarlo

Ante la duda,

¿Qué encontraré?

¿Una lagartija contenta?

¿Una lagartija enojada?

¿Una lagartija indiferente?

¿Una lagartija con cartas en la manga?

¿Una lagartija enamorada?

¿Una lagartija haciendo pis?

¿Una lagartija embalsamada?

¿Ninguna lagartija?

¿Una lagartija con su lagartijo?

 O tal vez la lagartija no comprenda

que me traspasó con su ternura,

con su sonrisa,

con su cabeza apoyada en mi hombro,

y un montón de cosas lindas 

que tiene y que me cuesta decírselo,

porque siempre tengo miedo 

que la lagartija sea sólo la lagartija

y no mi lagartija. 


¿Una 


jueves, 6 de junio de 2024

Equilibrio ecológico

 

 

La crisálida ya es una coqueta mariposa.

Con gestos de sorna y liviandad

juega a los bolos con la hipocresía.

Llena de ruidos todo el silencio.

Con vientos de gel, engomina las tristezas.

Ha perdido el tren furtivo de la espera.

Tiene la manía inevitable

de apartar la vista de los relojes.

En el almanaque de la vida,

Ya no borda el mantel verde de la esperanza.

Hoy, muñeca desencajada y frágil,

gime a la orilla del camino.

Sin sospecharlo siquiera,

una serpiente inmisericorde

la engulle despacito, y con desdén.

domingo, 12 de mayo de 2024

Disyuntivas

 

 

La paz de los monasterios. El silencio de los cementerios.

Campanas de perdón. Traición de medias mentiras.

Incienso de las ceremonias. Desasosiego de los impíos.

Molde enmantecado y enharinado. Laxa fragilidad del miedo.

Álgebra de símbolos y confusiones. Los algoritmos y las incógnitas.

Certezas de los horóscopos. Incordios de la ignorancia.

Inocencia de los culpables. Indulto de los prisioneros.

Columpios de risas infantiles. Tobogán de gilletes afiladas.

Brújula hacia el ignoto norte. Torcido fiel de la balanza.

Calibres de caramelos. Agrias epopeyas de los mediocres.

Calma chicha de las barcazas. Estampidas de bélicas explosiones.

Arco iris de la intersección. La nada del conjunto vacío.

Cuerno de la abundancia. Espartana bitácora de vidas.

Firme elástico de los acróbatas. Calabrote de jinetear tormentas.

Cóncavo cuenco de ilusiones. Convexa tapa de truenos y fuego.

 

Hallar el término medio, difícil tarea.

Eufemismos y sesgos.

Líneas rectas infinitas.

Las paralelas no se cruzan.

Conjuntos disyuntivos.

Descalabrados

 

Me faltaba una rosca para ese tornillo.

En el paragüero, el negro paraguas desconchado.

En un rincón, un trozo de caño taponado de raíces.

Un fragmento de cable se electrocutó.

El cuerito partido de una canilla giraba en falso.

Un alfiler mocho dialoga con una aguja sin ojos.

Unos clavos chuecos se abrazan al imán y

despiden óxido en la última exhalación.

Un rollito de lana amarilla nunca fue el pelo de la muñeca de trapo,

ni los botones, sus ojos, ni la telita rayada, su vestido.

Un centímetro emparchado.

Un carretel sin hilo.

Un elástico estirado.

Hay aromas de herrumbre y moho.

 

Hoy tiré y me desprendí.

Miré al vacío. Miré en el hueco.

Abrí puertas y ventanas

Y respiré aire nuevo.

Mientras, inicié un camino sin escollos.

¡Que falta mucho por vivir!

Electrocardiograma

 

Corcovea su corazón.

Trote enloquecido de la caballada.

La vaca blanquinegra ve pasar el tren.

Charcas de turbias inmundicias.

Silencio en el bosque y gorjeo de los pájaros.

Carcajadas hirientes desde el monte.

Calma chicha antes de la tormenta.

Espectros como enigmas en un túnel oscuro.

Estanque quieto apenas se mece con la brisa.

Risas sarcásticas se alejan.

Hay madréporas de calcio y miradas opacas.

La garganta traga la saliva espesa.

La nuez de Adán sube y baja.

Hay esquirlas de cristal trizado.

Una turmalina pende de su cuello.

Bálsamo de paz en un beeep.

Un descomunal misterio dejó de ser mito.

