domingo, 1 de mayo de 2016

En la ferretería

Ella estaba sola, como tantas otras mujeres de mediana edad, cabellos encanecidos y esos signos indelebles que denotan experiencia de vida, o líneas marcadas por la alegría o el dolor, pero rayas al fin, que interrumpen la lozanía de la piel, tan difíciles de suavizar. Se había enterado que en una ferretería atendían muy bien al sexo femenino; no débil por esa condición, aunque sí, vulnerable, al momento de resolver cuestiones que, generalmente hacen los hombres. 
-Necesito un "cosito" para arreglar el calefactor -dijo con amplia sonrisa seductora de labios rojos.
-¿Qué le anda pasando a su calefactor, señora? -se ofreció a atenderla ese muchacho tan simpático. Ella recordó, en el momento, lo que le habían dicho las amigas. "Hay un chico que está re-fuerte y es muy amable. Sí, claro, también en los supermercados los domingos, en el sector de vinos, podés entablar conversación, pidiendo sugerencias, o en el sector de artículos de limpieza, suelen estar los hombres solos que te piden asesoramiento por algún producto..." Alicia sonrió con picardía.
-No enciende. Creo que tengo que cambiar "el cosito".
Otras chicas requerían asesoramiendo esforzándose por explicar.
-¿Dónde es el problema? -y ellas piensan "¡Ay, qué complicación!" porque hay que evitar decir "por ahí abajo" (del calefactor o la cañería)
-Ya sé cuál es el repuesto. -dijo el empleado guiñándole un ojo a un señor de mameluco azul.
Se oían otras voces femeninas en todo el local.
-Es un cosito redondo como un tornillo.
-Es para reponer un cuadradito del lavadero, donde se va el agua.
-¡Ay! No sé qué canilla elegir, creo que volveré y le traigo las medidas.
-Necesito un cachito de caño de esos blancos para cambiar una cañería, pero torcido en ángulo recto. 
-¿Usted me podría recomendar un gasista que sea bueno? (como diciendo "bueno, bonito y barato")
Finalmente, Alicia se fue llevando en la bolsita el repuesto que necesitaba. Su vecina le había dicho que su marido, que es ginecólogo sería capaz de arreglar ese calefactor, sin necesidad de comprar uno nuevo. ¡Están demasiado caros!
Casi llegando a la hora de cierre, el dueño del negocio colocó, en lugar bien visible, un cartelito:

Aquí no se venden, ni cositos, ni socotrocos.
La empresa

Imagino que esto haría descender la presencia de tantas mujeres en el local.
-¡Qué pena, en estos tiempos de crisis! -dijo un empleado.
-Podríamos perder el empleo -agregó otro.
-Lástima, las minitas que venían...-se lamentó el más joven.
-Fijate cómo las mujeres pueden cambiar nuestro destino -reflexionó otro desde la caja.

Alicia resolvió el tema del calefactor. ¡El ginecólogo hizo el trabajo del gasista con todo éxito!

Lluvias

Amarillean las hojas y rojean los frutos maduros.
Un ventarrón de agua destroza el ramaje,
como quebradura expuesta.
Hiere los árboles a muerte.
Lastiman las gotas violentas la piel de la mañana.
Vuelan los paraguas pero no los pájaros ateridos;
ellos caen con sordo estertor y rebotan sobre los charcos.
Me amarro a un tronco desnudo
y me dejo llevar por la correntada
por el medio del río, hacia abajo.
En un recodo encallo
sobre la podredumbre de espumarajos arremolinados
y flores muertas.
Me miro en el espejo de agua quieta 
y no quiero quedarme en las cuadrículas de la soledad.
¡Todavía estoy a tiempo!, grito
para competir con el rugido del viento.
Las ausencias duelen.
Me flagela el silencio, el vulnerable silencio
que me fabrico para abstraerme.
Ya me desapego en una lágrima sola.
Pincha el horizonte la aguja del sol
que crece para alumbrar el verdor de los sauces.
También lloran y la tierra hastiada de castigos ya no está sedienta.
Piso el borde del río maltratado
y desaparezco en el velo de la bruma.
Una fina llovizna todo lo calma.
Viene la quietud del atardecer
con la profusión de aromas que se alza.
Camino. Una efervescencia de chillidos renace.
El frío da cuchilladas en la cara, en los pies y en las manos.
Veo ahora plumitas blancas que cabriolean
hasta cubrir las miserias y los despojos.
Otra vez el silencio, cuando la sangre calla.
Sólo los pasos sobre la escarcha se oyen
y me guían hacia otros rumbos,
siempre más al sur. 

