lunes, 3 de octubre de 2011

Un boleto para Sevilla (en dos entregas)

-¿Viajás por turismo? -le pregunto a mi compañera de asiento, la del pasillo.
-No, por estudio. Por un año sabático estoy estudiando las raíces de la cultura española- me dice Bárbara en un castellano poco castizo. Ella viene de Boston y está recorriendo Andalucía, pero está radicada en Barcelona.
Las dos admiramos el paisaje por la ventanilla.
-Es el río Genil -nos explica la viajera desde los asientos de al lado. Anselma, dice llamarse; tan obesa, ocupa los números 34 y 35, y es muy abundante también la información que nos proporciona, por ser poblana de los alrededores de la ciudad.
En una curva de la carretera, sobre una loma, se impone de repente, un negro toro bravo, el toro de Osborne.
-¡Uy!, el toro que vi en una película de Almodóvar -digo.
-Ese toro de chapa negra custodia las principales carreteras del país. Originariamente fue una estrategia publicitaria para promocionar el brandy de jerez "Veterano", del grupo Osborne -dice nuestra informante - Ahora es uno de los símbolos culturales de España.
-Miren, estamos llegando -ella nos señala su siudad y se pone más ancha y más oronda en ese momento, en sus dos asientos.
Se ven carruajes con cuatro fletes enjaezados, jinetes enfundados en trajes de terciopelo negro o chalecos chapeados y sombreros chatos de ala ancha, sevillanas con peinetones y mantillas. Carros tirados por dos caballos adornados con claveles rojos y blancos, llevan a los enamorados por las calles, por las plazas, por los parques. Las flores relucen en todo su esplendor en el mediodía de abril.
-Tengo una taberna y un tablao en el Barrio de Triana -las espero y nos da a Bárbara y a mí, una tarjeta rosa, de invitación especial. 
-No hay más plazas.
-Completo.
Eso anuncian los carteles frente a los hoteles, albergues y hosterías. Yo voy arrastrando mi equipaje, entre los paseantes, por las veredas perfumadas de azahares de Santa María, la Blanca. Supe después que es la Feria de Abril y que a la tarde comenzará "el alumbrao" en la isla de Triana como ceremonia inaugural y con las noental mil bombillas encendidas.
-Allá iré, si logro alojarme pronto- me digo.
-Puedo ofrecerle, guapa, una habitación a compartir con una moza de la región de Castilla la Vieja. Es todo lo que está disponible.
Acepto y me instalo; la compañera de habitación no está y puedo apreciar sobre la cama extendida, un vestido de amplios volados y una gran camelia para adornar el pelo. En el mismo momento, irrumpe una joven impetuosa que se presenta con una catarata de palabras y expresiones que debo interpretar.
-Tú eres la argentina que me dijo el ujier. Yo soy la Maruja, de Segovia, pa'servirle. Hace una calor de la puta madre, pero como te digo una cosa, te digo la otra. Ahora acá hay fiesta y a eso vine, a conocer Sevilla, pa'divertirme, y si eso consigo, la calor no se siente, pues. Pero ¿qué hacéis ahí, parada? Prepárate como yo y allá nos vamos las dos. -Se engalana, se cepilla la cabellera negra, ajusta un rodete con la flor, se maquilla, se perfuma.
-Es que ...
-Es que, na'! Vístete pa' la ocasión y nos vamos por la calle de San Fernando, por la antigua tabaquería, que ya pronto empieza el "alumbrao", a la noche. Ahora da lo mismo. Nos podemos pasear con distinción, que pa' eso estamo...vamos,  que ya empieza la soleá.
Esta mujer me ha mareado antes de salir y esto se acentúa en la romería de las calles, la algarabía, los cantaores y las bailaoras, los aromas de comida, la fritanga de pescado con garbanzos. Dos grandes abanicos decoran la Puerta de Jerez. Me detengo a leer qué son los trianeros, el gitanillo de Triana, el marinero y... ¡Se me perdió la Maruja! en el remolino de almidón y de polleras, de caballos y de sevillanas. Cada calle dentro del predio lleva el nombre de un torero. Elijo la de Ignacio Sánchez Mejías y me siento a comer en una caseta restaurante, y a escuchar las guitarras flamencas y el zapateo de un gitano sobre el tablao. Una elegía flota en los aires de la fiesta. "La sangre derramada... que no puedo verla"... "A las cinco de la tarde..." va mezclándose el poema que recuerdo, con el flamenco y con los mantones de Manila. Al reparo del sol, veo pasar a la Maruja asoleada-alborotada; se cuelga del brazo, con prestancia andaluza, de dos gitanillos morenos. Anfitriones, imagino.
No me quedo al "alumbrao" Quiero salir, despejarme del bullicio y disfrutar de la vista  y la calma del Guadalquivir, por el Puente de San Telmo.
Ahora voy saliendo por la calle de Manolete y me prometo visitar mañana, la Plaza de Toros de Sevilla. Me vienen a la memoria las imágenes de cuando pequeña, de la mano de mi padre, una sola vez vi una corrida de toros en la Sociedad Rural, frente a la casa de mi abuelo. Y sufrí. Toros enardecidos y toreros calientes. Ahora tendría la oportunidad de comprender esa pasión del arte taurino.
Una imagen lleva a la otra y veo a Virginia, la argentinita que baila en un tablao de Alicante, tan resuelta, tan altiva, tan salerosa, como una gitana auténtica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gustaría conocer sus opiniones, percepciones y comentarios de las páginas de mi blog.