El ojo en la tela

 

 

Cuando el tedio cambió de nombre…

Cuando culminó la hazaña de dejar pasar un día más…

Cuando la ansiedad se disipó…

Cuando un ojo también tenía una historia que contar…

Cuando un aire límpido era una sosegada brisa benévola…

Cuando su ojo se habituó a la serenidad del ritual de jornadas sin matices…

Cuando asimiló la quietud y se reconcilió con la pereza de los relojes…

Cuando su pupila dejó entrar, al fin, toda la luz…

Una ficción, una burbuja de jabón,

una transparencia ilusa

rompió el cascarón tenue del iris

y vimos. Todos vimos

cómo irrumpía un superhombre

robustecido por las adversidades,

abriéndose paso entre la maleza de las pestañas

y emergía, al fin, para conseguir una porción de libertad.

Balada de una ilusión

 

Un zorzal en mi ventana.

Me llama el chalchalero cantor.

Por el aire, de ojos rojos,

pecho de blanco candor,

alas pardas anuncian

que los vivos están mejor.

 

Se va el zorzal chiflador.

Llega un colibrí a mi balcón.

Puro color y arrebol.

Su aleteo apantalla mi tristeza.

Tus muertos están bien, dice.

Vuela, belleza tornasol.

 

Un guiño y un parpadeo

Trae vientos protectores.

Gira, baila, picaflor.

Canta, silba, mi zorzal.

Serán gratos momentos.

Sin dudarlo, así será.

Avalancha

  

Hay una rara luminosidad por la ventana.

No es plenilunio,

es una nada blanca

que se esparce parsimoniosamente.

Un extraño silencio me despierta,

aminora el tic-tac del reloj

y me desvelo.

Un deslumbramiento

que no corta la monotonía,

se posa en el dintel de la mirada.

Una tabla rasa.

Una enorme somnolencia.

Una blanca palidez,

me deja absorta.

Los párpados se apelmazan,

se aletargan,

se acurrucan,

se arrullan.

Es la nieve virgen que me recibe

en la colcha fría.

No detiene la agonía

y me lleva

y me engulle

en el vientre glotón de la montaña. 

Amanece

 Un sol de vidrio verde con burbujas.

Un sol de helado de pistacho.

Un sol de luz de acuario.

Un sol de agua estancada y lomo de sapo.

 

Las nubes, mitad escarcha,

Mitad rulos de cabellera morena

van asomándose sin brisa y sin pausa.

Un silencio de paz perfecta.

Un silencio palpitante

se hincha, se hincha y todo lo cubre.

 

Unos ojos sin tarea,

como fatigados, me miran

desde un barbijo verde

entre tarde y bosque,

entre pasillos de hospital

y camas desoladas.

Me miran, clorofílicamente, como esperando

el final, de cánulas, sondas y monitores gélidos.

Blues del desamor

Un saxo se angustia.

Una trompeta protesta.

Una armónica gime.

Una guitarra implora.

Una batería refuerza.

¿Por qué se angustia?

La urgencia del sexo terminó.

¿Por qué protesta?

Él ya se fue.

¿Por qué gime?

Ella solloza muy quedo.

¿Por qué replica?

“Te lo dije: él no es para ti”

¿Por qué implora?

No vale la pena. No volverá.

¿Por qué refuerza?

La ausencia duele. No volverá.


martes, 9 de abril de 2024

Fantasmas hambrientos

 

 

 

Un alma ultrajada en sombras deambula entre las penumbras de la noche profunda.

Susurros invisibles llenan el aire y llevan y traen historias ancestrales.

En las fronteras entre lo real y lo sobrenatural, los espectros disputan verdades a medias o medias mentiras.

Cicatrices que la mente desorienta, como fantasmas hambrientos.

Las velas parpadean en un rincón olvidado.

Hay sed de venganza y una maldición pende sobre la mansión derruida.

 

 

Desde la ultratumba

Indiscretos fisgones, a partir de un sortilegio pierden la razón y la cordura. El misterio de lo desconocido es tentación para los audaces.

El silbido del viento rechifla en las chapas, golpetea las ventanas, hace crujir las maderas. El miedo no los amilana, aunque a ellos le castañeteen los dientes y les tiemblen las rodillas. El frío les socava las fuerzas.

-Busquemos allá, donde aparece esa mancha de humedad. Dame el martillo.

-Yo lo soñé, y éste es el lugar. -El solterón, el ermitaño,  era tacaño (valga la rima y la cacofonía). En todo el pueblo decían que guardaba una fortuna que nunca compartió. Cuando murió, el olor a cadáver podrido, delató el suceso. Revolvieron todo, y nada; se llevaron muebles, canillas, recuerdos… y nada.

Robertito y Alina no habían probado en el cementerio, en la fosa común, donde van a parar los indocumentados. Tenían que hallar la ocasión para salir de noche y con linternas.

