jueves, 5 de mayo de 2011

Antielegía al tijeretal (en dos entregas)

Dicen que la alegría es líquida, porque se te escapa entre los dedos. Es breve y pasajera ; surfea en la espuma de las olas que rompen en la playa. En cuanto se fue la última gota de dulces risas, de ojos sorprendidos que te devoran, abarcándote, de afinidades compartidas que se nutren, se va escurriendo hacia el resumidero y se transforma en un charquito estancado, que pronto desprenderá vahos tumefactos, donde se crían las larvas de mosquitos y donde desovan las tijeretas resistentes.
Hoy intenté llamar al flautista-veneno para combatir insectos de toda calaña; Hamelín no acudió a la cita. También me propuse, apuntándoles con mi carabina, una rauda expulsión hacia el lago, para que no me apenen, para que resurjan las sonrisas y las miradas pícaras, para que el humor vuelva a generar brillantes reflexiones, para que las carcajadas, hasta las lágrimas, exploten y derriben desinteligencias y anulen monotonías lisas y aburridas.
Se anunciaba clima inestable; se presentan tormentas eléctricas, con relámpagos y negros nubarrones presagiaban próximos aluviones de barro turbio y de cascotes embadurnados.
En estos días perdí la llave, que luego encontré. Destrocé la alarma a puro martillazo, pero seguía sonando, insistente y metálica. ¿Será que no quería reconocer tiempos inclementes con ventarrones amenazantes? Falló, también, el control remoto. Tal vez, no tenía que dejarme invadir por historias ajenas de la televisión, ni por literatura de ficción, ni por incesantes trabajos y movimiento constante. No debía plantearme turismo hacia otros horizontes. Quizás, quizás... era preciso hacer una inmersión en los toques suaves del alma, en las aguas transparentes, casi quietas, apenas moviéndose por el remo solitario.
Sacar la cáscara que recubre el interior blando de las emociones. Arañar durezas, casi encallecidas, esconden el alma, y descascarar cortezas, como se sacan las costras de los plátanos, o las finas canelas de los arrayanes. ¡Fuera el raciocinio y las elucubraciones! Despejar ese mar de dudas, descomprimir elipsis o meta lenguajes sospechados.
-Estamos en estado de meseta -le decía a mi amiga.
Una relación que no avanza, que se estanca, que no progresa, que si asciende hasta cierta altura, no sube más. Sólo caminar por la ancha meseta (Cerro Mesa, le dicen), sin riesgos, sin pasión, con seguridad, sin piedras, sin tropiezos, oteando el horizonte lejano.
Y pensando en bordes y precipicios, ¿será mejor circular por el filo de la cornisa, de las sorpresas, de la adrenalina de no saber qué pasará, o embarrarse en las aguas cenagosas, en las arenas movedizas, de las que hay que salir, sin más?

Hoy asecendimos a la cumbre del Daulaghiri, sino al Everest. Hoy vi cómo las tres Marías jugaban con la Cruz del Sur, y la Osa Mayor perseguía a la Osa Mayor, mientras Pegasus observaba, distante. Una luna turca también vigilaba. Las estrellas frías, lejanas se acercaban, se electrizaban en rojos furiosos, en violetas-magenta estridentes, y los verdeazules se confundían en el cielo despejado. Una luna gorda pronto aplaudirá al amor y escucharemos sus carcajadas de risa franca.
Las sábanas frías de la clandestinidad, rápido, se entibian con besos, con manos, con ojos, con babas, con efluvios, con aromas candentes. Ahora las sábanas del amor transpiran, hasta que llegamos a la cumbre, y sobrevino la calma de los cuerpos exhaustos.

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