martes, 9 de abril de 2024

Pinceladas patagónicas

 

 

Me llamo Perla como el nombre del centro de detención de Neuquén la cuestión es que llegué a la Patagonia  justo el 24/3/76 dos días seguidos viajé en tren me había acostumbrado al paisaje amarillento de comienzos de otoño y los ojos azules se tornaban en grises como cuando cambia el tiempo y sí las nubes cubrían casi todo el entorno y sólo se veían esas pertinaces flores amarillas que crecen entre el canto rodado y en las grietas de las piedras como si fuera la última exhalación de ésas que son para mirar porque emanan un fuerte olor acre sacudidas por el viento y si las tocás te ponen las manos pegajosas porque no se deben cortar ojo! de improviso la estación se había teñido de verde militar nada entendía porque durante el trayecto mi mente estaba ocupada con la huida y la carta dejada a los viejos que ya a esas alturas se habían enterado y estarían sufriendo porque había elegido vivir un horizonte de amor o realmente escapaba … la chuparon a Elda cállense hijas de puta  por el teléfono… y una vida profesional traía en el equipaje el flamante título y las esperanzas  y vinieron los cacheos cuando el soldado vio el documento y mi nombre me auscultó con desconfianza y tiró al tacho de basura para ser quemado el único libro que llevaba el que recomendaba cómo leer al Pato Donald y yo no sabía que también estaba prohibido y la revisión exhaustiva de los bártulos y las miradas sospechosas mientras los pobladores me observaban con la exasperante pasividad que da la calma y la aridez del paisaje ¡Ah! lo que más extrañé era no ver el verde de la llanura y el fluir de las aguas corriendo mansas allá pero acá el viento constante todo lo secaba y los cardo rusos rodaban a merced del viento… un tratamiento facial hacía el arenado en seco sobre la piel y para proteger los ojos unas gruesas antiparras y la nariz cubierta con un pañuelo parecía una terrorista chiíta cuando iba a trabajar a la escuela agarrada de las paredes para que el viento ululante exasperante no me estampara una vez o correr hasta la vereda de enfrente la de la estación de tren de Plaza Huincul para que no me degollara el cartel metálico de chapa y pintura que se bamboleaba peligrosamente terminé de cruzar y cayó primero uno y después los otros álamos uno a uno cuando había logrado adelantarme y los gatos petroleros seguían impasibles subiendo y bajando y una podía pensar que abajo muy abajo fluían ríos de petróleo negro espeso mientras circulaban las camionetas petroleras y los obreros del gas con sus mamelucos engrasados ahora me acuerdo de las profesoras de la escuela técnica esposas de los directivos me observaban desde sus hombros altaneros la ropa que llevaba que no era lujosas como la de ellas y nunca acepté tomar el té a sus casas porque había escuchado cómo criticaban en la sala de profesores al día siguiente el mantel y la vajilla con la que servían el té en la casa de la anfitriona las tacitas cachadas viste y las servilletas que no hacían juego con el mantel ¡ah! me acuerdo que cuando tomábamos exámenes de Lengua llenaba sólo con mis iniciales mi nombre los otros renglones los ocupaban ellas con sus dobles apellidos de rancia estirpe ya me había acostumbrado a usar el disfraz de profesora trajecito oscuro de pollera y blazer nunca pantalones porque también estaba prohibido y después correr a ponerme cómoda e ir hasta el predio del hogar de niños para ver el único chorrito de agua que chorreaba a borbotones con olor a azufre ahí es cuando más añoraba los ríos de mi litoral y el verdor de sus campos y los gatos seguían subiendo y bajando había también otros gatos en los prostíbulos de la ciudad petrolero que maullaban llorando y compadeciéndose de la vida que les tocó y las lágrimas de cocodrilo les corrían el maquillaje grotesco después oía en la madrugada gritos frenazos alaridos y botellazos por la Av. Del Trabajo cuando estaba terminando la batahola los ingenieros borrachos volvían al Hotel Alfa para descansar unas pocas horas antes de sacudirse la resaca y reiniciar la dura tarea en la construcción del acueducto o las quinientas viviendas, o en los campos petroleros… y el viento el viento que todo lo arrasaba hasta la juventud se ajaba en los rostros curtidos que ocultaban quién sabe qué vida anterior y el chofer de la empresa no podía superar las pesadillas cada noche volvían y se despertaba gritando sudoroso porque volvía a oír los aullidos de los cuerpos amarrados con piedras grandes que eran arrojados al lago San Roque cuando él hacía la colimba… un regalo de la vida fue el nacimiento de mi hija en la foto de presentación en sociedad se ve la barba frondosa y la pipa del papá y yo jovencísima atrás el Pozo Nº 1 y el Citroën azul constrastando con el panorama gris y otra foto del zanjón que quedó después del aluvión y la soldad la Pasto Verde y ahora me acuerdo de la primera estampida social y Teresa Rodriguez … y yo tenía miedo que me robaran a la beba o que se quedara sin madre…por aquellos tiempos soñaba con aguas turbulentas y cenagosas ahora son aguas cristalinas y hago la plancha y veo el cielo azul y soleado y las montañas con toda la lujuria de colores y hablando de agua tengo mucha sed porque tengo la garganta seca. Un vaso de agua, por favor.

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