martes, 20 de septiembre de 2011

En el subsuelo, vértigo y náuseas (continuac. de "Madrid, 25 de marzo..."

Ayer me dispuse a recorrer la ciudad, y entre otras cosas, conocer a mi porima Angeles; como es tan lejos el sitio donde vive, tomé el metro en Antón Martín. El plano decía que tenía que ir hasta enganchar con el ramal circular que va hasta la ciudad universitaria. Se imaginan "un pajuerano" de Rosario en esta gran ciudad? Fue como recorrer el inframundo o el purgatorio permanente.
Lo interesante de andar en subte es que po´des mirar las caras de los viajeros; están los que se conocen todo, que leen el diario de parados y por el ruido que hace el coche, ya saben dónde tienen que bajar; están los desorientados que van mirando el plano del metro de Madrid y, alternativamente, los nombres de las estaciones; están los vendedores ambulantes que te acosan vendiendo chucherías; están los ciegos, o los que se hacen; están los niños pedigüeños; están los viejos libidinosos que "las apoyan" a las lolitas ...
-Viejo verde! Ahí tenés, pa' que tengas -un sonoro cachetazo se oye entre gritos y vociferaciones.
Están las gitanas cargosas y vengativas, si no aceptás que te adivinen la suerte... en fin, la fauna urbana, de lo más variada.
No quise distraerme con la gitana, porque no podía concentrarme en mirar por dónde andaba; los nombres no me resultaban conocidos, como Tirso de Molina, Alonso Cano, Bilbao...
-No quiero, no me moleste! -le dije a la gitana gorda y desgreñada.
-Pues, ya te adelanto que tendrás una vida negra, y pronto te vas a morir, pero de amor, que es la peor manera de morir! -me contestó.
Y yo, que estaba un poco nervioso porque no quería permanecer más tiempo en el subsuelo, ya sentía vértigo y náuseas, ésas del encierro, me puse a pensar en Adriana, de Rosario, que me dejó medio tarado. Entonces leí "Cuatro caminos". Rápido bajé porque ahí tenía que hacer el enganche con el otro ramal, sólo dos estaciones más.
Al fin salí apurado, no tanto porque me ahogaba y la claustrofobia, y eso, sino por los empujones de los que salían como escupitajos hacia el exterior, a cielo abierto.
Caminaba rumbo al sitio donde vive mi prima y el respirar ese aire puro, entre los árboles y los caminos prolijos, me vinieron imágenes de las calles de mi barrio, en Rosario, el parque Independencia, el boulevard Oroño y los plátanos añosos... y la calle Pichincha, cuando al salir del taller me sacaba el overol grasiento, me lavaba los sobacos y las manos, ni me peinaba porque tenía la cabeza rapada por prescripción militar, y agarraba esas yecas de Dios...
Pero bueno, haber si la encuentro a esta prima, porque cuando uno anda medio nostalgioso, y rodeado de gente extraña, tenés ganas de conversar con alguien de tu sangre, aunque más no sea.

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