lunes, 8 de agosto de 2011

Ese aire tibio, íntimo, de la esencia femenina. (última parte)

Ahora se sumergen en un silencio placentero y recuerdan.
El, un muchachito inquieto de rulos al sol y de traviesa camiseta transpirada.
-¿Corremos una carrera? -y las bicicletas van a toda máquina por el campo de las margaritas y sus perros lanudos saltan las matas a la hora de la siesta, entre los cerezos de primavera.
-Coloquemos la ventana de la cocina- y él se enoja al recordar que es la segunda ventana que fabrica, porque la primera, que ya estaba lista, la robaron con otros materiales.
Gubia, cincel y serrucho en mano, él solía construir un charango de madera porosa de radal, una pulsera de tronco de retamo, o un anillo de oloroso ciprés, un a alianza de compromiso y va soñando en la familia que está creando.
Ella, una nena imaginativa, ve pasar, como un caleidoscopio, imágenes de su infancia. Con su amiga Ana arman pulseras tricolores con hilos delgados, o collares de caracoles y mostacillas. Acaricia al búho que le regaló el chico de al lado, porque su madre no quiere ese bicho en casa; o lleva bajo el brazo al gato gris y blanco, y lo acaricia con su mano suave.
Todo a su alrededor era dulzura y ausencia de los fantasmas de miedo y de peligro. Su niñez, una bóveda de fantasías, un arcoiris brillante de ensoñaciones y quimeras.
-¿Y si largamos al pato en el lago? Es su lugar, acá está muy triste.
-Se me perdió la tortuga!, ayudame, Miguelina. Vamos a buscarla, pero la amiga ya está deteniendo a los coches para ofrecer sus productos artesanales: colgantes de piedras, soga y maderitas pulidas, que buscaron en la orilla del lago.
Hoy tiene una sensación turgia que la inquieta, son los temores por la vida que se está gestando. Un súbito agotamiento, en el que hay cierta voluptuosidad y bienestar, la van adormeciendo, mientras va pensando nombres para su hijo, enn ese aire tibio, íntimo y brillante, de la esencia femenina. Es curioso, aparecen nombres para niña, nombres de flores. Amancay, Lila, Clara, Mora; se le ocurren nombres de agua, Irupé, Aluminé y va sintiendo una alegría contagiosa. No aparecen nombres de varón, como presagiando, intuyendo que será mujer.
-Soñé con dos varoncitos de cabezas enruladas y reconcentradas, que jugaban con piedras de colores y maderitas -dijo la otra mamá.
-Será nena, entonces, porque los sueños son siempre al revés -por un instante, su rostro reluce en un vago fulgor y en una inefable perplejidad.
Sus pensamientos, como el perfume de una flor, la llevan hacia una tristeza absorta. Fluctúa entre sorpresa y obstinación, y ahí va, entre cristales y caireles, a elaborar una masa dulce de crema y poesía de cerezas. Está hambrienta y devora el arroz con leche y canela en rama. Luego, se arrepiente y comen juntos, algo frugal, mientras imaginan al niño que vendrá.
El desgrana, entonces, unas notas y un rasguido suave, lento y sensual. Un cansancio, un perfume alado, la sumerge en su mansedumbre. Ëxtasis de agotamiento y vuelo. Sueña con orejas de osito, con un babero bordado, con una muñeca de trapo, ojos de botones y poelos de lana, con un bolsillo de apliques en punto cruz.
Apacigua sus sensaciones y queda en calma, como un estanque cubierto de hojas húmedas.

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