Llegué por primera vez al grupo, muy similar a Alcohólicos Anónimos. Son unas doce personas sentadas en círculo en torno a la coordinadora.
--¡Bienvenido! Soy Elsa, quien va a ayudarte a desarrollar sus aflicciones en el amor. Sólo nos presentamos por el nombre de pila. --Eso me dio algo de tranquilidad. Ella es una cincuentona de pecho turgentes. Es lo primero que admiré, rubia platinada, vestido a modo casual. --¿Cómo te llamas?
-Soy Daniel. Pero vine a escucharlos a ustedes.--dije.
-Mi nombre es Ana, vieja concurrente al grupo.---Luego insto a los demás a continuar.
Así seguí. Un pelado medio panzón, con pinta de yuppie, una treintañera de cabellos canosos, cubierta de bijouterie y pircings, un hippy de la época de amor y paz, una petisita colorada de ojos extraviados, y varios más. Supe entonces que a todos nos unía la soledad. Mal de muchos, consuelo de tontos, pensé. Y yo, que soy bastante tímido, me dedique a escuchar ya observar. Por la puerta lateral entraba a pasó rápido, una mujer elegante pidiendo disculpas por llegar tarde.
--stentes de esta cofradía nos van a contar las razones por las que decidieron venir y continuar. Porque aquí hacemos catarsis y nos ayudamos mutuamente para resolver nuestros errores y contradicciones. Hasta asistimos a festejos cuando el amor triunfó
-Soy Alberto, y como ya les dije, vengo a desenredar el complejo, que a mi edad, me sigue atormentando. Busco una mujer que no se parezca en nada a mi madre, que sea cariñosa, protectora, atenta y que le guste llevar las riendas del hogar. --¡Uy! De ésas ya no se fabrican, me dije en voz b aja, para que no me escuchen.
-Adri, me llaman. Reconozco que los celos me tienen a mal traer; sufro de insomnio y tengo pesadillas recurrentes, como cuando sueño que mi pareja se demora porque esta teniendo sexos sobre el escritorio de su oficina con una morochas, con una rubia, con una adolescente, con una veterana, y nunca conmigo, que soy pelirroja.
-Me llamo Mercedes, pero me apodan "Mechi"
Me cansé de recorrer playas, afuera ofreces, boliches, previas y fiestas electrónicas. Me di con todo como para tener sexo y gozar, aunque sea por un ratito.¿Saben qué me dijo un sexólogo? Que soy fregada. Y otro, que sufro de algo así como abstinencia o de qué? No me acuerdo, pero es todo lo contrario. Así que vuelvo a los tropezones cuando amanece. Sola.
-Me dicen Dino y así me bautizaron. Siempre tengo que explicar que no es por dinosaurio, porque, como verán, no soy antediluviano. Las chicas me escapan. Hasta acudí al cura del pueblo para confesarme. Tengo miedo de rebotar, no sé distinguir las señales. Siempre me faltan 5 pa'l peso y ellas se lanzan sin empacho. Reculo porque me acuerdo de ka monja me decía que eso es pecado... y acá me ven. Sigo buscando alternativas.
-¿Puedo hablar?--La chica sentada a mi derecha se anima. --Soy Perla. En mi caso, no puedo superar la traición, por eso me divorcié. Una vez, y sólo una vez, volvía al departamento luego de un viaje de turismo y encontré a mi marido en mi propia cama con la que suponía, era mi mejor amiga.
--Es tu turno, Daniel.
-Mi problema es que me gustan todas, de cualquier edad, las pedejas, las viejas, las rebeldes, las sumisas y nunca me enamoro. Ya estoy en edad de sentar cabeza, ¿no? Me diagnostico yo solito. Siempre les encuentro algún defecto que no me permite escuchar los latidos de un corazón junto a mi pecho. No soy romántico, soy muy racional.¡Al fin desembucha, qué alivio!
--Bueno, bueno. Parece que es hora de descontracturar. Les voy a contar un cuento que los hará reír. "El hombre del palo".-- dijo Ana.
Mis amigas me decían que los hombres no quieren mujeres inteligentes, que hay que ser "la más santa en la calle y l más pura en la cama". Estaba pisando los 50 ¡Y nada! Ni en las redes descubría un tipo más o menos potable, que me hiciera gozar como hembra en celo. Pase por casados en vísperas de separación, viudos que había que consolar, solteros viviendo con la mami...en fin, hasta que conocí a José. Le había puesto todas las fichas.
Fui a su departamento. Me había invitado a cenar. Todo bien, aunque la carne estaba requemada, como suela. Sabía que después del postre, los boleros y unos vinos, venia lo mejor. Iríamos a los bifes. Arrumacos, seducción, sexo salvaje y todo terminó más rápido que lo imaginado. Corrí al baño envuelta en la sábana, me acomodé los rulos, revisé las pestañas postizas, apliqué un poco de rouge de esos a prueba de besos, y regresé para la segunda vuelta.
¿Qué vi? El troglodita de pelambre tupida, con una mano, se rascaba la panza sin pudor, como un orangután con su virilidad dormida. Y con la otra, agarraba un palo de escoba para buscar un canal de fútbol. Se ve que no le andaba el control remoto. "Espera, chiquita, dejá que me recupere" Me dijo. Así que agarré mis petate y raje de ahí, para nunca más volver.
--El humor nos sienta bien para reírnos de nosotros mismos. En la próxima reunión, seguiremos profundizando. --Concluyó Elsa, me miraba, mientras zarandeaba sus senos abundantes abundantes. ¡Cómo me gusta!