Hay
una rara luminosidad por la ventana.
No
es plenilunio,
es
una nada blanca
que
se esparce parsimoniosamente.
Un
extraño silencio me despierta,
aminora
el tic-tac del reloj
y
me desvelo.
Un
deslumbramiento
que
no corta la monotonía,
se
posa en el dintel de la mirada.
Una
tabla rasa.
Una
enorme somnolencia.
Una
blanca palidez,
me
deja absorta.
Los
párpados se apelmazan,
se
aletargan,
se
acurrucan,
se
arrullan.
Es
la nieve virgen que me recibe
en
la colcha fría.
No
detiene la agonía
y
me lleva
y
me engulle
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