viernes, 20 de mayo de 2011

De guarachas, de amores y de letanías (1º parte)

Nunca me creí capaz de asesorar en amores, porque siempre asistí, boquiabierta, a las aventuras y desventuras que mis amigas me contaban. Y escuché y sugerí basándome en mis intuiciones.
Y siempre son veces,
son cuandos,
y siempre debe haber
un tú, 
para que sea.
Y siempre debe haber 
un yo, 
para contártelo, ¿No?
Entre nuncas y siempres, los tímidos tal vez, los inasibles quizás, los ocultos acasos, fui aconsejando sobre desencuentros, pasiones incontenibles e historias de celos. Me las arreglaba, sí, con las percepciones que, como guiños, daban alguna señal.
Manos que gesticulan para reforzar lo que las palabras, sin convencimiento, quieren expresar, o lo que se esconde en fragmentos de una historia.
Caminar altanero, mirando hacia el horizonte, como diciendo " abran paso, que voy yo, a conquistar el mundo".
Espaldas encorvadas, siempre escudriñando el piso, para darle firmeza a cada pisada.
Un brillo en los ojos que antes no se descubría.
-¡Qué bien que estás! -le dicen a su mirada que casi grita sus "buenamores".
-El que sólo se ríe, de sus picardías se acuerda -le replica la otra, con complicidad.
Otros ojos, a veces, cuando la tarde está opaca, casi a punto de nevar, se mimetizan con el cielo y por el lagrimal izquierdo, se deja caer una gorda lágrima suelta para desencadenar el llanto profuso. Mañana, cuando la lluvia haya ya suplantado a la nieve se desatará implacable, y un viento portentoso se burlará de su soledad.
Porque las palabras de amor suelen ser engañosas, como las letras de los boleros.
Arráncame la vida, de un tirón

Bésame, bésame mucho, 
que tengo miedo perderte,
perderte después. 
En eso de jugar siempre desde el banco de suplente, como espectadora, pude conocer historias de este tiempo.
Los prodigios de la tecnología se suman para el amor, un clásico. También se sustentan en palabras, salvo cuando se intercambian imágenes. Una puede descubrir la retórica de los ojos, las triquiñuelas de la entonación, el fruncir engañoso de la nariz, un temblor en el lado derecho del rictus, el quiebre de la voz. Son sólo palabras que desnudan lo que se omite decir; en los retruécanos y las elipsis puede develarse el fondo, todo lo demás son formas ornamentales que se transforman en palabras vacuas, o en turbios estereotipos.
"Mueren las ilusiones
con sus promesas crueles.
Con candor
el alma entera
yo te di.
 Una vez, una amiga dijo conocer el amor de su vida por internet, cuando el chateo era la estrategia para iniciar una conversación. El encuentro fue romántico y apasionado; luego el casamiento y el bautismo de las mellizas, y las fiestitas de cumpleaños, los viajes inolvidables y las fotos a todo color. Hasta que el tránsito por el limbo de la felicidad, fue mostrando su rostro verdadero.
Las postales perdieron su brilloM las fotos se ajaron y se han tornado lavadas, de color indefinido, entre sepia y pastel, y dan ganas de dibujar en las sonrisas, una mueca de tristeza.
Sobrevino, después, un abandono repentino para nunca más verse, y allí está ahora, Anita con sus mellizas, pero sin el papá, ya organizando la fiesta de los quince años, que Disneylandia, que la presentación en sociedad, o cualquier invención mágica de las intervenciones en un mundo plástico, como un foto-shop, que diluye, borronea y confunde lo real.

"vo tampoco sos el amor de mi vida" -el mensaje titilaba en el celular de mi amiga Alejandra.
Ella ha encontrado, hace poco, en su computadora a un ex amor.
Habían pasado los años y Ale se casó, tuvo tres hijos y se separó.
"Si fui infiel,
si fui cruel,
te di todo,
hasta lo que no tenía".
El amor tiene esas cosas y esto no es una novela rosa, ni un folletín o cursilería barata. Suceden algunos traspiés, algunas equivocaciones, que después hay que salvar. Retrotraer el tiempo, porque "sino perdés el tren", dicen.
-Silvia, me podés explicar qué quiere decir eso? -ella preguntaba, ya al borde de la desesperación.
-¡Ma!, dejame ver a mí!
-No, vos no podés.
-Dejame ver, please!
-Ahí tenés, lee! -le dijo a su hija, luego de cambiar a otro mensaje recibido.
Hablando en clave, entre las dos no podíamos desentrañar ese confuso mensaje.
-¿Qué quiso decir, vos o yo? Puso el dedo en la letra equivocada, o se salteó la s -pensamos.
-Falta una coma, o un punto.
"Te di mis soles,
te di mis lunas,
te di mis sueños,
mis pesadillas..."
-Me voy a vengar. ¡Lo odio! -Alejandra gritaba y lloraba, nariz roja y ojos extraviados.
Una catarata de lágrimas de amor.
Y continuaba una retahila de insultos, imprecaciones y despropósitos, pasando por una letanía de invocaciones a los dioses del Olimpo.
-Yo, como Afrodita, que busqué el amor y la belleza en tantos otros... ahora que encontré a mi Apolo, me dice eso? ¿Qué se cree, el Adonis contemporáneo? Me voy a vengar, te lo juro -grita desconsolada.
Hasta caer en las frases hechas de un son cubano, o una guaracha.
                                                                           "Dos gardenias para tí.
Te quiero,
te adoro,
mi vida"
Es el momento en que la gata Flora hace su aparición. Porque a las mujeres nos gusta que nos halaguen, aunque lo que nos digan sean falsas promesas o medias verdades. Si no lo dicen, ellos no son románticos, no transmiten poesía, son materialistas y prosaicos. Si después, lo dicho no se refleja en actos, sobrevienen las catástrofes. Somos salvajes y vengativas en los huracanes que todo lo arrasan, nos derrumbamos luego de aluviones y lava ardiente, y provocamos un tsunami de escándalos y llanto.
"No me abandones,
hoy, mi vida.
No me abandones,
todavía".
-Pero hace falta saber qué le habías escrito vos antes. Porque la comunicación es un ida y vuelta. ¿Sabés? -con paciencia.
-No podés prejuzgar, recapacitá pronto! -ya no tan calma.
-"Desde que te reencontré, no dejé de quererte ni un día. Sólo que no nos entendimos."
Luego, una sola expresión de amor romántico, nos derrite. Una flor, la sorpresa de un regalo, un ansiado viaje, una cena junto al hogar, la terenura de un beso o el recitado al oído del poema preferido, abrazodos en una puesta de sol.




 




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