viernes, 21 de octubre de 2011

Gaviotas en picada (en dos entregas)

La tarde transcurre lluviosa y los chicos debaten qué hacer en ese día brumoso. La pava chifladora avisa que el agua está lista para el mate, o a punto de hervir.
-Acordate de ponerle agua fresca a la yerba para que se vaya hinchando, porque si la metés muy caliente, el mate se lava muy rápido. Ernesto recomienda lo que había aprendido de su abuelo, el que cebaba unos mates querendones y espumosos, de esos que unen y favorecen la reflexión.
-Podríamos salir igual y vemos después qué hacemos -El Chimango vuelca el agua humeante en el termo de plástico.
-Primero terminemos este trabajo para cumplir con el profe. Acá tengo los materiales. Este aparato es genial!. Lo dibujé a escala -la sagacidad del Bicho, y su ingenio muestran en el papel el aparato para medir las sensaciones. Una cinta magnetizada que se coloca en la muñeca del paciente, está unida a un instrumento de precisión con una aguja imantada, que va dibujando en una cartulina, la evolución de las emociones. Escuchan el material grabado con relatos de diferentes características, los que el Chimango ha escrito. En el margen derecho de la hoja, hay una gráfica con gradaciones que van del uno al diez, en diferentes colores. De uno a tres, en azul: indiferencia, frialdad. De tres a seis, en verde: interés, curiosidad. De seis a ocho, en rojo: exaltación, excitación. De ocho a diez, en negro: miedo, pánico.
-Ya lo tenemos bastante armado, pero tenemos que ampliar el tipo de relatos y perfeccionarlos. Cada persona reacciona de manera diferente- Ernesto chupa el mate sin degustarlo y lo devuelve.
-Me parece que si vemos a Don Teodoro, podremos incorporar más historias.
-¿Se imaginan? Después de la Feria de Ciencias, hacemos la patente de invención con propiedad intelectual y todo, luego vendemos el invento a la Policía, a la Justicia, a psicólogos, y todo eso- agrega Ernesto y en sus ojos se refleja un horizonte luminoso.
-Dale. Vayamos.
El viejo está hoy en un alto nivel imaginativo, creando dentro de su incipiente locura. Los recuerdos afloran en toda su intensidad. La magia de sus palabras son como si un conejo saliera de una chistera, o como si una paloma blanca revoloteara, un tanto mareada, una vez sacudido el pañuelo multicolor de un mago.
-Mi hermano y yo siempre andábamos vagabundeando por el Río de la Plata. Ese día el río estaba más marrón que nunca, y ni siquiera los rayos del sol calcinante lograban entrar para ver hacia abajo. Una calma chicha hacía que rememos para mover el "Snipe". Ni una brisa había; la vela quedaba tiesa como una pantalla de cine, así que la bajamos porque no tenía sentido tenerla izada -el mate de Don Teodoro está más rico que otras veces. Él ceba  y cada vez vuelve a depositar la pava sobre los leños del hogar, para que no se enfríe.
Los tres chicos se acomodan, inquietos y escuchan con extrema atención.
-...El sol quemaba a eso de las dos de la tarde. A unos cuantos metros más allá se destacaba una mancha blancuzca, por donde las gaviotas bajaban en picada. Estábamos a kilómetro o kilómetro y medio de la costa, así que comencé a avanzar a puro remo y mi hermano timoneaba -Otra vez el viejo extiende el mate con la bombilla dirigida hacia el convidado. Así debe ser cuando el que ceba, ofrece un mate ,como se brinda compañía, camaradería, y hasta una historia. Sus ojos se achican con ese histrionismo que lo caracteriza cuando narra, como si el sol le hiriera, a pinchazos iridiscentes, la vista. También los chicos llevan en el semblante la marca de la inquietud. Teodoro, en su fruición, ceba en estrella: uno para Ernesto, uno para él; uno para el Bicho, uno para él; uno para el Chimango, uno para él. Es como si el mate fuera el motor que va impulsando las palabras que fluyen.

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