Ortografía

Consigna de trabajo: escribir dos textos breves que demuestren el uso de las letras b/v; c/s o ll/y (a elección). Para aprobar el objetivo deberá haber, al menos, un 80% de aplicación correcta de la ortografía. 

Coco rayado
¡Amigos radioescuchas de "Coco rayado", el programa radial más escuchado en el Penal de Devoto.
Sin altoparlates, sin micrófonos, sin cables  y sin auriculares, el Coco cumple el rol de comunicador. Los reclusos en la hora del recreo se reúnen en el patio descubierto, cruzado de alambres y enrejados, que aún dejan mirar el cielo y presentir el sol. 
Hoy está encapotado y ya comienza a caer una llovizna que apenas moja a los oyentes, como si fuera capaz de purificar las frentes y el alma de los presos.
-Esta tarde la consigna es relatar una anécdota cualquiera, brothers, de acá adentro, o de antes, de allá afuera.
-¡Contá vos que tenés muchas, la del "cheteo"con el negro de Resistencia. Ésa me gusta, dale! -grita a "grito pelado" un pelado en medio de la lluvia que ya moja.
-Les digo una cosa, cumpas, se trata de interactuar entre el locutor y los radioescuchas. El tiempo radial dura lo que dura el recreo. Y es cuestión de apurarse.
El patio se llena de alaridos para dar mayor volumen. Se entrecruzan voces que hablan de barrotes y de calabozos, la soledad, "me cagaron a palos", de los "ratis" y los "cobanis", de sangre y fuego, de un amor perdido, de la fauna de los "tumberos", del cura pederasta, de drogones y francachelas, de la madre que murió de tristeza, de la rubita abandonada, de las miradas que culpan, de los ojos de la inocencia, del abandono y de la libertad que era antes.
Un timbrazo ensordecedor y prolongado acalla la batahola y otra vez el silencio de los muros, las cadenas, los cerrojos y los candados. 

Coco rallado

Época de cocos. Pensando en la economía doméstica, les propongo aprovechar los frutos de estación. En estos momentos, el coco está en el podio de las preferencias. 
Se trata de recoger los cocos maduros, cuando ya comienzan a caer por su propio peso. Se parten de un certero mazazo y se exponen al sol del verano. Cortamosw luego la corteza con cuchillo bien afilado y luego procedemos a rallarlo con rallador mediano, sobre una placa de metal, o simplemente sobre papel. Otra vez lo aireamos al sol por un día y ya está listo para usar o envasar para conserva.
Una propuesta fácil: "Semifrío de coco y mascarpone"
Con movimientos envolventes, mezclar 1/4 kilo de mascarpone con un pocillo de coco rallado, azúcar impalpable a gusto y un sobrecito de gelatina sin sabor, previamente disuelta en agua tibia. 
Verter la preparación en budinera redonda o en moldes individuales y cubrir con papel film. Llevar luego a la heladera, al menos durante cuatro horas, desmoldar y cubrir con frambuesas al natural o mermelada de frutos rojos. Decorar con hojas de menta, y servir.
Una manera elegante de compartir la mesa.

domingo, 27 de marzo de 2016

Amancay, aeropuerto, tulipán.

