Hay secretos escondidos en los signos, en los sitios y en las personas. Tienen rastros, como arañazos, muescas, incisiones, protuberancias, hendiduras y paréntesis en lapsos de cada historia que vivimos o que observamos como testigos del tiempo.
Dejaron huellas.
Los compañeros de aventuras y picardías.
--¿A qué no te animás? -Y montaba en la bici o en el lomo de la burra Catalina, propiedad del gitano Rubén.
Las profesoras del secundario.
--Tu inglés va a servirte en el futuro.
--Tenés pasta para las letras.
--Una obra profunda, de gran vuelo poético. No es literatura feminista, con todos los clichés en torno al tema. Es literatura, sin más, para sentir y disfrutar. --Mi mentora comentó.
--A ver, leé en voz alta los titulares... y ahora resolvé este problema. --Mi padre fue mi primer maestro.
--Tenés que ser maestra. Yo no pude estudiar, porque las mujeres tienen que casarse. --Me decía la tía Amalia. --Y poeta, como yo. --Y me leía sus poemas de amor. Fui transgresora, como ella, cuando me fui del pueblo tras un amor.
--Vi da li ta...--Punteaba en la guitarra. --La vestido celeste...--Cantaba para mostrarle mis aptitudes al tío Genaro. Las marcas indelebles fueron la persecusión de lo óptimo, un legado que no siempre valoré.
--Con estos lápices vas a pintar tus sueños. --El padrino me regaló una caja de 24 colores y yo pintaba montañas nevadas y un tren bufando en las alturas.
--Las llamo las 3C. --Dijo la profe de Higiene y Puericultura. --Comer, hacer el amor y defecar.
--O te venís conmigo al sur, o se acabó el romance. --Me dijo quien fuera después el padre de mis hijas, aquí, en Patagonia.
--¿Te lamentás por todo lo que viviste? --No me arrepiento de nada. --Dije al mejor estilo Edith Piaff.
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