Desde la quietud del escaparate,
miradas libidinosas
la atraparon en garrar hirientes
de apetitos voraces.
No quiso más ser mercancía del pecado.
Recreó, en ágil acrobacia,
el vuelo de las mariposas
y bailó el vals de las libélulas.
La veo cómo ondula su cuerpo.
Sus cabellos volátiles
resplandecen mis deseos.
Sus labios susurran,
me envuelve en sus alas y
allá vamos, rumbo al arco iris.
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