Un amigo decía y repetía hasta el cansancio:"Nadie sabe de amor". Hoy voy a desafiarlo con una hipótesis contraria, una comprobación con tres historias y una tesis fianl.
El primer amor es elmás intenso, el que perdura y el que con paciencia y suerte, cuando los planetas se alínean, se recupera para siempre.
Tres historias son más que suficientes para una validación teórica. Casi siempre una de las partes ha palpado por primera vez la emoción y el alboroto de los sentidos. Lo llamaan "flechazo" a ese dardo que Cupido envió directo al corazón. Y como se trata del primer amor, he de referirme al amor adolescente, ése que nos hace erizar la piel; el sístole-diástole se dispara golpeando el tambor del pecho; sudoración en las manos y otras partes pudendas; sonidos guturales, hasta la total mudez; suspiros incontenibles... qué mas puedo contarles, si todos hemos percibido esas sensaciones, ¿quién no?

María y Alejandro
La pantalla del celular titiló y envió un mensaje cargado de confidencias."Tenés que  acordarte de Alejandro, el de rulos rubios que conocí a los quince, cuando iba a visitarte en los veranos. Nos habíamos visto en el colectivo que iba al centro chiquito de la ciudad. Nos encontrábamos en cada esquina, en la vereda de enfrente, en "la vuelta al perro", tanto que me dijo un piropo torpe: "Te veo hasta en la sopa". Yo esperaba algo más romántico, pero le salió así y me hizo sonreír. Pensé que era una mosca cargosa que finalmente, luego de tantos giros, se caía en la sopa. Nunca imaginé que ese chico escuálido y de rulos se convertiría en mi gran amor. 
Nos hicimos novios dese que no le dí ese beso en las escaleritas frente al gran lago y así, caminábamos de la mano todas las tardes, hasta gastar las veredas y terminaron las vacaciones. Vamos a visitarte, como en luna de miel. Final del mensaje. 
Transitaron muchos caminos siempre paralelos, sin volver a encontrarse. Mucha agua corrió debajo de los puentes, como dice el dicho popular. Y un océano los separó. María la llamábamos, simplemente María, como el tango. En diferentes sitios los dos armaron sus vidas que, aunque dichosas, no terminaban de conformarlos. Un esposo y seis hijos (uno más quintillizos). Dos esposas y cuatro hijos (dos con cada una). No se dieron cuenta que en la responsabilidad de ser padres, se olvidaron de vivir, mientras la rutina socavaba las fuerzas de la juventud. 
Esta tarde los vi y descubrí en el brillo de sus miradas, que el verdadero amor finalmente había llegado. Treinta años después, en un aeropuerto, cuando ella decidió volar sobre el gran océano, se dieron ese beso que ella le había negado. Ahora la nombramos Victoria, su segundo nombre. Un amor adolescente que floreció en una primavera precoz; un amor maduro que se renovó en el otoño de sus vidas. 

Lucía y Cristian
-Tengo una invitación para cenar.
-¿Ah, sí? ¿Con quién? ¿Cuál de los tres que te pasan a buscar para andar en bicicleta? ¿El rubio de pelo largo? ¿El flaco de rulos negros? ¿El grandote de ojos verdes? -le pregunté.
-El que me regaló ese tulipán tallado en madera.
-Sí, pero cuál de ellos?
-El que te rompió el termo que se golpeó en la bicicleta, cuando íbamos a tomar mates a la playa. 
-¡Ah, sí! Me acuerdo.
-Buena elección, hija. Al menos esta noche no vas a llevar el termo. -Y los ojos de Lucía ya transmitían lo que las palabras no se atrevían a confesar. 
El padre dio el visto bueno cuando les sugirió un departamente para armar su "nidito de amor"
-Un año deben esperar. Un año para probarse en la convivencia y para desenvolverse sin pedir ayuda... nada de recurrir a los viejos para el sostén económico, ¿eh? ¿Está claro? -señalé.
Al cabo de un año supe, al comenzar a contarnos, que un hijo venía en camino. Hoy, tres nietos ya grandes coronan ese amor adolescente que perdura.

