domingo, 1 de mayo de 2016

En la ferretería

Ella estaba sola, como tantas otras mujeres de mediana edad, cabellos encanecidos y esos signos indelebles que denotan experiencia de vida, o líneas marcadas por la alegría o el dolor, pero rayas al fin, que interrumpen la lozanía de la piel, tan difíciles de suavizar. Se había enterado que en una ferretería atendían muy bien al sexo femenino; no débil por esa condición, aunque sí, vulnerable, al momento de resolver cuestiones que, generalmente hacen los hombres. 
-Necesito un "cosito" para arreglar el calefactor -dijo con amplia sonrisa seductora de labios rojos.
-¿Qué le anda pasando a su calefactor, señora? -se ofreció a atenderla ese muchacho tan simpático. Ella recordó, en el momento, lo que le habían dicho las amigas. "Hay un chico que está re-fuerte y es muy amable. Sí, claro, también en los supermercados los domingos, en el sector de vinos, podés entablar conversación, pidiendo sugerencias, o en el sector de artículos de limpieza, suelen estar los hombres solos que te piden asesoramiento por algún producto..." Alicia sonrió con picardía.
-No enciende. Creo que tengo que cambiar "el cosito".
Otras chicas requerían asesoramiendo esforzándose por explicar.
-¿Dónde es el problema? -y ellas piensan "¡Ay, qué complicación!" porque hay que evitar decir "por ahí abajo" (del calefactor o la cañería)
-Ya sé cuál es el repuesto. -dijo el empleado guiñándole un ojo a un señor de mameluco azul.
Se oían otras voces femeninas en todo el local.
-Es un cosito redondo como un tornillo.
-Es para reponer un cuadradito del lavadero, donde se va el agua.
-¡Ay! No sé qué canilla elegir, creo que volveré y le traigo las medidas.
-Necesito un cachito de caño de esos blancos para cambiar una cañería, pero torcido en ángulo recto. 
-¿Usted me podría recomendar un gasista que sea bueno? (como diciendo "bueno, bonito y barato")
Finalmente, Alicia se fue llevando en la bolsita el repuesto que necesitaba. Su vecina le había dicho que su marido, que es ginecólogo sería capaz de arreglar ese calefactor, sin necesidad de comprar uno nuevo. ¡Están demasiado caros!
Casi llegando a la hora de cierre, el dueño del negocio colocó, en lugar bien visible, un cartelito:

Aquí no se venden, ni cositos, ni socotrocos.
La empresa

Imagino que esto haría descender la presencia de tantas mujeres en el local.
-¡Qué pena, en estos tiempos de crisis! -dijo un empleado.
-Podríamos perder el empleo -agregó otro.
-Lástima, las minitas que venían...-se lamentó el más joven.
-Fijate cómo las mujeres pueden cambiar nuestro destino -reflexionó otro desde la caja.

Alicia resolvió el tema del calefactor. ¡El ginecólogo hizo el trabajo del gasista con todo éxito!

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