Bajo la mesada, una gran mancha de humedad y unos ladrillos flojos, les indicaron que ahí tenían que romper, y allá, donde alguna vez una vela titilaba; todavía puede verse el chorrete de cera.

-Dale, yo saco unas baldosas por acá, y vos, metele con la masa.

Pese al miedo y el frío, ella sonríe recordando. -Vamos a la casa abandonada. -Está en las lindes del pueblo. Alina lleva de la mano a Robertito. -¿Me mostrás tu pilín? -¿Te bajás la bombachita? – Sí, primero nos observamos, y después, a lo que vinimos…

De un parante podrido asoma un gusano gordo que parece burlarse de su inocencia. -Pero yo leí que la aparición de gusanos en una casa indica que son guardianes de tesoros terrenales. -Alina está entusiasmadísima.

-Yo lo soñé. – Robertito trata de hilar la secuencia de ese sueño, pero las imágenes se esfuman. Él ya es Roberto, con el que Alina soñó siempre.

Curiosamente, como antenas telepáticas, él recuerda lo mismo y martilla con tenacidad, afiebrado y sudoroso.

Un silencio sofocante se apoderó del ambiente cuando apareció una lápida desdibujada por el tiempo y el óxido. Alcanzaron a ver un mensaje de ultratumba:

“Los monstruos de la noche los guiarán”.

La luna de abril iluminaba la fosa, cuando una mano huesuda atrapó a Roberto y lo sumergió en las profundidades de la tierra removida.

-Mamá, ¿cómo murió papá? – Alina no supo responder al misterio.

Pinceladas patagónicas

 

 

Me llamo Perla como el nombre del centro de detención de Neuquén la cuestión es que llegué a la Patagonia  justo el 24/3/76 dos días seguidos viajé en tren me había acostumbrado al paisaje amarillento de comienzos de otoño y los ojos azules se tornaban en grises como cuando cambia el tiempo y sí las nubes cubrían casi todo el entorno y sólo se veían esas pertinaces flores amarillas que crecen entre el canto rodado y en las grietas de las piedras como si fuera la última exhalación de ésas que son para mirar porque emanan un fuerte olor acre sacudidas por el viento y si las tocás te ponen las manos pegajosas porque no se deben cortar ojo! de improviso la estación se había teñido de verde militar nada entendía porque durante el trayecto mi mente estaba ocupada con la huida y la carta dejada a los viejos que ya a esas alturas se habían enterado y estarían sufriendo porque había elegido vivir un horizonte de amor o realmente escapaba … la chuparon a Elda cállense hijas de puta  por el teléfono… y una vida profesional traía en el equipaje el flamante título y las esperanzas  y vinieron los cacheos cuando el soldado vio el documento y mi nombre me auscultó con desconfianza y tiró al tacho de basura para ser quemado el único libro que llevaba el que recomendaba cómo leer al Pato Donald y yo no sabía que también estaba prohibido y la revisión exhaustiva de los bártulos y las miradas sospechosas mientras los pobladores me observaban con la exasperante pasividad que da la calma y la aridez del paisaje ¡Ah! lo que más extrañé era no ver el verde de la llanura y el fluir de las aguas corriendo mansas allá pero acá el viento constante todo lo secaba y los cardo rusos rodaban a merced del viento… un tratamiento facial hacía el arenado en seco sobre la piel y para proteger los ojos unas gruesas antiparras y la nariz cubierta con un pañuelo parecía una terrorista chiíta cuando iba a trabajar a la escuela agarrada de las paredes para que el viento ululante exasperante no me estampara una vez o correr hasta la vereda de enfrente la de la estación de tren de Plaza Huincul para que no me degollara el cartel metálico de chapa y pintura que se bamboleaba peligrosamente terminé de cruzar y cayó primero uno y después los otros álamos uno a uno cuando había logrado adelantarme y los gatos petroleros seguían impasibles subiendo y bajando y una podía pensar que abajo muy abajo fluían ríos de petróleo negro espeso mientras circulaban las camionetas petroleras y los obreros del gas con sus mamelucos engrasados ahora me acuerdo de las profesoras de la escuela técnica esposas de los directivos me observaban desde sus hombros altaneros la ropa que llevaba que no era lujosas como la de ellas y nunca acepté tomar el té a sus casas porque había escuchado cómo criticaban en la sala de profesores al día siguiente el mantel y la vajilla con la que servían el té en la casa de la anfitriona las tacitas cachadas viste y las servilletas que no hacían juego con el mantel ¡ah! me acuerdo que cuando tomábamos exámenes de Lengua llenaba sólo con mis iniciales mi nombre los otros renglones los ocupaban ellas con sus dobles apellidos de rancia estirpe ya me había acostumbrado a usar el disfraz de profesora trajecito oscuro de pollera y blazer nunca pantalones porque también estaba prohibido y después correr a ponerme cómoda e ir hasta el predio del hogar de niños para ver el único chorrito de agua que chorreaba a borbotones con olor a azufre ahí es cuando más añoraba los ríos de mi litoral y el verdor de sus campos y los gatos seguían subiendo y bajando había también otros gatos en los prostíbulos de la ciudad petrolero que maullaban llorando y compadeciéndose de la vida que les tocó y las lágrimas de cocodrilo les corrían el maquillaje grotesco después oía en la madrugada gritos frenazos alaridos y botellazos por la Av. Del Trabajo cuando estaba terminando la batahola los ingenieros borrachos volvían al Hotel Alfa para descansar unas pocas horas antes de sacudirse la resaca y reiniciar la dura tarea en la construcción del acueducto o las quinientas viviendas, o en los campos petroleros… y el viento el viento que todo lo arrasaba hasta la juventud se ajaba en los rostros curtidos que ocultaban quién sabe qué vida anterior y el chofer de la empresa no podía superar las pesadillas cada noche volvían y se despertaba gritando sudoroso porque volvía a oír los aullidos de los cuerpos amarrados con piedras grandes que eran arrojados al lago San Roque cuando él hacía la colimba… un regalo de la vida fue el nacimiento de mi hija en la foto de presentación en sociedad se ve la barba frondosa y la pipa del papá y yo jovencísima atrás el Pozo Nº 1 y el Citroën azul constrastando con el panorama gris y otra foto del zanjón que quedó después del aluvión y la soldad la Pasto Verde y ahora me acuerdo de la primera estampida social y Teresa Rodriguez … y yo tenía miedo que me robaran a la beba o que se quedara sin madre…por aquellos tiempos soñaba con aguas turbulentas y cenagosas ahora son aguas cristalinas y hago la plancha y veo el cielo azul y soleado y las montañas con toda la lujuria de colores y hablando de agua tengo mucha sed porque tengo la garganta seca. Un vaso de agua, por favor.

