lunes, 12 de septiembre de 2011

Laberintos con zapatos y tacones.

El público es muy heterogéneo. Hay preponderancia de especímenes raros: estudiantes prestas a tomar nota con errores de ortografía en sus cuadernos; veleidosos intelectuales llenos de citas en la cabeza; bohemios vanidosos de utopías dialécticas y anteojos; jubiladas que hacen cursillos de interpretación de textos literarios; académicos de diatribas, exégesis, hipérbaton y elipsis. Junto a ellos, individuos normales. Por ser amplia la audiencia, se habilita otra sala accesoria. Mientras finalizan los detalles de instalación de la pantalla gigante, el sonido y las luces, los asistentes se acomodan.
A ella le queda un lugar entre los últimos asientos, en la zona más oscura. A su lado se instala un muchacho rubio, esmirriado, un poco cojo. Se da cuenta por el bamboleo al caminar cuando buscaba un lugar, y más tarde, lo corrobora al ver que el zapato derecho, abotinado y negro, tiene una zuela que triplica a la del pie izquierdo. Su aspecto es llamativo, especialmente por unos ojazos verdes soñadores, de cejas finas y de tez blanca salpicada de pecas; todo enmarcado con una barba prolijamente recortada, que termina en una punta de pelos colorados y sedosos. Se establece entre ellos una corriente de simpatía que los acerca más allá de lo común, para circunstancias como ésas. A su derecha están ubicados una pareja de conocidos que la saludan con inclinación de cabezas, aunque ella poco puede advertir. La charla versa, quizás, sobre teoría literaria de algún autor contemporáneo. Su disposición está plenamente enfocada en esos ojos que la cautivan y su voz suave que, cada vez más cerca la va arrullando en su oreja izquierda. No sabe cómo llegaron a esa íntima comunicación. En esos momentos él está recitando los versos de un poeta desconocido, que a ella, casualmente, la habían conmovido cuando los leyó. Una primera aproximación que los identifica. Habla de amor, de la delicada esencia femenina, de sus emociones, de sus contradicciones, de sus sensaciones... Sí, de sensaciones, que en estos momentos comienzan a sofocarla, a la vez que descubre sus manos húmedas, y unas gotas transpiran su frente acalorada. 
No puede concentrarse en escuchar lo que anuncia el animador en el intervalo. Entre el público que conversa con animación, alcanza a escuchar una voz que le parece conocida. Es la de una publicidad: "¡Pero, si estás más linda que nunca!" Entonces, aprovecha la ocasión para despejar suavemente la mano que el joven había puesto, como distraído, sobre su rodilla. Los pliegues de la amplia falda marrón, disimulan la mano que va y viene, en círculos concéntricos, se detiene, y recomienza hacia el otro lado, sobre el hueso puntiagudo de la pierna cruzada, coqueta y de tacones altos, que se ofrece... Quiere y no quiere... Así, se incorpora súbitamente y empuja entre el remolino de señoras, para alcanzar un pote de crema de promoción. Aunque le hubiera gustado obtener una humectante anti-edad, sólo consigue una protectora solar; esa crema también contiene ingredientes para blanquear las manchas oscuras que suelen afear la piel de las mujeres maduras, que han estado expuestas al sol durante una vida. Cuando está agradeciendo al promotor, siente en su cintura una presión que, sin palabras, le está diciendo que aún es una mujer apetecible. El inicio de la próxima alocución se está demorando un poco.
-Miré la hora y calculé que quedaban unos escasos treinta minutos para ir al encuentro de mi hombre- Su voz y sus gestos parecían decir "de años repetidos, de días grises de cotidianeidad y confianza".
-¿Has dicho "miré"  y no "miró" -la hace reflexionar la terapeuta - ¿Entonces, la protagonista de este sueño sos vos?
Desde el diván ella no contesta y cae en la cuenta que lo que más le interesa es terminar el relato, sin considerar los pronombres personales, ni la persona verbal, aunque sí pensó en Tony, que estaría esperándola en el sitio acordado.
-¿Por qué había yo olvidado por esos momentos las cejas pobladas de Tony, su cabeza adornada con rulos abundantes, su cuerpo vigoroso, enfundado en el overol azul, salpicado de manchas de grasa, pinza en mano, en cuclillas, ajustando tuercas en su moto de competición? ¿Por qué no tenía memoria de esas manos toscas que la acariciaban desde siempre, como siempre, de un modo tan predecible? Tanto, que le hacía adivinar lo que vendría a continuación, y ella sabía que el beso que seguía era en su espalda... y nunca en su cabeza, o en los párpados, o en su nuca, y nunca la succión de un lóbulo huérfano de caricias para poder ver fuegos artificiales? ¿Por qué ese cielo siempre igual, esa luna plateada, quieta y redonda, cabrilleando sobre las olas, sin los matices del menguante, o del cuarto creciente?
La charla está tornándose un poco tediosa y se advierte que los expositores compiten para demostrar sus cualidades para la crítica literaria.
-Abundan en su obra los pasajes, irónicos, o serios, en que reconoce las fuentes, verdaderas o apócrifas...-dice uno.
-Hay metáforas de De Quincey para traducir la estructura del cosmos y su clave divina...-agrega otro.
-Una nueva retórica, una fresca sensibilidad...-la exponente hace una pausa y bebe del vaso que tiene enfrente.
El cosmos, los discursos, las fuentes apócrifas, se enredan en una verborragia imposible de seguir.
-Entonces acepto la invitación.
-¿Acepto? -la psicóloga anota en su libreta, sin disimulo.
-Sí, y nos vamos por un pasadizo con espejos enfrentados, por laberintos intrincados de cosmogonías infinitas, en un tiempo cíclico, cuando en una bifurcación agnóstica, aparecen bajo la recova, dos siluetas de capucha oscura, cadenas, tachas y botas negras, que nos atacan arremetiendo con cuchillo y nos despojan de ropa, cartera, zapatos y accesorios. Nos dejan desnudos en el arrabal del segundo crepúsculo y de la noche que se ahonda en el sueño.

Fragmentos del relato de este sueño están publicados en la tercera ponencia sobre "Ambivalencias en la psicología femenina. Dicotomías entre lo permanente y lo efímero" del XV Congreso Internacional de Psicología, llevado a cabo en el nuevo Centro de Convenciones. Cabe acotar que hubo problemas con la acústica en la sala mayor. Se anuncia la publicación de las monografías en la revista actualizada que estará disponible en el Colegio de Psicólogos, sito en la calle Urquiza.

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