martes, 16 de enero de 2024

De paisajes y emociones.

 

 

Esta señora necesita recorrer los lugares donde fue feliz, y por qué no, aquellos que la angustiaron en el pasado, en este presente y lo que vislumbra para su futuro. Es que la vida, una vida intensa, tiene sus claroscuros y vamos a intentarlo.

Perseguir mariposas en las tardes soleadas, seguir el camino de babas de los caracoles con las primas, guardar en un frasco los bichitos de luz para soñar en las noches.

En el pastizal verde del potrero, la oveja negra ramonea y retoza. ¿Quién diría que ella sería después la oveja negra de la familia? Los trigales ondean en la brisa y el campo de linos se asemeja a un lago sureño. ¿Quién diría que en su juventud gozaría en esa contemplación?

Ve la vaca Blanca en la casa de la abuela Margherita. Oye el piu-piu de las gallinas. Saborea el arroz con leche junto a la cocina a leña. Se enamora con el perfume de la Madreselva y los geranios rojos. Sonríe cuando ve el banquito azul para asomarse al brocal y mira el balde tintineante rebalsando el agua fría. Memoria de los sabores del durazno caliente y de las moras que tiñen el primoroso vestidito blanco. Sopor de la siesta y chillido de las chicharras.

El intenso perfume de las violetas entre los rosales, mitiga el dolor. Su gata ha sido aplastada en la calle. La llegada de su hermanito le alegra los días jugando a ser mamá. Las travesuras e la escuela y las compresas de té de malva para calmar raspones y magulladuras.

Ahora la veo sonreír, mientras ve caer la nieve desde su ventana.

-¡Te dije que volvieras antes de las 12! ¡Estamos de luto! Y vos, bailando con ése. Ella se toca la mejilla, porque todavía le arde la cachetada. A puro alpargatazo el padre interrumpió el baile de los lentos.

El pic-nic de la primavera. Un eucaliptus con un corazón tallado y el primer beso. La veo suspirar emocionada.

Ahora le voy destilando imágenes que la angustian, pero es preciso retomarlas para no esconderlas en el baúl de candados. -La chuparon a Elda en su casa de la isla. -¡Cállense, hijas de puta! -oyó en el teléfono pinchado

Una fogata en la terraza de la pensión de estudiantes transformó en cenizas revistas, afiches, volantes y libros prohibidos

-Conseguí trabajo en el sur. O te venís conmigo, o este largo romance se acaba ya. – Elegir opciones. Despejar dudas. Las disyuntivas suelen ser difíciles de procesar, hasta encontrar un término medio. ¿Me voy por amor o para huir de las conmociones políticas? Llevo mi flamante título en la maleta. Por la ventanilla ve un paisaje de cardos rusos volantes, de aridez extrema, donde el amarillo de las flores es lo más luminoso, entre los tristes ocres achaparrados.

-Cuando lean esta esquela de despedida, debajo de su almohada, estaré viajando hacia Patagonia. Tengo sueños que podré concretar en otros sitios. Me voy por propia voluntad.

Unas lágrimas dolientes empañan la languidez del espacio. En un pestañeo repite los poemas que su compañero le escribía. Ahora va a su encuentro.

El verde militar ocupaba todo el espacio, y allá, al fondo, su compañero.

-¿Qué trae ahí? – Un libro sobre el Pato Donald. - ¿Y eso? -Sáqueselo, soldado!

Mientras escribe, desde el acantilado azul de los recuerdos, rememora su vida en Patagonia, el nacimiento de sus hijas, la agonía y la muerte, la soledad, la trayectoria profesional, los viajes, todo, como un pellizco de sosiego.

El lago sereno y coruscante le sonríe. Esta mujer no ha perdido el tren de la historia. En los silencios testarudos ha develado los secretos en el remoto cajón de la memoria.

Hay conjuntos disyuntivos de mediocres epopeyas y mieles-caramelos. Está la laxa fragilidad del miedo, estampidas de pavor y calma chicha de las barcazas. Asida al calabrote de jinetear tormentas, ahora está en armonía por lo que resta vivir. Molicie y modorra en la tarde sepia, ella se aferra a los tientos de la historia. Agradece, pide perdón, lava las culpas, comparte, cumple promesas… Fluir, amar, reír y disfrutar es tu presente, le digo yo que soy todos tus paisajes guardados en la retina y en las venas.

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