Por el pasillo más distante ingresa el viudo reciente empavesado en un ambo verde oliva y a su paso puede verse un abdomen prominente. Etelvina, la más soñadora, imagina que bajo esa pulcra camisa hay un hombre de pelo en pecho y corazón palpitante. De esos pensamientos un tanto pecaminosos, nada comenta a las otras viudas, porque ese tipo de imágenes, podría despertar en las otras, algún comentario procaz o cierto nivel de antipatía. Prefiere, en cambio, escribir esos versos edulcorantes y atrervidos, que guarda en secreto para releer en la soledad de sus sábanas frías y de su castidad almidonada.
Como un jardín mustio y sin perfunes, Hortensia hierve la hiel de sus razones y la envidia la corroe cuando ve a Víctor, el petimetre del pueblo, con un jaquet ajustado y risueño, que se codea con petulancia extrema con los otros hombrones de gabardina. Todos miran con lascivia a las niñas de vestidos suntuosos, chifón y raso, corte a lo garzón, baja las boinas emplumadas, que pasan estreemeciendo sus lentejuelas y sus caderas.
En tanto, Caty descubre a los mozalbetes de la tertura o de las plateas altas del paraíso e imagina citas y encuentros furtivos el domingo por la tardse, bajo las pérgolas del parque o en los bancos de la plaza principal.
Las luces se atenúan y se abre el telón. Va a comenzar el espectáculo. Las tres no logran concentrarse en las escenas. Se inquietan con los sonidos del piano. Una se sienta sobre su sombrero de plumas; la otra pierde el prendedor que cae y se desliza sobre el saco de cuello de zorro. La tercera siente hormigas en la butaca y se engancha el drapeado de mangas de seda con los herrajes del entramado.
Una estampida de escopeta en escena las sobresalta, al tiempo que cae el telón. Se apresuran a salir cuando en bambalinas los actores saludan y un cerrado aplauso de los espectadores de pie, los ovaciona.
La escalera caracol parece angostarse más y más cuando bajan. Los zapatos de taco alto y punta fina no son apropiados para esos menesteres, y aprietan. A Etelvina se le corre una media de seda con costuras, "para alargar las piernas", como dice la publicidad. Y a Hortensia se le cae el ramito de violetas de su capelina, cuando intenta arrancar de la cartelera el anuncio de la obra "La carbina de Ambrosio".
Las alcanzo a tiempo para hacerles la propuesta.
-Mujeres. Ya hemos transcurrido los cinco años reglamentarios de luto. Es hora de reanudar la vida social. Tengo un taller de costura y ahí podremos diseñar los modelos de temporada sin luto. Se usan tonos pastel y muy tenues, para que el paso hacia la otra vida que nos espera, no sea tan abrupto y notorio -Al unísono escuchan esa voz interior que las incita.
Tres bocas se abren de estupor, cuando se detienen entre los rosales del patio trasero del teatro, junto al aromo centenario.
Hola, me encantaron ambas partes, pero quería saber si estos relatos son de ficción o fueron reales. De ser la segunda, en qué año?
ResponderEliminarGracias!