lunes, 12 de febrero de 2024

Blanca, la atormentada

 

 

Blanca tiene la tez pálida, como un cúmulo nuboso en los cielos de verano, cuando se espera la lluvia. En los días brillantes de sol, sus ojos son azules. Azul lavanda, diría, como si ese color y ese aroma le diera la calma que tanto necesita.

De mirada huidiza, el azul se torna gris, cuando anticipa la tempestad que seguro vendrá. Hasta puede vaticinar rayos y relámpagos en medio de los truenos.

¿Vieron que hay gente que se queda quieta y se paraliza cuando el humo de los pensamientos comienzan a desarmonizarla? Es preciso, entonces, descolgar del tendedero los vestidos del miedo. Por el contrario, otros miran a los ojos, y sonríen más que con la boca, con los ojos. Son los que buscan comunicación y socializan aún con desconocidos.

 Pero la mujercita en cuestión, camina mirando el suelo, sólo ve zapatos de transeúntes apurados; nunca viste ropas llamativas, como para atraer a las mariposas. Un rostro opaco, así jamás será motivo de encuentros, ni siquiera con los pocos recuerdos felices.  Tampoco hallará alivio. Por las noches, casi siempre, los demonios la acechan y no le dan respiro para alcanzar el sosiego.

-Tenés que hacer trabajo físico, gimnasia, no sé, para dejar el cuerpo cansado y vas a ver que dormirás como tronco.

-Vamos a seguir un tratamiento con psicofármacos, Blanca, para ahuyentar a esos fantasmas.

_¿Y si te centraras en una introspección? Autoconocimiento, le dicen.

-Dejate de joder con tantas vueltas, No te empastilles más…

-¿Y si ves a un a curandera o una bruja?

-Probé con todo ya. Medicina tradicional, Medicina alternativa. Y lo único que tranquiliza mi angustia, son las tisanas de hipericum, que se hace con hojas y flores… Pero, de nuevo, en mitad de la noche, y aún con el velador prendido, veo sombras, vuelven esos malditos y sufro cada vez más.

Un sujeto muy entrometido que escuchó esa última conversación, se animó a aconsejarla.

-Señorita, perdón por la intromisión, oí todo y no puedo contenerme. Para sus males, lo mejor es poner entre la funda y la almohada, una bolsita de semillas, flores y hojas de lavanda. Verá que podrá dormir ocho horas seguidas sin complicaciones.

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Ahora sí, en secreto, está presente aquí, en nuestra tertulia, el último personaje de este relato. Se llama Oscar. Lo invito a deleitarnos con su conversación, al momento de abrir el micrófono. Gracias.

martes, 16 de enero de 2024

De paisajes y emociones.