Cecilia y Rodrigo
Rasgaba las cuerdas de su guitarra, como para disimular la timidez con melodías suaves, y me contó.
Me enamoré de Ceci en Puerto Blest. Una excursión del colegio. Yo estaba en 2º año y ella en 7º de la primaria. Se destacaba entre el grupito de chicas y no pude dejar de mirarla. Ella me descubrió, pero mariposeaba entre las flores de amancay, o probando una frambuesa aquí, y otra más allá, disimulando.
-Esa pecosita de allá anda siempre a caballo por el bosque -me dijo un compañero.
-Vayan chicos, acérquense y les cuentas lo que aprendieron hoy, cómo cuidar el ambiente natural. 
Los sonidos de la guitarra acompañaban el relato.
Pasó un tiempo y no la encontré más, hasta que un día, en el Cerro Catedral la vi esquiando allá lejos, en la nieve virgen, fuera de pista. Para mi sorpresa y mi desaliento, la vi tomada de la mano de un chico de su edad, con los skíes al hombro.
La guitarra ahora suena con acordes armoniosos y potentes.
Pero una vez me enteré que ya no estaba con él y la abordé. Previamente, tuve que dirimir a las piñas la situación con ese chico, que todavía la perseguía. Y aquí estamos juntos. -Veo en sus miradas un amor maduro e indestructible.
Dos nietos más tengo. Y ya estoy perdiendo la cuenta de cuántos son en realidad, porque son muchos. Y son mi delicia, de ojos azules, de ojos verdes, que viven con intensidad cada etapa de la infancia y la juventud.


Tres historias bastan para demostrar que sabemos de amor. Me reservo mi historia para otra ocasión. Aunque, hablando de piropos, ¿a qué mujer no le gusta que la halaguen? Ya en el invierno de mi vida todavía me sorprendo.
-Se te cayó...-escuché que alguien me hablaba unos pasos más atrás. Me di vuelta y miré qué se había aído y quién me avisaba. 
-un pétalo -continuó. 

