jueves, 24 de febrero de 2011

Cortezas de árbol, cortezas del alma

Sacar la cáscara seca de los plátanos para ver la lisura verde claro, que renacía debajo en primavera, era mi obsesión. De chica, niña traviesa, también me divertía al sacar las cascaritas de la rodilla magullada o de los brazos lastimados, para ver la sangre que manaba. ¡Qué placer chuparla, y al día siguiente, ver la nueva piel renovada, como una nueva protección.
-¿Otra vez te lastimaste, Silvita? ¿Qué manía es ésa?
Los trapos humeantes, los fomentos embebidos en té de malva y las insistencias de mi mamá, daban buenos resultados.

Donde vivo no hay plátanos, pero sí hay un arrayán frente a mi ventana, y un abedul en mi jardín. Me entretengo y mientras pienso, rasgo las cortezas anaranjadas canelas, al final del verano, cuando sus florecitas blancas ya se están  marchitando. Y disfruto quitando la cáscara blancuzca y deshilachada del abedul, mientras el polen amarillo vibrante se esparce volando y se deposita blandamente sobre todas las superficies; hace estornudar a los alérgicos, sin pausas.
"La cáscara guarda el palo", dicho popular, que como un escudo nos defiende, ¿de qué? ¿de las agresiones externas? ¿de los amores egoístas?. Las varias capas del corazón también protegen al latido intenso, impulso vital. Sístole, se contrae. Diástole, se relaja. Y la aurícula izquierda -lo aprendí- alberga las emociones, los pudores, el optimismo y todo lo más preciado.

Sacar la cáscara de los troncos en el bosque de eucaliptus, allá, en las pampas bonaerenses, era un gesto que invitaba a la reflexión, a las remembranzas, a explorar debajo de las cortezas para buscar, como un tesoro, lo que pudiera llenar los huecos de la nostalgia.
-¿Seguimos, madre? Ya preparé el mate. Manejá vos.
Era el verano de 2008, yendo al mar, con mi hija, luego de la muerte de Martín.

Cada vez que desprendo una cáscara, una piel, una corteza, es como intentar develar lo más recóndito y exponer sentimientos a "corazón abierto" ...pero queda sólo en el intento.
Simulacros en cada acto. Todos, al fin, resguardan la endodermis de los sentimientos, lo que no se dice con hechos. El hemisferio izquierdo es el único que se pone en evidencia, lo conciente, el raciocinio, la lógica. Corazón frío.Pecho caliente.

Una mano tibia sobre la mano del otro. Una mirada en lo profundo de los ojos del otro. Una caricia suave sobre la corteza fría y rugosa de un pecho que no late.
Un palpitar acompasado junto al otro corazón.
Pecho frío. Corazón caliente.

-Hay una pulsión constante entre el hemisferio derecho y el izquierdo -Gabriela me decía hace unos días.
-Sí, otra capa más arriba, superpuesta, una cicatriz, no deja salir todo lo que se siente; eso cuesta lágrimas y dolor, acá, en el costado, que se agarrota como un puño -le digo- y el corazón ya no es un terciopelo suave; es una tela ajada por rasguños eternos, para descubrir las entretelas del alma...

Esa nuez, el cerebro duro es una corteza rígida que hay que despejar para ver todas esas circunvoluciones e intersticios que no dejan expresar las sensaciones, el inconsciente, las intuiciones. ¿Viviseccionamos?
El lado derecho se resiste, se tapona, no fluye. ¡Hay que buscar una salida!!!

2 comentarios:

  1. TE FELICITO POR LA INICIATIVA!! UN PLACER LEERTE, ENTRE TANTA REALIDAD -SUEÑO CONTADA CON ESE AIRE DE TAN PROPIO TUYO
    ABRAZO!!!

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  2. Gracias, Vero.
    Habrá más sobre temáticas en torno a la flia., el amor, las experiencias educativas...

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