sábado, 7 de mayo de 2011

Si tenés documento, sos. (en dos entregas)

Tomo mi vieja agenda del 2001 que tiene hojas rayadas sin usar. Aunque hayan pasado diez años, se mantuvieron en blanco, no las estrujé haciendo una pelota. Los días pasaron sin pena ni gloria, ese año. No me acuerdo de circunstancias especiales. En la inercia del constante movimiento y de las farragosas labores, no me había detenido a pensar, ni a leer, ni a escribir, ni a escuchar la melodía de los pajaritos, ni del rugido del viento entre los pinos, ni del silencio de la nieve cayendo, lenta y suave, en los inviernos.
Quiero escribir lo que se me viene a la cabeza, cuando recuerdo las largas horas que pasé en el Registro Civil, no para casarme, no!, sino para renovar el documento y el pasaporte, ya vencido.
Cuatro horas pasé haciendo cola, guardando celosamente el cartoncito con el número de la suerte, para que me atendieran.
57 amarillo.
Hay números celestes para la firma de los testigos de matrimonio o de unión de hecho.
Hay números violetas para hacer cambio de domicilio.
Hay números naranjas para registrar a los recién nacidos.
Hay números rojos para registrar las defunciones.
Hay números verdes para la renovación de los documentos de mayores de 8 años y para los que cumplen 16.
Hay números rosados para los extranjeros que deben demostrar su estadía en el país.
Hay números y colores en todas partes y manos gruesas, finas, gordas, delgadas, lozanas, arrugadas, rudas, que sostienen los cartoncitos hasta ajarlos, entre largos bostezos.
Están los que cambian de apoyo en una pierna, después en la otra.
Están los que conversan estrepitosamente para que todos los de la fila conozcan sus cuitas y avatares.
Están los atentos, prestos a correr hacia la silla que acaba de desocuparse.
Están las embarazadas que sacan panza, para que las empleadas se apiaden y les concedan el turno.
Están los colados que interrumpen un trámite, sin inmutarse por la mirada penetrante, dagas y cuchillos filosos, del señor de saco de gabardina marrón.-¿Tenés noticias de lo mío, Laura? -y le entrega una tarjeta personal.
Están los viejitos que se limitan a esperar, pacientes, sin saber si hoy lograrán que los atiendan, o tendrán que ir al día siguiente a hacer cola otra vez.
Están las parejitas que se dan arrumacos, una encima del otro. Las sillas disponibles escasean.
Están las quejosas que le dicen a su hijo adolescente: "Estos negros qué se creen? Te dejan acá esperando. Si nosotros les pagamos el sueldo" -Y bueno, mamá, te mandaron al final de la fila, porque quisiste robarle el turno a los primeros. -Encima, se creen que están dando clases de ciudadanía, con esa máscara de empleado público amable y diligente. ¡Qué se creen!!!
Están las ridículas señoras con atuendos a la moda de las jovencitas, mostrando rollos y escotes, con colgantes colorinches para tapar colgajos, arrugas y manchas.
Están las obesas, de ésas que a mi nieta le da por decirme al oído: "Esa señora no debería tomar helado..."
Están los que hablan por el celular: "Cortá las verduras en juliana, rehogá las cebollas, poné a remojar las lentejas, que yo tengo para rato. O "No voy a concurrir a la audiencia de divorcio", o "Cómo, ¿otra vez te dijo que vayas a cobrarle la semana que viene?"
Escucho que a una señora mayor le preguntan su estado civil y contesta: soltera. Pero aclara, con dos hijas y tres nietos que son una delicia!. Se me cae la baba, mire.
-Bueno, Sra. Mire la camarita, cierre la boca y no pestañee, que le voy a sacar la foto.
-¡36 amarillo!
-Y bueno, si estoy en el baile, tendré que bailar...
Como bailar no puedo, porque la música de parloteos, discursos, palabras sueltas, carcajadas, llanto de bebés y niños cargosos, es muy disonante, entonces, mejor pienso imágenes como hace el pintor cuando boceta una obra, compone elementos, y elige los colores en su paleta.
Esta mañana había una gotita de rocío en los tulipanes rojos y los amarillos. Los gladiolos recién cortados del invernadero yacen ahora en el piletón, listos para ser cargados en los grandes canastos y transportarlos a la feria de Escobar. Una margarita silvestre, sola, está protegida por un cantero de piedras para que no la pisoteen. Las amancay tornan amarillo el paisaje, camino al cerro Chalhuaco. Los lupinos azules, rosas y amarillos, tapizan la banquina , rumbo a El Bolsón, en primavera. Saco una zanahoria al pasar, le sacudo la tierrita y me la como, mientras voy hacia el gallinero. Las gallinas batarazas salen al cruce con sus picos abiertos, cacareando y exigiendo los restos. El manzano arquea sus ramas hacia abajo, casi no pueden contener tantas manzanas, que ya empiezan a colorear. Los tomates están ya pintones, pronto haré una conserva o los secaré al sol, cortados y salados, sobre la zaranda. Hongo por hongo se buscan los champignones en ototño. La jarra con agua tiene burbujas que brillan al sol asomando por la ventana. Una botella de vino tinto, junto a la copa que transpira..
-¡42 amarillo! - interrumpo la composición artística, que ya empezaba a tomar forma.Una naturaleza muerta, un bodegón, un paisaje impresionista, una pintura naif. Miro la hora y me desespero, mientras espero.





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