viernes, 13 de mayo de 2011

Rapsodia de una herejía (última parte)

A esa hora escucharon que alguien golpeaba la puerta de ingreso y sin dudar, con la prepotencia que da estar en plan de lucha, y pensando que algún compañero solidario quería pasar la noche, Panchi abrió...
-¡Correte, chabón! -tres siluetas negras encapuchadas le apuntaban con un arma que no parecía de juguete, y lo empujaban.
Y así, siempre apuntándoles, los llevaban al baño de varones a los diez ocupantes, y también al Pity, que espiaba desde la cabina de preceptoría. Una fuerte patada en el estómago lo obligaba a obedecer.
Charly, por lo bajo, cantaba la historia de Mariel y el ascensor, y no dejaba oír el sonido de la llave que se cerraba.
El Pity tenía dudas; unos ojos detrás del pasamontañas, le parecieron demasiado familiares. Más tarde, en declaraciones a la prensa, el Pity, el más locuaz, declararía: "Tenían los ojos enrojecidos, como si estuvieran drogados". Las escenas de "La naranja mecánica" que él había leído hacía poco, le pasaron por su mente, lo que le permitió decidir que ni ante la policía, ni ante los periodistas, iba a hablar de sus sospechas, de esos ojos que le resultaban tan conocidos.
Adriana y Ely chillaban histéricas. La seguridad del "segundo hogar" les estaba jugando una mala pasada. Leticia, en cambio, con su natural sentido de la practicidad, razonaba a toda velocidad.
El profesor de Física, con un cortaplumas que colgaba de su cinturón, fue desarmando la llave interruptora de la luz que estaba junto a la puerta del baño.
La tarea se dificultaba, porque la chapita del artefacto se doblaba una y otra vez, con el peligro de cortarse, mientras Ariel lidiaba con la cerradura.
El gran espejo, siempre salpicado, porque los chicos se mojaban la cabeza y después se sacudían, les devolvía a todos, la perfecta imagen del miedo y la impotencia.
Se oía el trajinar de los malhechores por el pasillo, momentos después de haber escuchado el estruendo de una puerta que echaban abajo. Era la antigua biblioteca.
También se podía oler aceite quemado, pero era la grasa que chirriaba en la gran cacerola. Eso las asustaba todavía más.
-Morir encerrados y quemados. ¡No! -era Leti ahora que ya había perdido la calma.
-Todo esto que estamos pasando, es porque estamos en lucha.
-Si estamos en lucha, callate, por favor! -recomendaba el profe.
"La única lucha que se pierde, es la que se abandona". Casi todos recordaban el gran cartel colgado en el patio interno, que entonces no podían ver.
Pasaban los largos minutos y ellos estaban todavía adentro, cuando sintieron un fuerte portazo.
Charly también se había callado cuando terminó de cantar la historia de Mister Jones y una familia muy normal.
Un alivio infinito, luego de hora y media, los desplomó en el pasillo, cuando una fuerte patada de Cristian y los siguientes empujones, derribaron la puerta del baño.
De la cocina salía humo negro y las chicas corrieron a cerrar la llave del gas. Un ataque de tos les ayudó a aflojar la tensión y salieron a tomar aire puro.
Afuera todavía humeaba la sábana que colgaba de las rejas de la Dirección, la que con letras negras anunciaba "Estudiantes en lucha". Le habían prendido fuego, antes de huir, dejando manchones de tizne en la pared.
Eran casi las dos de la mañana del sábado.
Los intrusos se habían ido dejando un gran vacío en la salita del fondo. Se habían llevado el nuevo equipo de sonido sin estrenar y quién sabe qué más.
Después se sabría que además habían robado la guitarra criolla, varias calculadoras, algunos libros, las bolsas de dormir, las camperas, las mochilas y las zapatillas del Pity. La computadora estaba ahí y también los doce tomos de la Enciclopedia Británica, recientemente donados.
Esa mañana me telefonearon y llamamos a la Policía. La intervención detectivesca consistió en tomar huellas, fotografías y declaraciones a las víctimas. Y a rastrear las huellas que habían dejado afuera, junto al cerco perimetral, donde el alambre romboidal había sido cortado.
-"Contrabando hormiga" -anotaban en una libretita ajada.
"Tres encapuchados armados asaltaron un colegio"-informaba el gran titular.
Los estudiantes fueron parcos en sus exposiciones. Querían impedir que los uniformados permanezcan mucho tiempo en el edificio escolar en esa mañana de sábado.
Los investigadores desestimaron cualquier relación con connotaciones políticas por el motivo de la protesta.
-Se trata de delincuentes comunes -afirmaban.

Por eso, la decisión fue levantar la medida de fuerza, sin más, y ¡Todos a casa!!


1 comentario:

  1. A continuación publicaré la 1º parte, que no se editó por problemas en el blog, ayer.

    ResponderEliminar

Me gustaría conocer sus opiniones, percepciones y comentarios de las páginas de mi blog.