domingo, 14 de febrero de 2016

Ratros

Estoy buscando en el viejo arcón las medallas que obtuve en natación, cuando era niña. Merodeo en los pequeños cajones del lado izquierdo y las encuentro. Ellas, mis nietas, las admiran porque también son nadadoras como había sido yo. Al momento de volver a guardarlas descubrimos que en el fondo de uno de los compartimentos pueden palparse algunos signos tallados suavemente.
1925. Ese año apareció mágicamente al raspar con lija fina. Había más. Y a nuestro juego nos llamaron.
 Ese baúl, originalmente había sido de roble macizo, pero había sufrido modificaciones y restauraciones luego de acabar tirado en el fondo del terreno allá, en el bajo de Olivos. Mi esposo me había contado que se enojó mucho con su hermano mayor, cuando supo que, al hacer la ampliación de su casa, porque la familia crecía, lo dejó a la intemperie. Las lluvias, la humedad, los insectos y la hojarasca habían hecho su parte.
-¿¡Cómo podés dejar que el baúl de los viejos se deteriore de esa manera?!
Hubo que cambiar el entablonado de la base. Por cierto, fue reemplazo por tablas de pino. Más tarde, fue trasladado al departamento de soltero de un primo que lo pidió prestado, para decorar una boutique que inauguraba en Belgrano. De claro roble pasó a ser pintado de negro mate, al estilo "vintage" para resaltar su calidad de añejo. Mucho tiempo después, cuando estuvo en mis manos, me dediqué a restaurarlo y volverlo a su color natural. Los herrajes eran los originales, aunque la cerradura se había perdido, y la llave, también. Lo llamábamos el baúl de los recuerdos porque guardaba misterios, justamente, toda la nostalgia de los años.
1925, año que acaba de descubrir tras lijar su interión. Ese arcón había transitado el gran océano en ese año, desde la vieja Europa hacia la nueva América. Así lo supe y recordaba, a medida que la lija iba despejando m´`as signos que venían del pasado. Apareció la palabra "Amérika" hacia la derecha. Raspando y raspando, pude ver a Ketty portando el violín. No iba a la clase con su profesor, se desviaba y corría al encuentro de su amor. Hans la esperaba en la moto con sidecar. El violín era atado convenientemente y las sogas eran las agarraderas para que ella se deslice con los skíes sobre la nieve nueva. Iban rumbo al castillo de Falkenstein en la Selva Negra... Odn wald, el bosqwue impenetrable de hayas y gnomos, y el robledal pleno de oscuros misterios.
Aparecen más imágenes... Cuando su madre descubrió que no iba a tomar clases de violín, le partió, literalmente, el "fiolín" (como ella decía) por la espalda y cuando supo que su hija estaba embarazada, ¡qué bochorno para la familia! Algo realmente vergonzante por aquellos años. Tenían que casarse, sin falta. El niño nació en la casa materna y el joven padre traspasó el océano para buscar nuevos horizontes y un  futuro cargado de promesas.
-¡Main lieben got! -decía- ¡Amérika!
Esquirlas de la memoria, retazos del pasado iban develándose en el mensaje escrito en alemán: Ihr Leben in Amerika ist intensive glückinch. Los amigos Phipp, Anna y Joachim le habían regalado ese baúl con deseos de felicidad.
Siempre ha estado   restaurándose y ahora, en 2015, contiene otros secretos, más recuerdos y nuevas impresiones para los descendientes. En el fondo, un tesoro: fotos amarillentas, vibrantes, opacas, recobran instantes de otros tiempos y otros sitios ignotos, personas que desconocemos, pero que seguramente han cimentado nuestro presente. Cartas atadas primorosamente y perfumadas con semillas de lavanda en una bolsita. Una cartolina con deseos de Natale y otra, bordada en delicadas líneas, en la que mi abuelo italiano le declaraba su amor a la nona Margherita. Hay también otros objetos que vienen del pasado más recóndito, hallados en Patagonia. Rústicas geodas con cristalizaciones de roca. Un trozo de madera petrificada. Una cola disecada de serpiente. Una pluma de caburé para la suerte, y otra de ñandú (no de plumero) recogida en el paraje "Las Plumas", desde donde se exportaban a Europa, hace un siglo. Una caja pequeña con "dólares de mar", que son anémonas petrificadas. Puntas de flecha, una pequeñita y blanca, descubierta por el viento en la entrada de la cueva del Cerro Leones. Una pezuña de chancho jabalí. Un nudo de coihue, que simboliza la enfermedad y la muerte. Un botón de chapa del uniforme de un milico de la Campaña del Desierto. Una botelita con la arena de la meseta patagónica. Raspadores y huesitos de roedor, y hasta un colgante mapuche con piedrecillas de colores, proveniente de un altar allá, donde el viento aúlla y mece las flores amarillas de primavera.

El desafío es saber de dónde vienen esos ojos azules, qué paisajes han visto y admirado, qué momentos viene del pasado y qué extraños artesanos duendes han esculpido lo que hoy somos.