 

 

Esta señora necesita recorrer los lugares donde fue feliz, y por qué no, aquellos que la angustiaron en el pasado, en este presente y lo que vislumbra para su futuro. Es que la vida, una vida intensa, tiene sus claroscuros y vamos a intentarlo.

Perseguir mariposas en las tardes soleadas, seguir el camino de babas de los caracoles con las primas, guardar en un frasco los bichitos de luz para soñar en las noches.

En el pastizal verde del potrero, la oveja negra ramonea y retoza. ¿Quién diría que ella sería después la oveja negra de la familia? Los trigales ondean en la brisa y el campo de linos se asemeja a un lago sureño. ¿Quién diría que en su juventud gozaría en esa contemplación?

Ve la vaca Blanca en la casa de la abuela Margherita. Oye el piu-piu de las gallinas. Saborea el arroz con leche junto a la cocina a leña. Se enamora con el perfume de la Madreselva y los geranios rojos. Sonríe cuando ve el banquito azul para asomarse al brocal y mira el balde tintineante rebalsando el agua fría. Memoria de los sabores del durazno caliente y de las moras que tiñen el primoroso vestidito blanco. Sopor de la siesta y chillido de las chicharras.

El intenso perfume de las violetas entre los rosales, mitiga el dolor. Su gata ha sido aplastada en la calle. La llegada de su hermanito le alegra los días jugando a ser mamá. Las travesuras e la escuela y las compresas de té de malva para calmar raspones y magulladuras.

Ahora la veo sonreír, mientras ve caer la nieve desde su ventana.

-¡Te dije que volvieras antes de las 12! ¡Estamos de luto! Y vos, bailando con ése. Ella se toca la mejilla, porque todavía le arde la cachetada. A puro alpargatazo el padre interrumpió el baile de los lentos.

El pic-nic de la primavera. Un eucaliptus con un corazón tallado y el primer beso. La veo suspirar emocionada.

Ahora le voy destilando imágenes que la angustian, pero es preciso retomarlas para no esconderlas en el baúl de candados. -La chuparon a Elda en su casa de la isla. -¡Cállense, hijas de puta! -oyó en el teléfono pinchado

Una fogata en la terraza de la pensión de estudiantes transformó en cenizas revistas, afiches, volantes y libros prohibidos

-Conseguí trabajo en el sur. O te venís conmigo, o este largo romance se acaba ya. – Elegir opciones. Despejar dudas. Las disyuntivas suelen ser difíciles de procesar, hasta encontrar un término medio. ¿Me voy por amor o para huir de las conmociones políticas? Llevo mi flamante título en la maleta. Por la ventanilla ve un paisaje de cardos rusos volantes, de aridez extrema, donde el amarillo de las flores es lo más luminoso, entre los tristes ocres achaparrados.

-Cuando lean esta esquela de despedida, debajo de su almohada, estaré viajando hacia Patagonia. Tengo sueños que podré concretar en otros sitios. Me voy por propia voluntad.

Unas lágrimas dolientes empañan la languidez del espacio. En un pestañeo repite los poemas que su compañero le escribía. Ahora va a su encuentro.

El verde militar ocupaba todo el espacio, y allá, al fondo, su compañero.

-¿Qué trae ahí? – Un libro sobre el Pato Donald. - ¿Y eso? -Sáqueselo, soldado!

Mientras escribe, desde el acantilado azul de los recuerdos, rememora su vida en Patagonia, el nacimiento de sus hijas, la agonía y la muerte, la soledad, la trayectoria profesional, los viajes, todo, como un pellizco de sosiego.

El lago sereno y coruscante le sonríe. Esta mujer no ha perdido el tren de la historia. En los silencios testarudos ha develado los secretos en el remoto cajón de la memoria.

Hay conjuntos disyuntivos de mediocres epopeyas y mieles-caramelos. Está la laxa fragilidad del miedo, estampidas de pavor y calma chicha de las barcazas. Asida al calabrote de jinetear tormentas, ahora está en armonía por lo que resta vivir. Molicie y modorra en la tarde sepia, ella se aferra a los tientos de la historia. Agradece, pide perdón, lava las culpas, comparte, cumple promesas… Fluir, amar, reír y disfrutar es tu presente, le digo yo que soy todos tus paisajes guardados en la retina y en las venas.

CONJETURAS Y MASCARADAS

 

 

La fiesta ya está a pleno, entonces me ubico en un rincón para hacer un análisis sociológico de los asistentes, o tal vez, psicológico de los enmascarados. Nos congrega el Arca de Noé. Todos quieren salvarse del diluvio, no hay duda. Tras las máscaras unos esconden su verdadera personalidad. ¿Por miedo? ¿Por inseguridad? Encubren su propio yo y pretenden demostrar lo que no son realmente. Verdad versus mentira.

