jueves, 5 de enero de 2012

Mariposa roja moteada de negro y amarillo. (2º parte)

-Imaginate una placa de bronce que diga: Antonio Zubiría, arquitecto!. Conseguí una beca para que sigas estudiando - le dice la directora, mientras acaricia su cabeza pequeña de cabellos hirsutos y oscuros.
-No quiero ser arquitecto!
-Tenés grandes capacidades, no podés desaprovechar tu inteligencia sólo jugando al futbol.
Vas a trabajar conmigo en la construcción, ahora que terminaste de estudiar -le dice su padre, como si el aprender tuviera un tope, y nada más.
-No, mejor estudiá por correspondencia, para ser relojero -le dice su madre.
Torbellinos de anhelos, remolinos de ideas bullen por su cabeza, hasta hervir a borbotones. Entonces, crea historias sobre el papel y dibuja chicos jugando, otros que debaten sobre el mundo, un gato, un perro, un dinosaurio. Ellos son sus maestros, sus consejeros y fieles acompañantes en la aventura de vivir. Panza abajo, para beber el agua del lago. Descubrir en el tronco pulido y viajero que reposa en la orilla, el rostro de un gigante. Admirar una serpiente descolgándose de una rama, o el cuerpo de una mujer desnuda. Asombrarse en la contemplación del sol rojo que se pone tras los cerros nevados y deja ver sombras misteriosas...
Ahora, el muchacho se incorpora para volver a la casa, donde las miserias y las discusiones son el espectáculo cotidiano de austeridad sin fantasías. Hoy regresa sin una trucha, sin un pan ... -y siente hambre y frío ya.
-Seré artista -piensa y, encerrado en su pieza, saca los pomos de colores y los pinceles, ocultos detrás del armario, y pinta hasta que ya no ve. No enciende la luz, porque esos menesteres, o leer de noche, significan derroche de energía, dice su madre. La luz de la luna ilumina unas telas. Por la ventana abierta, la luna mira caballos en tropilla, que corren entre los juncos, un caballo atado en el palenque solitario, un caballo blanco que corre en la noche estrellada, y se salpica de espumas y caracolas.
El sueño lo vence apenas apoya su cabeza sobre la almohada y no cuenta ovejas, ve la sonrisa dulce de una mujer que le acaricia la frente, la mesa tendida con té, mermelada y galletitas en la casa de su amigo, el rostro admirado de su padre, unos ojos azules que le sonríen, una trenza rubia que se agita con la risa, una mariposa roja moteada de negro y amarillo.

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