lunes, 14 de diciembre de 2015

Como un homenaje

Ya es la hora aproximada. Me encamino, o mejor dícho, me arrastro entre las piedras de la costa de Erice, justo frente a la roca plana. A este exacto lugar viene a diario, o día por medio, el Comisario Montalbano. Es una rutina la caminata desde la trattoria de Enzo a la costa, por varios motivos. Hacer la digestión luego de los pantagruélicos almuerzos, fumar en paz un momento; reflexionar sobre la última discusión con Livia, la novia eterna que vive lejos y diseñar una estrategia para la resolución de un caso policíaco. 
Salvo es mi amigo, pero él no sabe mi sexo, pues, les confirmo que soy una vieja cangreja (valga la cacofonía), que de tanto acompañarlo, he aprendido a conocer sus secretos, sus dudas y contradicciones, sus inquietudes, sus sueños. Tal vez tengamos los mismos años y compartimos experiencias; hasta llegué a entenderlo. A nuestra edad es posible que el Comisario se sienta agobiado por el trabajo; se le acumulen incertezas y, tal vez, esté arrepentido por seguir esquivándole al casamiento y a brindarle a Livia la posibilidad de ser madre. ¿Por qué todavía le atraen mujeres jovencísimas o señoras que saben seducir a hombres maduros?
Parece que ya está llegando. Es habitual que durante el reencuentro, luego de apagar su cigarrillo, él me arroje una piedrecita para llamarme y yo la ataje con mis pinzas, o se la devuelva sin más. En cada intercambio me cuenta sus preocupaciones. Cuando el guijarro regresa a él, casi siempre una luz se enciende en su cabeza para pergeñar su plan. 
-Es probable que ya Fazio, mi correctísimo Fazio, responsable y tan profesional, haya averiguado los datos filiatorios y las costumbres del involucrado.  -Tira un pedrusco y no logro alcanzarlo. 
-Se me ocurre que Mimí Auguello, el subcomisario, es la persona ideal para cumplir con la otra tarea. Seducir a esa mujer para conseguir más datos. -Le devuelvo el tiro, y así le transmito otra idea.
-¡Buena idea! Cubriré a mi amigo para que Beba no se entere de la infidelidad y de esa manera, tiraremos de los hilos para desenmarañar la trama. -Otra piedrita cae a mi lado. -Dime, cangrejo, ¿Qué le está pasando a LIvia que está tan agresiva, últimamente? Parece que intuye que me estoy enamorando de otra mujer...
-Cuando al teléfono no eres capaz de reconocer la voz de tu mujer... algo pasa. -Le digo atajando otro boleo.
-Tenés razón, cangrejo viejo. Pero esa tal Carina me tiene embobado. "Te conozco bien, Salvo. Estabas esperando el llamado de otra mujer" (me dijo Livia y cortó en seco) Ni el nadar en la temprana mañana, cuando el sol despunta, ha logrado refrescar mi cuerpo y mis pensamientos.
-Si ahora te han sacado del caso y quedó en manos de la brigada antiterrorista, debes tomar un vuelo a Milano urgente, y reconciliarte. Le hará muy bien que la sorprendas.
-No puedo. Estoy haciendo una investigación en paralelo, sin que el Jefe Superior se dé por enterado.
-¿Cómo se llama el sospechoso?
-Creo que es Di Marta, aunque Cattarella, mi fiel asistente, se confunda. "Dottori: ha "tilifoniado" ese señor Di María, o Di Maddalena, o Di Marta... y ya lo está esperando en mismísima persona, in situ..." -el telefonino sonó para concluir la conversación y el match.
-¡Chau cangrejo! Gracias por la charla -me dijo arrojando la última piedrecita.
Me quedé pensando, mientras caminaba de costado para sumergirme, que a Montalbano le pesan los años y las trifulcas cada vez más frecuentes con Livia. Es un tipo sincero, un solitario con alta autoestima, porque confía en sus intuiciones. También pensé que ya estoy vieja para estos trotes de ping-pong. Ya es hora de recluirme a "los cuarteles de invierno". Dejaré esta tarea a mi hijo, el cangrejo mayor, porque van a entenderse muy bien y podrá aconsejarlo convenientemente, porque Salvo respeta a los mayores y lo seguirá haciendo.
Me cansé de seguir las sagas de las novelas de Andrea Camilleri por Porto Empédocle, por las callejuelas de Nosto, donde tantas veces se filmaron las escenas. Disfruté degustando los "arancini" de Montelusa, como si en esa comunión me identificara con la gula del actor, Luca Zingaretti... devorando con fruición el antipasto, las sardinelas o la pasta "ncasciata".
Ya aprendí la lógica de las novelas del autor. Ya disfruté al actor recibiendo el premio "Nastro d'argento" en el teatro griego de Taormina. Por el momento, me dedicaré a escribir una novela policial, pero esta vez, no situada en Sicilia, sino en mi país, Argentina, donde los conflictos de la mafia se han instalado tan fuertemente, como los lazos de los inmigrantes italianos aquí. Se avecinas "buenos vientos, vientos de cambio"
Me despido de Uds., lectores.