Entonces, qué hace ese gigante cabezón gordo, verde con ojos saltones y unas sopapas potentes. Es el coronavirus, al que nadie se le acerca. ¿O es el farmacéutico que vende pasta con recetas truchas? Sí, algunos se le arriman.

Como los asistentes son también mis amigos, trataré de identificarlos por su postura corporal o por su voz. Están los tímidos, los audaces, los hipócritas, los sagaces. Allá está la reina coronada con oropel, de blanca tez y boca roja sensual. Es un traje de opulenta brillantez de pacotilla.

-Bajemos por esta escalinata para despertar asombro, en nuestra presentación en sociedad. -Por la voz reconozco a Grace, pero enseguida desecho la idea, ya que por principios nunca querría ser monárquica; la he visto encabezando marchas de feministas y luchadoras en pos de la libertad sexual y el poliamor. Lleva un traje verde y un pañuelo haciendo juego, atado a la muñeca.

-Vayamos allá, donde están los diablos y los brujos. Fijate, ¿no te parece conocido aquel con cabeza de zapallo de Halloween?

-Mmmm…

En el otro extremo el ingreso al salón es una gran jaula. Se liberan los pajarracos encabezados por un pájaro loco que picotea a cuantos se le acercan; su risa es maquiavélica y asusta.

Un cóndor sobrevuela como protegiendo la libertad. Un puma quiere mostrar la fuerza que no tiene. Entre las patas de los danzarines, se contonea una serpiente que saca su lengua viperina, burlona. Con su astucia pretende dominar a todos. ¿Vendrá del inframundo? Va presurosa hacia el cuy; varios lo rodean implorando que los libere de las penas y los maleficios.

Un halcón bate sus alas grises y se aferra junto a la barra con sus garras portentosas y parece buscar a su presa con su pico carroñero. ¡Uy! Y allá ve a una paloma indefensa acurrucada entre el cortinado rojo. Una batahola de plumas da cuenta de su cometido.

Un pato, a cada paso, va ensuciando con sus heces el piso que ya está cubierto de papel picado y lentejuelas desprendidas. Pero es una pata, porque lleva un moño rosa. Eso lo confirma.

Voy hacia la terraza y ahí veo a tantos gorriones que picotean, insaciables, las semillas que han caído… el arca está acercándose a la Madre Tierra, la Pachamama. Han bebido licor de ruda macho. Ellos también quieren salvarse.

No sólo se trata de pájaros. La pantera rosa, un buey, un zorro, un coyote que persigue al correcaminos. Éste se escabulle emprendiendo su carrera, entre los asistentes. Bip-Bip, se oye, y vuela bajito cuando ve el peligro inminente. Bip-Bip.  ¡No me alcanzan los ojos para registrar tanto dinamismo!

El bartender no da abasto. -Dos sangrías con mucho limón. -Un mojito, porfi.  -Quiero un gin-tónic. -Dame una copa de vino con aroma a roble y un dejo frutal. Ése que tomé recién. -Una birra negra para mí. -Un whisky on the rocks.  Veo al pianista que ya se escapa con la tarotista tras los cortinados.

La máscara de la justicia, a estas horas está perdiendo el equilibrio. -¿Me convidás con pucho? (y todos sabemos que pide un porro). En ese momento se le cae la espada liberadora y ya no está ciega. Hace esfuerzos para mantener en equilibrio las balanzas, pero el trago que le han dado no se lo permite. Está empastillada, mal. El traje dorado ahora se destiñe y pierde todo su esplendor.

Un león de cabellera rojiza toda revuelta irrumpe en el centro de la acción y gruñendo corre a abrazarse a la pata. Ella primero duda, pero después se afloja y se deja proteger sin más. Se advierte su cansancio, después de tantos esfuerzos.

Con sólo un antifaz veo caracterizada a una reina egipcia. Una Cleopatra de traje blanco, purísimo; un cinturón dorado le ciñe la cintura. Una diadema en su cabeza es una serpiente de coral. Un brazalete con incrustaciones de esmeralda en el brazo izquierdo. En el otro brazo, aferra su cartera Louis Vuitton. Ahora baila con el panqueque que está medio quemado, en el medio de la pista. Él quiere seducirla con besos de dulce de leche y crema, pero ella se resiste, simulando ponerse colorada.

