La vida, en su vaivén, nos
devuelve casi todo lo que nos arrebata, o nos acondiciona los desbalances que
nos atormentan.
Solía acompañarlo en esas
excursiones de caza fotográfica, hasta que la intromisión de los ajenos, hizo
que nos alejáramos.
Recuerdo algunas de sus obras.
En el ocaso, en primer plano, un
cardo oscurecido y detrás, el campo arrasado.
En un cuartucho de baño, detrás
de los cristales sucios, amanece. Hay ropas remojándose en la palangana y
medias y calzoncillos colgados de un cordel.
Un bandido aplastado junto al
vano de una puerta ve alejarse a los policías. En la siguiente secuencia: Salta
la balaustrada, frena un poco, y se acomoda detrás de las orejas las crenchas
grasientas que caen sobre sus sienes.
El atelier de un artista. Tarros,
pinceles, cuadros a medio resolver, una cama deshecha, una mancha de humedad y
un cenicero repleto de colillas.
En la gran cama de respaldo de
hierro, asoma el enorme cuerpo de la madama. Sobre la almohada, la cara
despintada deja ver las bolsas y las arrugas, debajo de un flequillo negro.
En secuencia de imágenes, la silueta
de la misma mujer joven en luces, en sombras, de día, de noche, desperezándose,
enfadada, reconciliándose, gimiendo, riendo…
Supe al instante una verdad
incontrastable. Y comprendí todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Me gustaría conocer sus opiniones, percepciones y comentarios de las páginas de mi blog.