                                                           La Cangreja Vieja (valga la cacofonía)

lunes, 7 de diciembre de 2015

Marca Brasil

Nosotras, nueve amigas de Brasil, Argentina y Paraguay, que nos conocimos en las clases de "la lingua del Dante" nos encontramos en Río de Janeiro, "ciudade maravillosa". Aunque casi todas somos señoras mayores, guardamos en el alma, la niñez lejana y salimos a divertirnos. Todas somos diferentes, pero el juego nos unifica. 
-¡Copa... Copacabana! -brincamos, contoneamos las cinturas al ritmo zigzagueante de las veredas blanquinegras.
-¿Se dieron cuenta que los sonidos cariocas inspiran vigor y alegría?
-Sí, hasta las palabras tienen una sonoridad que provoca fiesta y vienestar. 
-Porque Río "gosta de gente feliz"
-Les propongo un juego: nos paramos en aquella línea y saltamos por las curvas de la vereda, una por cada sílaba. Una por vez y nos vamos ubicando enfrente, allá. Empiezo. Una palabra que sugiera momiento. Así:
-¡Mar-ra-ca-na! -y llego a la línea.
-¡Cai-pi-rin-nha! -Se alinea la segunda.
-¡Ya-ca-re-pa-gua! -Llega la tercera, comenzando más atrás, porque son cinco sílabas.
-¡Cor-co-va-do! -Los paseantes y vendedores ambulantes se detienen a observarnos.
-¡I-tai-pa-va! -Se acomoda la quinta.
-¡Pi-ra-ti-nin-ga! -La sexta llega y se prepara la séptima.
-¡Sam-bo-dro-mo! -Ya tenemos a muchos curiosos que aplauden y sacan fotos.
-¡Ga-ro-tas! -El aplauso es más cerrado ahora.
-¡Sau-da-de! La última, que es una "minhina" romántica, aporta esta palabra, que también tiene ritmo, al subir y bajar la voz seductora. Lo dice tan dulcemente, que provoca ternura. Comienzan los abrazos en una comunión de paz y amor por el prójimo. Para nosotras ese abrazo representa la hermandad latinoamericana. Las argentinas amamos el tango porque tenemos un corazón nostálgico, como lo que se siente por la pérdida de un amor, así como los españoles, con el flamenco, expresan la tristeza por el dolor del desarraigo. Los paraguayos le cantan al amor con las dulces melodías que brotan del arpa.
En la tarde de domingo comienzan los preparativos para la manifestación gay y los altoparlantes atruenan cons las proclamas y con la música tecno. Nuestro juego se ha ampliado porque nos sacan una foto grupal y otros más se preparan para saltar. La euforia es contagiosa. Muchachos esbeltos, garotas sensuales, deportistas, señoras que muestran sin tapujos sus cuerpos redondos, niños con sus padres y señores informales de sonrisa franca, muestran sus dientes blancos, que destellan simpatía por doquier.
En Río hay un homenaje a todos sus artistas a lo largo de la costa de Leblon, pasando por Ipanema y Copacabana. Ahí están los bronces a sus músicos y escritores. Tom Jobim, Carlos Dumond de Andrade, Zizzimo, Dorival Caymmo, entre otros tantos.
La publicidad también es un arte que conjuga todos los sentidos.
-"Asaí-Río" -propone Josefina.
-Energizante -sigue Perpetua.
-Natural -continúa Denise.
-Anti-oxidante- dice Lilián.
-Asaí-Río, no te lo podés perder -recomienda Ángela.
-En jugo con frutilla o con banana -aconseja Nelly.
-En sorbete helado- Ahora es Luzía quien anuncia.
-En cápsulas o en polvo, disuelto en agua- publicita Tereza.
-¡Se dice que también Asaí-Río es afrodisíaca! -a coro finalizamos. Giramos en perfecta sincronía y le hacemos un guiño al público.

-¡Corten! -Así termina la publicidad que se acaba de filmar. Es un proyecto para fortalecer la marca Río con otra de las tantas características de la ciudad, como el Pan de Azúcar, el Cristo Redentor, el carnaval, el Maracaná, sus playas y otros íconos increíbles como el verde de su selva, el blanco de las playas, el azul del mar y la "Lagoa" y el sol brillante, omnipresente.