Efectivamente, en la casona comienzan los abrazos. El pianista ya se escapa con la tarotista tras los cortinados.  La soprano que llegó para quedarse, ronca sonoramente apoyada en el piano de cola. Todo es confusión, sin distinción de jerarquías ni diferencias entre trabajadores y funcionarios. El cura, con su sotana habitual, en vez de crucifijo, porta un medallón hippie de paz y amor.

La música tecno atruena y salgo. En los jardines tropiezo con un montículo de ropas y zapatos. Cuando voy a tomar agua del bebedero, caigo en el barro. Se oyen carcajadas y gemidos. Esquivo copas y charcos de color indefinido. El aroma a perfume barato de la pescadera, no logra disimular los efluvios de escama y pescado.

Otros se doblan tras un árbol, como si quisieran expulsar de su cuerpo todos los demonios. Los placeres desenfrenados se desatan. Varias siluetas buscan intimidad en las sombras. Las intrigas se arman ante mis ojos.

Sin embargo, no daré nombres en la nota de chismes que escribiré para revista de difusión nacional e internacional. Dejaré a los lectores su habilidad para interpretar.

La forma de la culpa

 Se oye en la sala una ópera de Wagner. Quizás, por lo misterioso y por lo nebuloso de ese pueblo subterráneo de enanos en busca del tesoro escondido. Ël, Joaquín, no puede ver, así que por defecto, escucha a Vivaldi con sus acordes melodioso, el resurgimiento de la vida.

El bastón verde está apoyado en el respaldo del sillón. La ventana está empañada. ¿Será la lluvia mansa que llora? Sin pánico por lo desconocido, la música le concede un tiempo de paz y sosiego, aunque el ambiente es sombrío a sus espaldas.

En vez de ver sombras sigilosas que se desplazan tras el jarrón de flores marchitas, él ve el rebrote de la primavera bajo el sol. El que llega no es más que un amigo de la infancia, con quien había vivido experiencias cotidianas de niños traviesos. Escapar en bicicleta hacia el río, ring-rajo para enloquecer a las vecinas, robar paltas desde la medianera, comer damascos dulcísimos sin pagar, en la verdulería de la esquina... Fueron picardías que se transformaron en malignas aventuras, cuando se incorporó Julio en el despertar de la adolescencia. Los tres, Pedro, Joaquín y Julio, viviendo en gerundios, enlazando el ayer al hoy de la vigilia y el sueño.

Ahora, una luz negra asoma entre los vibrantes colores, tras el jarrón.

-¿Qué, no ves? -Una voz interrumpió ese estado de éxtasis. Otra vez los acordes wagnerianos lo retrotraen al pasado compartido. Espiar desde el ojo de la cerradura y ver cómo el amigo subyugó a su hermana Celia y la sometió. Callar y guardar ese secreto, sin recriminar, cuando asistió a su casamiento con Julio.

Es tiempo de tristezas; la verdad enmudecida puede ridiculizar mentiras, quitar máscaras y develar rostros y monstruos dormidos. Lo sabe. Calló también cuando no vio, pero escuchó el llanto de su hermana humillada y cerró la boca, cuando la justicia dictaminó la prohibición de acercarse a la casa, aunque Julio volvió con su tobillera electrónica por más violencia.

-Sí, Julio, reconozco tu voz. -Interrumpe su fascinación al descubrir otra sombra, o más bien, un  destello que pasa con sigilo y sin darse a conocer.

Una o varias pinturas superpuestas en la casa, no podrán borrar los recuerdos de la niñez, y otros más cercanos. Habían marcado con aerosol el paredón del vecino de enfrente, el que los vigilaba día y noche, desde la mirilla.

Otra vez, niebla y misterio se instalan en la mente de Joaquín, estático. Desde ese día, él quedó imposibilitado de ver con claridad, cuando recibió un chorro de aguarrás en la cara. Los otros escaparon y después se burlaron. El rictus de su cara, desde entonces, denotaba los esfuerzos para entender, para atrapar una luz o una sombra. ¿De qué color será? ¿A qué huele? ¿Qué sonidos tiene? ¿Es áspero o es suave? ¿Tiene olor metálico? ¿Por qué?

Él no puede discernir razones. ¿Quién de los tres es más ciego?

Vuelven los acordes de Vivaldi. Visualiza la obra de Boticcelli, que tanto había admirado cuando estudiaba Bellas Artes. Sus amigos se habían inclinado, uno por la ingeniería, el otro por la publicidad. Julio se dedicó a la Mecánica (se maravillava al ver el ornicóptero de Da Vinci) y Pedro se acercó a la creatividad gráfica, y por qué no, a expresar sus sueños, que parecían inalcanzables por aquellos tiempos. Sin embargo, se desconcentra ahora cuando quiere comprender qué pasó en la vida adulta de los tres.

