Gime como una armónica.
Se angustia como un saxo.
Implora como una guitarra.
Se rebela como una batería.
Solloza como un arpa.
No es un blues del desamor,
aunque haya silencios que queman,
aunque las pérdidas y las ausencias
aromen de lavanda y
en los corales del olvida,
pinten la soledad.
Hay un pálpito de brisa.
Un susurro secreto la impulsa
en la retórica de lo cotidiano,
para beber el agua de la dicha y
abanicarse en un aire danzarín.
Hay vientos de esperanza.
Ella tiene el coraje de una amazona
y la ternura de una madre,
en un vértigo circular, indefinidamente.
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