La sombra que brilla se desplaza hacia atrás. Perversión. Espanto. Malignidad. Cobardía. El tiempo se ha detenido en macabro silencio. Un puñal le atraviesa la espalda y súbitamente el filo le perfora el corazón. Así, su último pensamiento voló. El participio es tiempo pasado de perfidia. La pizarra de la noche deja sus ojos abiertos, acusadores, y su rostro advierte toda la traición. 

Efluvios. Emanaciones

 Se mecen los campos de lino con la brisa qué digo se mecían cuando escapaba en bicicleta después de los alpargatazos que recibía como reprimenda pero después había que volver y ahí estaba mi madre que curaba las rodillas magulladas con té de malva para calmar la irritación ¡ah! en la adolescencia me acuerdo desaparecieron los linos y fueron reemplazados por brotes de soja verdes todo verde lechuga entonces el recuerdo me tranquilizaba luego del alejamiento de mi chico y del otro que quedó paralítico después del accidente en la pista de motocross ¡ah! el intenso olor a eucaliptus junto al árbol tallado con un corazón me hacía llorar de melancolía el primer beso aunque poco a poco iba tranquilizándome Ud. verá que tengo muchos años encima habiendo cambiado de sitio acudo a otros aromas sé que mudarse no es la solución entonces el aroma de lavandas por toda la casa  creaba un ámbito de paz a veces no alcanzaba para descansar el desodorante de ambientes ni los aceites esenciales el insomnio por las noches largas fue mi compañera durante años hasta que caminaba por los campos de lavanda del Circuito Chico siempre andaba con una tijera como una ladrona para cortar ramilletes de tallos y flores frescas poner en una bolsita debajo de la almohada es sanador decían así huían los fantasmas y los monstruos de pesadilla con dos cabezas cuatro ojos saltones amenazantes doble hilera de dientes de cocodrilo lengua viperina y cabellera de serpientes venenososas ahora lo descubro era la representación de mi suegra que empezaba a atemorizarme y así golpe grande fue saber que el campo de lavandas iba a desaparecer con el trabajo de máquinas infernales para instalar una cervecería qué cosa trueque de lavandas por cervezas no era buen negocio para mí pero suelo ver el lago celeste planchado bebo cerveza negra hasta que me duermo en los jardines del bar Señora me dijo el agente de seguridad debe retirarse de inmediato me pregunto cómo calmaré la ansiedad cómo seguiré ahora que la suegra ya no está aún cuando en algunas ocasiones vuelve a aparecer y también otros monstruos muy irritantes entonces por sugerencia del gastroenterólogo tuve que cambiar la dieta color irritable me dijeron las tizanas de lavanda se aconsejan y otras veces viene bien el té de hipéricum para aminorar la angustia ya le veo doctora que está terminando la sesión y me dirá que debemos desbrozar esa palabra usará para comprender las razones de esos fantasmas que me visitan tan a menudo pero ya tengo la respuesta me daré de alta y listo salgo reflexionando camino por la vereda irregular y de lajas flojas y un aroma de lavandas me invado no veo plantas pero huelo su perfume que es un bálsamo es lo que necesito unos niños con alas corren a mi encuentro me abrazan y eso es mi consuelo. 

Como un péndulo

 

 

La vida, en su vaivén, nos devuelve casi todo lo que nos arrebata, o nos acondiciona los desbalances que nos atormentan.

Solía acompañarlo en esas excursiones de caza fotográfica, hasta que la intromisión de los ajenos, hizo que nos alejáramos.

Recuerdo algunas de sus obras.

En el ocaso, en primer plano, un cardo oscurecido y detrás, el campo arrasado.

En un cuartucho de baño, detrás de los cristales sucios, amanece. Hay ropas remojándose en la palangana y medias y calzoncillos colgados de un cordel.

Un bandido aplastado junto al vano de una puerta ve alejarse a los policías. En la siguiente secuencia: Salta la balaustrada, frena un poco, y se acomoda detrás de las orejas las crenchas grasientas que caen sobre sus sienes.

El atelier de un artista. Tarros, pinceles, cuadros a medio resolver, una cama deshecha, una mancha de humedad y un cenicero repleto de colillas.

En la gran cama de respaldo de hierro, asoma el enorme cuerpo de la madama. Sobre la almohada, la cara despintada deja ver las bolsas y las arrugas, debajo de un flequillo negro.

En secuencia de imágenes, la silueta de la misma mujer joven en luces, en sombras, de día, de noche, desperezándose, enfadada, reconciliándose, gimiendo, riendo…

Supe al instante una verdad incontrastable. Y comprendí todo.